Para los de abajo el 1º de Mayo es sin dudas una fecha clave, tal vez la más importante. Fecha de memoria, rabia y pelea. Fecha en que a lo largo del mundo salimos izando las mismas banderas de la solidaridad y la lucha que hace casi dos siglos orientan las prácticas de compañeros por doquier y que tantos hombres y mujeres nos han costado. La lucha por un mundo nuevo continúa vigente pese al constante esfuerzo de los opresores y entreguistas de aplacar nuestros sueños. Recordar es una forma de combatir, nos permite juzgar a los culpables, identificar al enemigo y sobre todo reconocernos como herederos de los luchadores de ayer que anónimamente estuvieron dispuestos a entregarse sin tregua por un mundo sin opresores ni oprimidos. La memoria duele y obliga, mientras enriquece nuestras prácticas y nos habla de un futuro libre y justo para los de abajo.
1886, año clavado en el pecho sangrante de los oprimidos del mundo…
“Muchos trabajaban aún catorce o diez y seis horas diarias, de manera que jamás veían a sus mujeres y sus hijos a la luz del día. Unos se acostaban en corredores y desvanes, otros en chozas donde se hacinaban tres y cuatro familias. Muchos no tenían alojamiento, se les veía juntar restos de legumbres en los recipientes de desperdicios, o comprar al carnicero algunos céntimos de recortes”, explica Mauricio Dommanget en Historia del Primero de Mayo. Imagen que sintetiza las míseras condiciones de vida de los obreros a lo largo del mundo en las postrimerías del siglo XIX. Al hambre, a la marginación, a las paupérrimas condiciones de vida, se oponía la opulencia de los dueños de las fábricas y los latifundios, de los políticos corruptos y los comensales del “santísimo señor” en la tierra. Aún hoy no nos es ajena esa imagen… El sistema capitalista pretendía mantener a los pobres, incluso niños y ancianos como legiones de esclavos, despojados de cualquier oportunidad y sin más derecho que el de trabajar incansablemente para vivir como parias sin más opción que la miseria y la obediencia. Pero el sometimiento genera resistencia y los pobres del mundo no vacilaron en generar espacios de lucha y empoderarse de los estandartes del Socialismo y la Libertad.
El siglo XIX vio germinar en EE.UU. un gran movimiento obrero, en especial en el norte, donde el proceso industrializador demandaba mano de obra barata. Los trabajadores eran inmigrantes llegados de diversas tierras buscando escapar de conflictos internos, del hambre y demás penurias (otra postal que nos es contemporánea), que traían consigo sus manos empobrecidas, la esperanza y un conjunto de ideas que hablaban de la revolución. Empezaron a organizarse en Uniones de Trabajadores para reclamar derechos concretos, derechos que veían necesarios para mejorar sus condiciones de vida. Con gran influencia anarquista, estos trabajadores sabían que esas reformas eran necesarias pero no eran el baluarte de la Libertad, sino que el objetivo real era destruir las instituciones que oprimen y así poder construir un mundo nuevo. Justamente por esto eran “peligrosos”, habían identificado que sus miserias no eran casuales, eran parte lógica del sistema capitalista y de la sociedad jerarquizada, para conquistar la libertad había que abolir el Estado, la propiedad privada, las iglesias, la organización patriarcal y blanca de la sociedad. Ellos iban contra los privilegios, los privilegiados no dudarían en apuntarles todas sus armas.
Luego de varios años de luchas y represión, la Federation of Organized Trades and Labor Unions estableció que el 1º de mayo de 1886 comenzaría una Huelga General a fin de establecer la jornada laboral de 8 horas. A partir de entonces la adhesión creció exponencialmente, mientras un volente conminaba a los trabajadores: “¡Un día de rebelión, no de descanso! (…) Un día en que con tremenda fuerza la unidad de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana”.
Esa mañana más de 12000 fábricas amanecieron paradas, mientras una cantidad inconmensurable de hombres y mujeres tomaban las calles protestando, incluso en varios lugares, como Kentuky, obreros blancos y negros desfilaron por sitios donde estaba prohibido el acceso a la gente “de color”, demostrando que su lucha iba más allá de las ocho horas.
En Chicago el paro superó las expectativas de los patrones, muchos de ellos inclinaron sus esfuerzos a contratar carneros, una de estas empresas fue la Mc Cormik, que a su vez despidió a más de 1000 trabajadores y promovió la represión policial. Al día siguiente una gran movilización protestó por los abusos del primero y apretó a los carneros; la respuesta fue más represión costándole la vida a seis personas y un gran saldo de heridos. Dignamente, el 3 de mayo encontró a las calles de EE.UU. con un número creciente de manifestantes, miles y miles engrosaban las filas de quienes luchaban, se calcula que unos 350.000 obreros participaron a lo largo del país. Asambleas horizontales debían definir qué hacer para responder a los atropellos y continuar con su batalla; en Chicago se convocó a una asamblea abierta en Haymarket.
Ya desde la mañana la policía ataco diferentes columnas de manifestantes, sin embargo la asamblea convocada fue multitudinaria y con discursos altamente combativos hasta que con la lluvia comenzó a disolverse. Cuando quedaban unas doscientas personas, un contingente de casi igual número de policías llegó prepotente con la orden de abandonar el sitio, fue entonces cuando una bomba estalló, la policía comenzó a disparar a quemarropa contra la multitud, dejando una gran cantidad de heridos y seis policías muertos.
Pero las balas escupidas de las armas policiacas no importaban a la clase alta ni al Estado, importaba sí, utilizar el estallido de la bomba como el chivo expiatorio para desarmar al movimiento anarquista. Servicial, de manera poco original la prensa se convirtió en reproductora de una infame historia infundada cuyo objetivo claro era el procesamiento de Anarquistas referenciados y la deslegitimación de todo el ideario anarquista: George Engel, Samuel Fielden, Adolf Fischer, Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons, Oscar Neebe y August Spies, trabajadores anarquistas, seis de ellos extranjeros habrían sido los culpables de arrojar la bomba, aun cuando varios de ellos no se encontraban en el lugar y cuando el propio Spies estaba haciendo una oratoria. Así mismo se realizaron allanamientos y clausura de lugares de reunión anarquistas, las cárceles “acogieron” a numerosos anarquistas en lo sucesivo e incluso en más de una ocasión la policía ultimó manifestantes.
El juicio no respetó las normativas, y de hecho parte del jurado fue compuesto por empresarios y por un pariente de uno de los policías muertos, hubo testimonios que luego se comprobaron falsos y el propio fiscal declaró: “La ley está en juicio. La anarquía está en juicio. El gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los líderes. No son más culpables que los miles que los siguieron. Señores del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar, ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad». Se señalaba que la bomba había sido arrojada por un infiltrado para justificar el posterior linchamiento, pero esto era omitido por los verdugos (prensa, jueces, patrones, el Estado) que manipulaban todas las fichas para desarmar al movimiento anarquista.
Finalmente Nebee fue condenado a quince años de prisión y el resto a pena de muerte. Vale la pena recordar la dignidad con que estos incansables luchadores enfrentaron el juicio, incluso sus palabras lejos de mostrar miedo mostraban la entereza y valentía de estos compañeros:
“En todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal que una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora responde que las censuras son infundadas, y atribuye el descontento a la influencia de ambiciosos agitadores. La historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas de pro se abandonarían con la supresión de algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores. Pero aunque los obstáculos que se opongan al progreso parezcan insuperables, siempre han sido vencidos, y esta vez no constituirán una excepción a la regla. Este veredicto es un golpe de muerte a la libertad de prensa, a la libertad de pensamiento, a la libertad de la palabra en este país. El pueblo tomará nota de ello. Si yo he de ser ahorcado por profesar las ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que objetar. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces, yo les digo muy alto, disponed de mi vida.” (A. Fischer).
Las movilizaciones se expandieron por el mundo como reguero de pólvora, demostrando que la solidaridad de los de abajo no conoce fronteras. Previo a la fecha de ejecución la pena de Samuel Fielden y Michael Schwab fue cambiada a la de cadena perpetua, mientras Lingg prefirió inmolarse en su celda que morir en manos del enemigo.
El 11 de noviembre de 1887 los cuatro compañeros restantes caminaron hacía el cadalso, entonando la marsellesa anarquista, con la firmeza que significa saber que dejan un legado de lucha inquebrantable. Con sus últimos alientos Spies gritó: “la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”.
Quisieron justificar una masacre para desfigurar sus luchas, sofocar sus sueños, pero los pueblos tienen memoria y sus reivindicaciones tenían más manos y más voces. Más de un siglo después seguimos cosechando Solidaridad y Resistencia.
LOS CRÍMENES DE UNA CLASE, LA VIGENCIA DE UNA LUCHA
LOS IMPUNES DE AYER Y DE HOY
Los Mártires de Chicago, Sacco y Vanzetti, nuestros desaparecidos durante la última Dictadura… Los crímenes de la burguesía y el imperio en América y a lo largo y ancho del mundo. Sus jueces, sus gendarmes y sus instituciones…y cuando no son suficientes sus leyes y el orden legal, aplican la desaparición, «la guerra sucia», las torturas a nivel masivo, asesinatos…
El horror es inimaginable. Cada vez que aparecen nuevas informaciones, se encuentran restos o aparece un nieto desaparecido, el horror aflora con toda su crueldad. La bestia exhibe su esencia: no fue obra de unos milicos locos, fachos, desequilibrados. Ellos fueron la mano de obra, no son inocentes. Pero esa política de crueldad y horror fue planificada por los dueños del poder real: por las burguesías latinoamericanas y la norteamericana, con su gobierno a la cabeza. Es la esencia del sistema la que se desplegó en el Plan Cóndor. Listas con nombres de delegados obreros entregadas por empresas multinacionales a los milicos, para que barrieran comisiones internas enteras en Argentina. Despidos, sanciones, cesados miles de trabajadores en nuestro país. Persecución constante sobre los luchadores sociales y sobre la población en su conjunto. Un régimen de terror que se llevó a los mejores hijos de nuestro pueblo; a quienes venían forjando un pueblo fuerte, desarrollando acción directa a todos los niveles.
El silencio y el retomar la lucha
No bastó con el silencio y el miedo impuesto por la dictadura. Su complemento tendría que ser una pieza esencial de la «democracia tutelada» post dictadura: la Impunidad. Ni un milico preso, ni un torturador pasando por un juzgado, nada, ni un poquito de molestias a quienes tan leales servicios cumplieron a los de arriba y al sistema capitalista en su conjunto. Ley de Caducidad, sostenida a cualquier precio bajo todos los gobiernos de derecha.
Y llegó el FA en 2005… Se habilitaron algunas investigaciones y juicios, algunos connotados represores están presos, pero no se tocó el ordenamiento jurídico, se han dado mil vueltas para dejar sin efecto un par de artículos de la ley de caducidad, pero no se ha avanzado lo suficiente en saber la verdad y mucho menos en profundizar la justicia. Y por sobre todas las cosas, no se ha hecho nada para desmantelar el aparato represivo de la dictadura. Sus miembros en servicio mantienen vigentes las prácticas de Gavazzo y compañía. Si no miremos el robo-secuestro- desaparición de los archivos e investigaciones que dificultarán aún más poder avanzar en este sentido. Una obra de los servicios de inteligencia del Ejército posible en un marco de impunidad vigente. Se suma a ello la asquerosa defensa del Ministro Huidobro a dichos servicios de inteligencia.
La impunidad, para el sistema político, es esencial garantizarla a cualquier costo. Porque no es solamente la impunidad para unos milicos jubilados. Es la impunidad para las instituciones represivas del Estado y para el sistema capitalista en su conjunto. Las garantías para operar en «guerras de baja intensidad» como le llaman, debe estar vigente para mantener el orden de todas formas en caso de ser necesario para las clases dominantes. Los defensores de la impunidad se renuevan: ya no es solamente Sanguinetti, Jorge Batlle, Lacalle; también el ya mencionado Huidobro, quien se ha mimetizado con sus captores de otrora a un grado asqueroso; Mujica también, señalando a estos asesinos como unos «pobres viejitos». Ellos también secuestran la verdad y la justicia. Ellos garantizan la vigencia de la impunidad. Es en definitiva, la necesidad de un sistema; del mismo sistema que ayer desapareció y asesinó.
Hoy, la represión continúa y es también parte de la política del sistema. El despliegue policial en los barrios más pobres de Montevideo con el pretexto de la «delincuencia», abonan un discurso de derecha, antipobres y de tinte más que reaccionario, donde bebe la reacción y el fascismo. La prensa, la policía, el gobierno, los patrones, el poder en su despliegue más atroz controlando y reprimiendo, aumentando la brecha social y generando condiciones para una sociedad cada vez más vigilada y represiva. Desde la derecha se oyen discursos pidiendo al Ejército en la calle, pero lo cierto es que ya está la Metropolitana convertida en la Guardia Nacional que ansiaba Gianola en los días de la represión del Filtro, patrullando zonas enteras, ocupando barrios. Parece ser el inicio de una política represiva ya vista en otras partes del continente y las consecuencias están a la vista.
Un solo camino: la lucha popular
La represión de ayer y de hoy, es el símbolo más claro de la continuidad de una política. Sobre los pobres de hoy y los desaparecidos de ayer se lanza la brutalidad del capitalismo. Una misma lucha es la que tenemos que desarrollar contra esta política del hambre y el garrote.
Para no olvidar a nuestros compañeros: retomar sus banderas, sus consignas, sus luchas, su metodología de trabajo. Esa es nuestra tarea hoy. Continuar la lucha de Spies, de Fielden, de Sacco y Vanzetti, de Gerardo Gatti y Victoria Grisonas, de Chizzola y León Duarte, de «Pocho» Mechoso y Miguel Arcángel Roscigna, de Telba Juárez y Elena Quinteros, y de todos aquellos que se jugaron la vida por el pueblo y por un porvenir de Justicia y Libertad. Esa sociedad que anhelaban nuestros mártires, nuestros compañeros, el Socialismo Libertario se construye día a día, en cada lucha, en cada organismo de base que generamos para organizar a nuestra clase, en cada asamblea, en cada periódico, en cada muro con una consigna que invita a la lucha derrotando la resignación. Ese mañana distinto será nuestro y de nuestros desaparecidos. Ese mañana se forja con lucha popular.
PARA LOS POBRES DEL MUNDO TODOS LOS TIEMPOS SON DE LUCHA!!
POR EL SOCIALISMO Y LA LIBERTAD!!
ABAJO LA IMPUNIDAD, ARRIBA LOS QUE LUCHAN!!!