De ese golpe, la clase trabajadora intenta recuperarse. Pero las herencias del período anterior están aún presentes, lo mismo que determinadas concepciones que colocan al movimiento sindical como furgón de cola de los gobiernos “de izquierda”, ya sea en forma totalmente sumisa, o intentando “marcarle el rumbo al gobierno”. Como sabemos, este gobierno profundiza un modelo social que genera mayor exclusión y pobreza, reforzando los mecanismos de dominación. Y como deseamos fervorosamente la emancipación de todo el pueblo, y sabiendo que en su seno el movimiento sindical cumple un rol importante, es que creemos imperioso discutir hoy, qué herramientas son necesarias para desarrollar un movimiento sindical, que en el sentido de una estrategia rupturista, cuadre en un movimiento popular más heterogéneo en su modalidad organizativa y composición.
El modelo sindical que heredamos
El movimiento sindical uruguayo se ha conformado con características y modalidades militantes poco propicias para desarrollar el protagonismo popular. Poco queda de aquellos principios impulsados por la FORU o el anarcosindicalismo, que fueron recogidos por los sindicatos autónomos, gremios solidarios y la Tendencia, en una larga continuidad histórica, acumulación de experiencias y de luchas. El modelo sindical que se ha implantado es aquel que impulsó el Partido Comunista; un sindicalismo burocrático, verticalista, apegado a las estructuras del Estado. Escasa o nula movilización, y si la hay en aras de presionar al Estado a laudar un convenio o aprobar una ley.
Dicha modalidad se consolidó y generó una cultura sindical, reduciendo los espacios independientes de los trabajadores. Y hoy, el movimiento sindical ronda entorno a estos mecanismos.
Por ejemplo, los Consejos de Salarios pertenecen a esa modalidad sindical, y se corresponden a una etapa anterior del sistema capitalista. Hoy, cuando se han reinstalado, vemos que los Consejos de Salarios van llegando al techo de sus posibilidades. Los mecanismos estatales de conciliación no sirven a los intereses de la burguesía y el Estado en esta etapa donde lo que prima como característica del sistema, es la desregulación. Otras dinámicas introdujo el capitalismo en las relaciones laborales y entre las clases, que viejos moldes –incluso en la concepción de la militancia sindical- no pueden contener. En definitiva, los Consejos de Salarios poco tienen hoy que ver con la dinámica actual del capitalismo como sistema social de dominación, más bien son una especie de panacea que pone en la cancha el gobierno para contener las demandas de los trabajadores y neutralizar el conflicto de clases. Pero, como decíamos, tiene su techo y de poco va a servir.
Desde nuestro punto de vista, un “sindicalismo de presión” ligado a los Consejos de Salarios no es útil para que se desarrolle un avance como clase, ya sea en materia política, como en conquistas concretas, que permita generar mayor conciencia en el seno de la clase trabajadora, permitiendo dicho avance político.
Además de que los Consejos de Salarios tienen un límite hoy, en su esencia, esta modalidad tiende a convertir a los sindicatos en oficinas de trámites ante el MTSS más que en organizadores de los trabajadores y la lucha. Y si hay lucha, esta es secuenciada, marcada por la negociación del convenio o en todo caso, o generada por la violación del mismo. La agenda de la lucha de los trabajadores viene marcada desde fuera del movimiento sindical, y el Estado se encarga de imponerla, quitándole independencia a los sindicatos a la hora de definir sus prioridades, métodos de acción, etc. Pero por sobre todo, el mecanismo de conciliación y arbitraje que representa los Consejos de Salarios coloca el protagonismo del accionar en la negociación y en el MTSS y no en el accionar de los trabajadores y en la construcción propia como clase.
Los Consejos de Salarios han permitido organizar y movilizar a una buena cantidad de trabajadores. Pero no puede ser el eje de nuestra tarea sindical. Más allá de sí mismo, como militantes sindicales debemos generar las condiciones para que los trabajadores se movilicen y tomen todas las medidas de lucha que crean pertinentes para obtener sus objetivos, incluso por fuera de los Consejos de Salarios. Hay que comenzar a romper esa dinámica perversa que coloca al Estado en medio de la relación capital- trabajo. Porque el Estado como instrumento de clase siempre está en manos de los patrones. La lucha frontal contra los patrones genera más conciencia de clase, organiza mejor e incentiva la participación militante de los trabajadores y su protagonismo, comprendiendo rápidamente que la solución de sus asuntos está en sus manos y no en una oficina estatal.
En definitiva, hoy no estamos frente al mismo movimiento sindical de los ’60, ni frente a la misma composición de las clases oprimidas ni frente a la misma etapa del sistema capitalista. Para ello, se necesitan esas nuevas herramientas de las que hablábamos.
La construcción
Entonces, ¿qué movimiento sindical hay que construir? ¿Cuál es el modelo sindical que impulsamos como FAU?
La discusión acerca de la construcción no abarca solamente al movimiento sindical, sino al conjunto del movimiento popular. Si reconocemos que el sindicalismo no cumple hoy el papel articulador de otrora, es necesario concebirlo inmerso en las luchas populares. Para desarrollar este planteo político, es necesario pensar en las modalidades de trabajo para generar una cultura paralela, una cultura de resistencia que permita construir un pueblo fuerte, un pueblo protagonista de su destino.
No alcanza con repetir fórmulas, dictar consignas o decretar el advenimiento de la revolución. Eso no genera ningún antagonismo de por sí ni tampoco protagonismo de la gente. Sólo reproduce una cultura de dominación, un sujeto social pasivo, espectador de una revolución que hacen otros, es decir, la vanguardia.
Nada de eso nos interesa, porque nada de eso construye poder popular. Para construir poder popular, es decir, la capacidad de acción y decisión del conjunto de las clases oprimidas, debemos generar en cada ámbito social ese protagonismo del pueblo. Los sindicatos no escapan a ello, y forjando el protagonismo de los trabajadores contribuimos a fortalecer al movimiento popular.
La clase trabajadora integra un conjunto, disperso hoy, de clases oprimidas. Excluidos, trabajadores por la cuenta, recicladores, etc., forman parte de dichas clases oprimidas junto con la clase trabajadora. Todos estos sectores se hayan sojuzgados por el sistema, tanto a nivel de la explotación económica, de la dominación ideológico-política y cultural. Nos une un mismo enemigo y una misma situación. Y es este conjunto de clases oprimidas el que va a impulsar una sociedad diferente; son las clases oprimidas el sujeto social de cambio. Los trabajadores son parte integrante de ese frente de clases oprimidas. Y es por ello que sostenemos la necesidad de una nueva articulación de lo social, y por eso mismo hablamos de una nueva modalidad sindical, volcada, inmersa en todas las luchas que se desarrollen.
Desarrollar el protagonismo de la clase trabajadora es esencial para caminar en esta dirección. Y si hablamos de construir poder popular, hablamos no sólo de generar un verdadero protagonismo de los trabajadores en las luchas, pero también en la vida cotidiana de los sindicatos y comités de base de cada centro de trabajo. Dicho protagonismo debe ir acompañado de la generación de una confianza en las propias fuerzas. Los trabajadores deben poder mirarse a sí mismos y a su organización sindical con fe en sus posibilidades, saber de qué son capaces como clase, de qué se puede obtener con la fuerza que da la unión. La confianza en las fuerzas propias se genera luchando, obteniendo victorias y lecciones útiles para continuar la marcha.
La metodología debe diferenciarnos del resto de las opciones sindicales. Una metodología que propicie la acción directa debe encauzarse en el encuentro de todos aquellos que luchan con una perspectiva clasista. Por ello, es necesaria la confluencia de estos sectores militantes, e ir al rescate de la rica historia de la Tendencia, que marca un camino.
La Tendencia de los ’60 y ’70 brinda elementos sustanciales para el accionar hoy. No se pueden hacer traslados mecánicos, pero aquella Tendencia supo tejer la acción directa de los trabajadores en todos los conflictos sociales. Tendencia que como línea sindical pesaba en la interna de los sindicatos, e incluso aglutinaba federaciones enteras. Hablamos de miles de obreros y trabajadores educados en la solidaridad, la pelea constante contra el patrón, en la independencia de clase, con un buen nivel organizativo y de conciencia. Y hablamos de una Tendencia que expresaba la combatividad y la presencia activa de los trabajadores. Tendencia que recogía una experiencia histórica, como ya señalamos. Tendencia que hoy es un espejo en el cual reflejarnos, adaptando su accionar a las características del movimiento sindical actual.
Pero si bien concebimos la tarea de Tendencia hoy como importante, como articuladora de todas las expresiones clasistas en el medio sindical, creemos que la situación de la clase trabajadora amerita hoy algunas reflexiones previas que nos permitan desarrollar en el seno de cada sindicato un nuevo modelo sindical
Las tareas
No existirá construcción de un nuevo modelo sindical si no ajustamos cuáles son las tareas concretas a desarrollar en cada sindicato. Sin militancia acertada, enfocada en los verdaderos problemas de los trabajadores, no habrá construcción posible. Dichas tareas deben guardar relación con la situación actual del movimiento sindical.
En el presente, el movimiento sindical ha crecido. Miles de nuevas afiliaciones se han registrado a los sindicatos y cientos de comités de base se han conformado. La organización crece, pero a todo eso hay que darle forma. Además, aún no han tomado plenamente cuerpo y dinámica de sindicato dada su corta existencia. Hay un trecho por recorrer y un aprendizaje por hacer de miles de trabajadores.
¿A qué llamamos darle forma? A que esos nuevos sindicatos no caigan en la dinámica que impone el Estado; que rompan el cordón umbilical que los ata a los Consejos de Salarios y a la vieja modalidad sindical que aún impera. Eso, sólo se logra mediante el desarrollo de tareas en cada empresa que permitan pelear mejores condiciones de trabajo, categorías, salud laboral cara a cara con la patronal, y buscar los mecanismos para rebasar los marcos de los Consejos para pelear el salario. A ello, van unidos los métodos de lucha: asamblea y participación directa de los trabajadores en todos sus asuntos, fomentando su protagonismo en la lucha y en la decisión de cada uno de los aspectos de ésta. La misma consideración deben hacerse para las medidas que se adopten, confrontando directamente con la patronal, quitando de en medio la mediación estatal lo más posible. Sólo la lucha y el trabajo constante genera conciencia y la posibilidad de encarar y profundizar discusiones de carácter político- estratégico para la clase trabajadora.
Por otro lado, en los sindicatos deben encararse otro tipo de tareas, aquellas que tal vez no tengan directa relación con la problemática sindical, pero que cubren un área más amplia, que podríamos llamarla social. Ampliar las preocupaciones del sindicato a situaciones más concretas que enfrentan los compañeros, generar otro tipo de vínculos entre los trabajadores, son tareas que deben ser encaradas para potenciar la construcción de sindicatos generadores de una cultura paralela. Lo fundamental es la presencia militante en todas aquellas cuestiones que involucran a los trabajadores. Estar en todas las tareas prioritarias, de modo de abrir la posibilidad de construcción sobre nuevas bases de una realidad sindical diferente.
Estamos, en definitiva, frente a una etapa de construcción del movimiento sindical, o reconstrucción podríamos decir, pero en una etapa diferente y con realidades que enfrentar también diferentes. No podemos hacer traslados mecánicos y sí hay que ser muy creativos a la hora de generar en los sindicatos el involucramiento y protagonismo de los trabajadores. Porque no se generará en el futuro una cultura de resistencia, de pelea continua, de avance popular si desde hoy no hacemos germinar una metodología diferente en el trabajo sindical: participativa, antiautoritaria, clasista y que promueva el combate.
En resumen, las tareas concretas deben ser elegidas a la luz de la realidad del gremio (entendido como rama profesional) y del sindicato, que permitan ir construyendo esa cultura paralela, antagonista, que refuerce la cultura del trabajo y de la emancipación.
A modo de conclusión
Las tareas concretas para el hoy van unidas a la construcción sindical que debemos y queremos realizar. Se enmarcan en una estrategia de ruptura con el sistema capitalista, estrategia de largo plazo, pero que no llegará jamás si desde el hoy no forjamos el poder popular en cada lucha concreta y en cada organización social. Porque sin protagonismo del pueblo es imposible construir una sociedad diferente, igualitaria, antijerárquica, socialista y libertaria. La construcción de dicha sociedad necesita del aporte de la clase trabajadora, de sus conocimientos, de su lucha y para desarrollar la producción en esa sociedad diferente. Hoy, los valores de clase que se generan y reproducen en el medio de la clase trabajadora son pilares fundamentales que cimentarán esa nueva sociedad a la que aspiramos.
Sólo rompiendo con el viejo modelo sindical, que sigue vivo aún, será posible llegar a ese objetivo. La construcción de un nuevo movimiento sindical permitirá entonces, articular de una manera adecuada todas las expresiones populares que anhelan un mundo diferente.
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