Las nuevas fábricas.

¿Cómo te llamás?
Soy un ciego sentado
En el atrio de mi deseo
Mendigo tiempo
Río de pena
Lloro de alegría
¿Qué palabra te dirá?
¿Qué hombre te nombrará?

No importan los jedores del suelo. No importan los jedores que se desprenden del suelo de las esquinas. Lo cierto es que cada día asisten con baldes, aguas enjabonadas, lampazo de mano y un paño.
Son obreros que amontonan sus morrales cargados de historias pobres.
Pero después, también en otras esquinas, en otras avenidas, y detrás de todo disfraz, está el laburante en búsqueda del sustento. Arlequines, payasos, malabaristas y zanquistas; nos maravillamos de sus habilidades y de lejos, nos ríen los ojos y se nos llenan de colores los corazones. A veces nos ven ciegos y tal vez lo estemos.
Hay dos hermanos que distribuyen un pergamino con frases de amistad y de amor en la línea COETC por la calle Rivera y cada vez es más difícil la ida y la vuelta. El debe tener unos once años y ella tal vez uno o dos menos.
Nos fumamos el cigarrillo de franja naranja (free shop) y nos es más barato y los bagayeros son, bagayeros de oficio y ese oficio es de las fábricas de los pobres.
Hay un gremio que va expandiéndose sin que nadie los nombre, los cuida coches van «sanando» las calles con sus miserias humanas y para muchos ya es un paisaje molesto.
Así transcurren las canciones, el folclore de un pueblo que sufre y que vergüenza le da comprar pan tarifado.
El carnaval es casi lo mismo y casi profesional. Ya no hay anti- murga que nos haga explotar la ilusión. Las murgas no hacen escuela… sino se rebelan.
Entretanto, el movimiento popular da una pelea diríamos, tímida en cuanto a su fragmentación, pero que no deja de ser un embrión esperanzador para objetivos que dignifiquen a la clase pobre y su sentimiento.
Las nuevas fábricas gozarán de la fertilidad en tanto se organicen, en tanto nos organicemos.
Por lo tanto, organizarse y resistir conlleva en lo cotidiano un cambio serio de actitud.

 

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