Aquellos bravos luchadores anarquistas que hoy recordamos pelearon duro contra las brutales condiciones sociales en las que vivía el trabajador en aquella época. Hoy a 118 años de ese acontecimiento, que marcó a fuego las luchas obreras, las condiciones del trabajador, de los de abajo, particularmente en nuestro continente latinoamericano, son semejantes. Los asesinos de hoy en Afganistán, Irak y otras partes del mundo, este brutal imperialismo norteamericano, fue el asesino de aquellos peleadores obreros que pasaron a la historia en el mejor de los recuerdos del imaginario de los trabajadores: los Mártires de Chicago.
La rapacidad, el odio antipueblo de la burguesía norteamericana, fiel representante de un sistema, no ha disminuido. Hoy es hegemónico en una estructura imperial que diezma las poblaciones del mundo, que las sume en la miseria más atroz. A los que reniegan de la lucha, a los resignados a vivir en el marco de este sistema no les emociona invocar aquellos combates, como el de los Mártires de Chicago, que estaban llenos de un mensaje de transformación social a fondo, de guerra de clase. Por eso no son pocos los que han querido que los Mártires de Chicago como tantos otros luchadores queden en el olvido, mediante reconciliaciones varias, seguirán intentándolo en vano. Las esperanzas no se matan, las injusticias no se olvidan, no puede haber resignación de vivir en la miseria en un mundo miserable, en un orden social mezquino e inhumano. El mantener vivos a los caídos es una tarea de todos los días, siendo concientes de nuestro pasado es que podremos sembrar nuestro futuro.
Aquel 1º de Mayo de 1886.
Sacrificadas peleas obreras habían logrado disminuir jornadas de trabajo de 16 y 14 horas. Hasta habían arrancado proyectos de ley en algunos Estados, a nivel de cuerpos legislativos, entre ellos el de Illinois, a favor de las 8 horas. Por supuesto fueron proyectos de letra muerta. La Federación de las Asociaciones obreras de los Estados Unidos y Canadá, viendo que sólo la acción directa podía lograr la reducción de la jornada a 8 horas, que lo demás eran promesas que nunca se cumplirían, que la explotación seguiría con la crueldad conocida, resolvieron en 1884 que el 1º de Mayo de 1886 sería el momento para librar la batalla proletaria.
A la actividad de la prensa anarquista, en especial del “Arbeiter Zeitung”, se debe, en gran parte, la ambientación y generalización del movimiento. Al mismo tiempo muchos oradores organizaron mitines y conferencias agitando los ánimos obreros. El sábado anterior al 1º de Mayo hay demostraciones de tal magnitud que evidencian el grado de adhesión con que ya contaba la medida. Se dice que no había antecedente de una manifestación obrera tan imponente, ni siquiera las realizadas en París tiempos atrás se le asemejaba. En esta manifestación Parsons, Fielden, Schwab, Spies, fueron los oradores que llevaron el mensaje de combate y esperanza. El mismo 1º de Mayo, Spies publicó un artículo que decía: “Ya está echada la suerte. El 1º de Mayo, cuya significación y trascendencia apreciará el porvenir, ha llegado. Durante veinte años el pueblo trabajador ha pedido en vano la jornada de trabajo de 8 horas. Los años pasan y la reforma no viene.
Por fin, los trabajadores han resuelto que la jornada de las ocho horas sea un hecho desde el 1º de Mayo de 1886. “Ésta es una petición injusta”, ha dicho la prensa venal y burguesa… y han llenado a los trabajadores de calificativos insultantes. Pero los hechos se han apresurado. Ha progresado la agitación y es cada día mayor el número de los que piden la reducción de las horas de trabajo. A medida que los acontecimientos se han precipitado, el lenguaje de los explotadores y sus secuaces ha subido de tono. Lo que antes tenían por injusto, lo encuentran ahora criminal y desprovisto de sentido común y patriotismo. Ahora pretenden de que todo son manejos de anarquistas criminales, cuyo objeto es engañar y abusar de los obreros para hacerles ingresar en sus filas. ¡Hombres del trabajo preparaos!. …Vuestros enemigos echarán mano de todos los medios, del hambre y de la fuerza”. El 1º de mayo de 1886 se inició la huelga por las 8 horas. En esos momentos muchos trabajadores cumplían una jornada diaria de entre 14 y 16 horas. Los anarquistas, que contaban con una fuerte presencia apoyaron todas las movilizaciones por las 8 horas.
El 1º de mayo el paro fue total, una movilización de 600 mujeres que trabajaban es sastrerías fue víctima de la represión policial. El 2 de mayo hubo un mitin de los obreros de Mac Cormick, que protestaron por 1.200 despidos. El 3 de mayo hubo un mitin cerca de Mac Cormick.Coincidió éste con la salida de un turno que no había parado, se fue hasta la fábrica y la misma se apedreó. Llega la policía y reprime a los obreros. Con tal saña lo hacen que deja 6 muertos y un tendal de heridos. Las publicaciones obreras en ese momento tenían un gran tirada. Circular del Desquite se llama al manifiesto publicado por Spies, al otro día de la represión; éste decía: “Ayer, frente a la fábrica Mac Cormick, fusilaron a los trabajadores. ¡Su sangre pide venganza!… Si se fusila a los trabajadores responderemos de tal manera que nuestros amos lo recuerden por mucho tiempo…”.
El día 4 se convoca a un mitin, concurren 25.000 personas. Los oradores fueron Spies, Parsons y Fielden. Al final ya cuando la gente comenzaba a irse se presentó la policía. Cuando ésta intentó comenzar la represión, cayó sobre ellos algo que origina un gran estruendo, dejando en el piso a más de 60 policías, de los cuales 8 resultaron muertos. La represión fue cruel. Seguido a esto se detuvieron obreros, se allanaron casas. Los oradores fueron detenidos. Se prohibieron los mitines, se cerraron diarios. Desde la prensa oficial se reclamaba la “crucificación”. Se utilizaron toda clase de artimañas para acusar a los anarquistas. Parsons, al cual no habían encontrado, decidió entregarse, para seguir la suerte de sus compañeros. El 20 de agosto 8 obreros fueron condenados. Neebe fue condenado a 15 años de cárcel. Schwab y Fielden a cadena perpetua. Lingg, tenía prontas 2 bombas, moriría pero se llevaría a los carceleros. En una requisa se las encontraron, de todos modos pudo suicidarse un día antes de la ejecución.
El 11 de noviembre 4 anarquistas fueron ejecutados: Spies, Fischer, Engel y Parsons. Antes de morir, con total dignidad y entereza nos dejaron estas palabras de aliento y esperanza: Augusto Spies: “Si yo hubiera arrojado la bomba no vacilaría en afirmarlo aquí. Cierto que murieron algunos hombres y fueron heridos otros más. ¡ pero así se salvó la vida de centenares de pacíficos ciudadanos! Por esa bomba, en lugar de centenares de viudas y huérfanos no hay más que unas cuantas viudas y huérfanos. Al dirigirme a este tribunal lo hago como representante de una clase enfrente de los de otra clase enemiga. El veredicto y su ejecución no son más que un crimen maquiavélicamente combinado y fríamente ejecutado, como tantos otros que registra la historia de las persecuciones políticas y religiosas. Es la anarquía a la que se juzga. Yo me sentencio porque soy anarquista. Podéis sentenciarme, pero alimenos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia”.
Alberto Parsons: “Yo como trabajador he expuesto los que creía justos clamores de la clase obrera, he defendido su derecho a la libertad y a disponer de los frutos del trabajo. En los veinte años pasados mi vida ha estado completamente identificada con el Movimiento Obrero en América, en el que tomé siempre una participación activa. Se nos ha acusado ostensiblemente de asesinos y se acaba de condenarnos como anarquistas. Pues bien: yo soy anarquista. ¿Creéis que la guerra social se acabara estrangulándonos bárbaramente? ¡A no¡ Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero. Quedará el veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado por tan poca cosa!”.
Jorge Engel: ¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un orden social donde sea imposible que mientras unos amontonen millones otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencias deben ser utilizados en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar. No niego que yo haya hablado en varios mítines, afirmando que si cada trabajador llevase una bomba en el bolsillo, pronto sería derribado el sistema capitalista. Esa es mi opinión.
Adolfo Fischer: “En todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal en que una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora responde que las censuras son infundadas, y atribuye el descontento a la influencia de ambiciosos agitadores. La historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas de pro se abandonan con la supresión de algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores. Pero aunque los obstáculos que se opongan al progreso parezcan insuperables, siempre han sido vencidos, y esta vez no constituirán una excepción a la regla”.
Luis Lingg: “Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras aliente. Os reís probablemente, porque estáis pensando: ya no arrojaréis más bombas. Pues permitidme que os asegure que muero feliz, porque estoy seguro que los centenares de obreros a quienes he hablado recordarán mis palabras, y cuando hallamos sido ahorcados ellos harán estallar la bomba. Os desprecio; desprecio vuestro orden, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad. ¡AHORCADME!.”