En el escenario internacional, estamos atravesando cambios importantes en las correlaciones de poder que no comenzaron ahora, pero que han ganado mayor intensidad con los acontecimientos de los últimos años.
Tras el final de la Guerra Fría y la derrota del bloque del Socialismo Real, comenzamos una fase de lo que convencionalmente se ha llamado un mundo unipolar, con EE.UU. centralizando todo el poder e influyendo sobre el resto del mundo, sin mucha resistencia, en una globalización dictada por los faros de las transnacionales y los valores occidentales (contando con partidarios militar-ideológicos y protectorados político-económicos como apoyadores) de gran parte de Europa Occidental, así como de Japón, Corea del Sur, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y el Estado de Israel, basado en el sionismo y apartheid racista.
Por otro lado, desde las décadas de 1970 y 1980, los niveles de vida alcanzados por estos países han ido mostrando signos de importante deterioro, algo que fue fundamental para mantener bajo control y en línea con su política, a la mayoría de sus clases oprimidas.
Ahora estamos atravesando el apogeo de la política neoliberal que se creó durante la guerra fría y se convirtió en la única verdad aceptada por los economistas oficiales y los gobiernos en la mayor parte del mundo; décadas de esta política han visto a la sociedad absorbida y precarizada casi hasta el agotamiento.
Cuando este modelo falla, hay dos posibilidades: o una revuelta popular o el sistema necesita reinventarse. Lo que estamos viendo es que el sistema se reinventa a sí mismo.
En este nuevo reordenamiento del sistema vemos emerger una nueva esfera de influencia internacional. Liderada por China, comienza a formarse un nuevo bloque de poder no blanco y no occidental, que comienza a diseñar un mundo multipolar en el que la hegemonía del eje atlántico comienza a resquebrajarse – todo en medio de un ambicioso proyecto de desarrollo que ha perdurado durante décadas, basado en la planificación centralizada en el Estado, la explotación intensiva de la clase trabajadora, la eliminación de la oposición interna y con etapas de desarrollo bien marcadas. La República Popular China es ya la mayor potencia industrial del mundo y poco a poco se convertirá en la mayor potencia económica. Si aún no se compara con el poderío militar de Rusia y EE.UU., ha realizado importantes inversiones en este sector en los últimos años.
En linea con lo anterior, China se está transformando de un país con una industria de productos industriales baratos y de segunda, a una potencia con tecnología de punta, abriendo su mercado, pero incorporando tecnologías avanzandas y condicionando el desarrollo de tecnologías propias. En este contexto, sectores de la izquierda alimentan una visión ilusoria del «socialismo chino», que en realidad es un capitalismo de Estado, situando este país al frente de una lucha antiimperialista.
Se trata de avances para hacer frente al poder de EEUU, ya que por el momento es imposible una disputa bélica en las formas más clásicas o intentar dominar a otros países por la fuerza. Con proyectos como La Nueva Ruta de la Seda que cumple su primera década, China pretende integrar a los países, especialmente del Sur Global, a un proceso complejo que implica fuertes inversiones en infraestructura y traslado de ciertas producción a más de un centenar de países en el mundo, especialmente en busca de materias primas.
Si hace décadas bastaba con la cooptación de las élites locales por parte del Imperio norteamericano y la sumisión total de las naciones a los regímenes expoliadores dictados por organismos internacionales (como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), hoy el capitalismo necesita reinventarse. Sin duda, en esta etapa de consolidación del poder chino, la “asociación” es más estratégica que la subordinación directa. En primer lugar, porque necesita enfrentarse a un poder aún mayor que el suyo; y segundo porque la característica del capitalismo chino necesita de estas nuevas relaciones. Sin duda hay avances en el poder adquisitivo de la población en el escenario de este nuevo bloque, pero de ninguna manera podemos llamarlo Socialismo o estaríamos usando viejos conceptos para nuevos significados. La sociedad seguirá estando basada en clases y esta es la etapa inicial de un mundo nuevo que no se da.
Si la República Popular China triunfa y Estados Unidos resulta derrotado (situación que no se presentará hasta dentro de unas décadas, como coinciden la mayoría de las previsiones), las relaciones se adaptarán a un nuevo escenario.
Otro tema importante es que el Imperio no verá sin moverse el derrumbe de su influencia, lo que puede generar ataques a países (incluido América Latina) que amenacen con ponerse del lado o, al menos, dejar al dólar en sus intercambios internacionales, por ejemplo.
La Guerra de Ucrania es un hito importante de estos cambios en el orden geopolítico. La invasión rusa de Ucrania expresa tensiones profundas entre la OTAN liderada por Estados Unidos y la Federación Rusa y sus tradicionales zonas de influencia. Justamente, Rusia es un país que, tras la desastrosa transición al mercado de 1990, decidió salir del área de influencia neoliberal de EE. UU., buscando invertir en una recuperación de su desarrollo interno, sin dejar de afirmar su influencia imperial en Europa del Este y el Cáucaso como lo mostró con toda brutalidad la segunda guerra de Chechenia.
En Rusia bajo el gobierno autoritario de Putin, que se prolonga ya por mas de dos décadas, se combina el nacionalismo imperial de derecha con aspectos desarrollistas, buscando superar lo que percibe como la época de humillación internacional encarnada en el gobierno Yeltsin (quien paradójicamente designó a Putin como su sucesor), con una política interna fuertemente autoritaria, contraria a las minorías nacionales, anti-lgbt y antipopular.
Por otro lado, Ucrania profundizó su alineamiento internacional con la Unión Europea y la OTAN, ya desde las revueltas populares del Euromaidén de 2014 contra el gobierno de Yanukovich, hechos donde se presentó un gran protagonismo de la derecha radical,y que desembocaron en la ocupación rusa de Crimea y la guerra civil en el este del país. La guerra interna generó una situación de derechización y exacerbación nacionalista, que llevó a la participación en Ucrania de grupos neonazis en sectores de las fuerzas armadas y el gobierno, así como de grupos neofascista pro rusos en los sectores separatistas.
Europa asume una posición de total subordinación a los intereses de la política internacional de Estados Unidos de una forma que se vuelve humillante, con un trabajo en el ámbito cultural tan intenso que las opiniones contrarias, incluso en sectores de izquierda, son rápidamente anuladas.
Sosteniendo una guerra que implica un aumento del costo de la vida, con tasas de inflación nunca vistas durante generaciones en Europa occidental y la amenaza de la desindustrialización, además del aumento del costo de la energía y los artículos básicos, ya se perciben revueltas populares, habituales en Francia, pero no tan habituales en Inglaterra y Alemania como los que no se han visto en esos países durante años.
Es aquí donde radica uno de los grandes peligros que enfrentamos no solo en Europa, sino en otras partes del mundo, en la disputa por la hegemonía de la influencia internacional.
Desde hace algunos años, la revuelta contra el empeoramiento de las condiciones de vida ha sido liderada por la extrema derecha, que en muchos lugares ha logrado robar el discurso antisistema de la izquierda, una táctica que también presenciamos en Brasil con algunos elementos de la propaganda bolsonarista, pero también en EE.UU com Trump y Europa con Brexit, Afd y Le Pen, por ejemplo.
El escenario nos presenta gobiernos conservadores, ultranacionalistas y radicales de derecha consolidados en Europa (como en Hungría, Polonia e Italia), así como un movimiento creciente en Francia, España, Portugal, entre otros. Una verdadera Internacional de intenciones fascistas se organiza en toda Europa, con los pies plantados en varios países del sur global. Dichos partidos y movimientos han tenido más o menos éxito en las elecciones, dependiendo de los contextos nacionales, pero se consolidan como fuerzas políticas de primer orden y guían el discurso y cooptan partes de las clases oprimidas en todas partes.
Toda esta situación se suma a las luchas internacionalistas más antiguas, como el aumento de la persecución, criminalización y violencia contra los migrantes, especialmente en Europa; invasiones, asesinatos y avances paramilitares contra territorios zapatistas en Chiapas; los bloqueos contra Cuba y Venezuela; los ataques sistemáticos a la gloriosa revolución de Rojava y a los territorios kurdos por parte de Turquía (un país miembro de la OTAN, por cierto); además de la incansable resistencia del pueblo palestino contra el régimen del apartheid, el terrorismo de Estado y la brutal colonización, cada año más fuerte y violenta, perpetrada por el estado sionista con apoyo financiero, logístico e institucional de Occidente.
Todas son luchas y movimientos que tenemos que mirar detenidamente y movernos para entender sus impactos, nos solidarizamos con los pueblos y nos posicionamos en el ir y venir de los acontecimientos, atentos a las consecuencias para nuestros territorios y nuestra ideología.
Nuestra América Latina
Mientras tanto, en América Latina, la miseria y pobreza aumentan, al mismo ritmo que se despliegan políticas de extracción de recursos y saqueo. Tenemos la problemática del agua en Uruguay, país que no carece naturalmente de recursos hídricos, pero la forestación, las plantas de celulosa y el monocultivo sojero están consumiento el agua potable. Durante más de dos meses no hubo agua potable en la zona metropolitana, sino agua con altos índices de sodio y cloruro. Ejemplo claro de una política de saqueo,en esta etapa donde el capitalista es claramente ecocida y genocida. Por otro lado, el movimiento popular uruguayo se apronta para iniciar una campaña plebiscitaria en defensa de la seguridad social y jubilaciones, intentando mantener la edad jubilatoria en los límites anteriores y eliminar las aseguradoras privadas.
En Argentina, la extracción y contaminación del agua, el desmonte, la depredación de la fauna, el monocultivo, la megaminería, las quemas, el frackingy el uso de agroquímicos son parte de las acciones que este sistema utiliza para hacerse con los recursos, expulsando progresivamente a la población de su territorio hacia los márgenes de las grandes urbes, promoviendo la pobreza, el desempleo y facilitando el control y la represión.El litio aparece como un recurso apetecido por las grandes multinacionales de la energía. Fue uno de los motivos del golpe de Estado en Bolivia en 2019, de la actual dictadura de Boularte en Perú y su brutal represión con más de 60 muertos, la «dictadura» de Morales en Jujuy (Argentina) y su feroz represión también, con métodos que recuerdan períodos oscuros de la historia del continente.
Después de ver levantamientos populares que bordearon la insurrección en algunos lugares, los mismos dan paso a varios gobiernos de izquierda (o, más precisamente, en su mayoría alianzas de centro-izquierda), gobiernos que no dieron ni darán la respuesta que la población quería- sino todo lo contrario, como en el caso chileno, en el que la concertación que llevó a Boric al gobierno ahora practica políticas de austeridad, aumento de la violencia y militarización de los territorios indígenas, para dar sólo un ejemplo. En Argentina, hoy estamos viviendo las consecuencias de décadas de cooptación y amoldamiento que sobre los movimientos sociales y sindicales hicieron los gobiernos autoproclamados progresistas post estallido del 2001. El direccionamiento de partidos a canalizar la lucha a la timba electoral, con el «no hacerle el juego a la derecha», se buscó -y se busca aún ahora en el fin de mandanto de Alberto Fernández- a cuidarles la gobernalidad a costa de un empeoramiento alarmante de las condiciones de vida.
Esta misma población es cortejada por movimientos de extrema derecha que, como en otros lugares, se han apropiado de un discurso antisistema. La izquierda reformista trata de oponerse utilizando las armas que viene utilizando en las últimas décadas: el discurso legalista de respeto al Estado Democrático de derecho y una defensa abstracta de los ideales democráticos, evocando un discurso moral contra el fascismo.En el caso de Chile es posible que Kast (candidato de extrema derecha) gane las próximas elecciones e incluso, la tan mentada reforma constitucional que Boric quiere aprobar a toda costa, sea más reaccionaria que la actual elaborada por la dictadura de Pinochet.
En Colombia, donde también se ha instalado un gobierno de centro-izquierda, el eje fundamental está puesto en lograr acuerdos de paz con las distintas guerrillas y avanzar tímidamente en la reforma agraria. El ELN (Ejército de Liberación Nacional) ha sido crítico de los procesos anteriores (donde hay miles de muertos, incluyendo más de 350 firmantes del Acuerdo de Paz y alrededor de 1,534 líderes sociales), y pretende involucrar al conjunto de la sociedad en el debate, centrándolo en las urgentes necesidades sociales que han motivado históricamente a la violencia en el país. Por su parte, los grupos paramilitares y del narcotráfico no se desarman ni van a entregarse. Es fuerte allí el peso de la ayuda militar de Estados Unidos(con antecedentes no lejanos en el Plan Colombia desde el año 2000) junto con el equipamiento, entrenamiento y cobertura a las acciones antiguerrilleras y de «guerra sucia» que resultaron en miles de «falsos positivos», es decir, ejecuciones extrajudiciales y masacres a campesinos y jóvenes populares que el Ejército colombiano hizo pasar por enfrentamientos con la guerrilla en su continua campaña de desinformación y terrorismo. Queda por verse cómo se desarrolla la situación en Colombia, y especialmente qué hace la derecha ante su pasada derrota presidencial pero paulatino fortalecimiento y actividad en los últimos meses. El pueblo colombiano ha dado una gran lección de dignidad y combatividad en las movilizaciones de 2021 y en las anteriores instancias también (2019 y 2020). Allí hay importantes reservas para continuar en la construcción de un pueblo fuerte, incluso tras el enfriamiento que ha supuesto la llegada del progresismo al poder y la subsecuente semi-tregua de los movimientos sociales con el gobierno.
Si de Terrorismo se habla, Perú debería llevarse el primer puesto o uno de los primeros en estos momentos. El «terruqueo» que se hace desde las instituciones es constante. Ya lo vimos en la campaña electoral y continúa ahora ante cada movilización popular. El 19 de julio se realizó la tercer marcha o «toma» de Lima. Desde el gobierno y la prensa se insititó en que Sendero Luminoso y el MRTA están activos y generando «desestabilización»; que se admite la protesta, pero dentro de lo permitido. Claramente, la guerrilla en Perú no está activa. Ha sufrido fuertes golpes en los años 90, bajo el gobierno de Fujimori, sector que hoy gobierna y que, de hecho, está en el poder. La campaña es fuerte y se basa en mentiras increíbles. Castillo fue colocado como «un comunista» en la campaña electoral y por eso mismo no se lo ha dejado gobernar y se le ha do el golpe de Estado. Lejos está Castillo de ser muy de izquierda, el capitalismo y las clases dominantes peruanas no toleran a nadie que no sea reaccioanrio. También allí hay un tema de clase y étnico-racial. Los de arriba en Perú no toleran que alguien que viene del movimiento social llegue a la presidencia, y tampoco que sea indígena o mestizo. Ello significaría el ascenso social de una fracción de los sectores populares indígenas (tal cual ha ocurrido en Bolivia), que las clases dominantes peruanas -con gran herencia colonial- no están dispuestas a tolerar ni aceptar. Tampoco toleran la movilización de los sectores populares en protesta a la dictadura de Boluarte, tal que a la fecha van 48 víctimas mortales de la represión y cientos de heridos.
Por su parte en Ecuador la situación sigue tensa, a lo que se suma el asesinato de un candidato presidencial, presumiblemente por el narcotráfico. El movimiento campesino presiona en la mesa de negociación al gobierno y cada tanto se moviliza. Estamos hablando de países donde hubo revueltas populares. Allí eso está presente aún. Decíamos en materiales anteriores que en nuestro continente transitamos en un ciclo de protestas y revueltas abierto desde 2019 y que ese ciclo aún no se cerró. Los pueblos seguirán buscando en las calles soluciones a los angustiantes problemas sociales y nuevas alternativas políticas con independencia de clase.De esas revueltas podemos decir con claridad que han sido de amplia participación popular, verdaderas «puebladas», donde se han expresado en las calles, campos y rutas la más amplia diversidad de nuestros pueblos. Un verdadero Frente de Clases Oprimidas en acción, unidos por objetivos y situaciones concretas, articulados en espacios sociales amplios y de coordinación para la lucha. No es poco lo hecho en estos últimos años y esa experiencia no cae en saco roto, va seguramente a germinar con mayor intensidad.
Podemos decir que allí están las alternativas: la movilización popular por soluciones a los problemas sociales, contra el autoritarismo, en clave de Resistencia y contra el saqueo o el avance de las concepciones más retrógradas, en algunos casos, netamenete fascistas. No podemos negar que grandes sectores de la población no encuentran salida a sus problemas pidiendo respeto al sistema y muchos caen en el »canto de sirena» del fascismo y la extrema derecha, que cuentan con amplios medios para su difusión, más el claro apoyo de EEUU, expresado claramente por la Jefa del Comando Sur. La influencia de la extrema derecha varía en América Latina, hay países donde la derecha más liberal todavía tiene más influencia, como Uruguay, y otros, como Brasil, donde al menos el 20% de la población está muy influenciada por las ideas fascistas. Los ritmos de desarrollo en cada país de este fenómeno y otros, varían, son distintos. Pero hay un avance de ideas autoritarias que es innegable en la región, tal como señalamos, ocurre en Europa y otras partes del planeta. La derecha, las clases dominantes y el imperio norteamericano no se van a quedar quietos y van a continuar trabajando para profundizar su dominación sobre el área y controlar ideológicamente también a nuestros pueblos.
Aunque no sea la mayoría, es sin duda una parte de la población que se ha movilizado en los últimos años en varios países, incluyendo acciones de vandalismo, invasiones y un discurso alineado con apariencia radical, impulsada por sectores de extrema derecha. En este escenario, debemos ser honestos con nosotros mismos: la influencia de la izquierda de intención revolucionaria es mínima. Por otro lado, la «izquierda» y centro izquierda institucional no confrontan ni quieren confrontar con los sectores fascistas y reaccionarios. Cuidan su chance de ser gobierno captando el voto de los mismos sectores sociales. El caso de Brasil es claro: un importante sector de la población votó por Lula en el pasado, luego por Bolsonaro, ahora otra vez por Lula…Pero el fascismo y los golpes de Estado no se frenan en las urnas, solo con lucha popular en la calle y a todos los niveles.
Algo similar sucede en Argentina que en un contexto de una pobreza creciente a niveles insostenibles (uno de cada dos niños es pobre) y en las puertas de una hiperinflación, la escena política está atravesada por las elecciones provinciales y nacionales. En donde las PASO (primarias abiertas simultáneas obligatorias) posicionaron en primer y segundo lugar a candidatos de derecha, con propuestas privatizadoras, de flexibilización laboral y ajuste profundos sumado a un discurso pro “mano dura”, negacionista de la última dictadura. En tercer lugar se encuentra el candidato del gobierno actual, que decidieron en las últimas semanas devaluar abruptamente el peso argentino acelerando la inflación y, así, haciendo una vez más pagar a los y las de abajo las consecuencias de la situación económica y social actual.La sorpresa por el “fenómeno Milei” en parte de la militancia política y sectores medios es directamente proporcional al alejamiento de las construcciones de base de los sectores populares. La pasividad de numerosas conducciones sindicales y movimientos sociales también hicieron su trabajo. La “tregua” ofrecida a Alberto-Cristina-Massa por parte de estas conducciones, termina exponiendo un clima social y un descontento que fue canalizado por sectores reaccionarios, que a su vez compiten por ver quién tiene la receta de acelerar el ajuste contra el pueblo. Mientras tanto en cada barrio avanza el narco y la violencia social que fagocita la vida de nuestros pibes, mientras tanto se profundiza la pelea de pobres contra pobres, bien reflejada en el documento esclarecedor de FAU de 2010 “La Fragmentación y la nueva pobreza”.
Al mismo tiempo en los lugares de trabajo, además de la pelea constante –y desgastante- por la reapertura de paritarias, se va previendo un escenario de despidos y suspensiones, en el marco de un ajuste reclamado por las cámaras patronales, que tiene como corolario una reforma laboral. Toda esta problemática debe estar planteada por la militancia. En países como Brasil, para tomar un ejemplo, el 20% de la población responde a concepciones fascistas o reaccionarias, pero por otro lado, no podemos olvidar que el 30% de la población (que estaría influenciada por el campo progresista y de izquierda) no es un número pequeño, pero una política de intención revolucionaria necesita radicalizar al menos a una parte de esta población hacia un discurso antisistema de izquierda. Sin falsa modestia, los anarquistas tenemos un papel para jugar en ese proceso. No todo depende de nuestro esfuerzo, pero tenemos mucho para hacer y poder aprovechar de mejor manera coyunturas favorables de movilización y pueblo en la calle.Independientemente de los gobiernos que suben y bajan, es imprescindible redoblar esfuerzos militantes de los sectores o corrientes que, de una forma u otra anhelamos una sociedad sin opresores ni oprimidos. La energía debe estar puesta al servicio de la resistencia organizada. Todo lo demás es seguir esquivando el problema de fondo y caer en ese “corral de ramas” que son las elecciones, como gustaba nombrar el viejo Mechoso. Humildemente debemos reparar en que la única salida es fortalecer las organizaciones populares, con las que en cada período de la historia hemos conquistado las principales reivindicaciones populares y hemos puesto freno a los distintos intentos de quita de derechos y ajustes.
Por ello, es fundamental sostener el trabajo de inserción en los distintos frentes sociales, potenciando el protagonismo popular en el marco de una estrategia de cosntrucción de Poder Popular en todas sus formas posibles. Si los pueblos son los protagonistas de las luchas,será más difícil que aparezcan las propuestas «mágicas» desde arriba y tengan la centralidad que el sistema les otorga. Un pueblo fuerte es constructor de su destino, por eso nuestra estrategia es de Poder Popular y Frente de Clases Oprimidas.
- CONTINUAR LAS LUCHAS EN LA CALLE Y EN LOS CAMPOS, EN LAS RUTAS Y EN LAS FÁBRICAS, EN LOS BARRIOS Y EN LOS CENTROS DE ESTUDIO
- ¡¡A RESISTIR EL AVANCE DE LA DERECHA Y EXTREMA DERECHA!!
- ¡¡POR LA CONSTRUCCIÓN DE PODER POPULAR!!
- ¡¡LA VICTORIA ESTÁ EN LA MANO DE LOS QUE PELEAN!!
- ¡¡¡ARRIBA LOS Y LAS QUE LUCHAN!!!
Coordinación Anarquista Latinoamericana (CALA)
Federación Anarquista Uruguaya (FAU)
Federación Anarquista de Rosario (FAR, Argentina)
Coordinación Anarquista Brasilera (CAB)
Organizaciones hermanas:
Organización Anarquista de Tucumán (OAT, Argentina)
Organización Anarquista de Córdoba (OAC, Argentina)
Organización Anarquista de Santa Cruz (OASC, Argentina)
Grupo Libertario Vía Libre (Colombia)