Cuando el 1º de Mayo, en medio de disturbios y botellazos que iban y venían, el presidente de la desprestigiada Central Unitaria de Trabajadores de Chile (CUT), Arturo Martínez, anunció un Paro Nacional para el día 13 de agosto, nadie le dio mayor importancia, y habría pasado como la tradicional “amenaza” de todos los años, que nunca se llevaba a efecto. De hecho, un llamado a Paro en nuestro país, es impracticable: sólo un 9% de la clase trabajadora está sindicalizada, y los únicos sindicatos con capacidad de movilización son los del sector público, estando la totalidad de los sindicatos del sector privado carentes de fuerzas como para siquiera pensar en la eventualidad de parar. ¿Por qué, entonces, Martínez llamaría a Paro?. Precisamente, por ser una amenaza impracticable. Decíamos hace un par de años (2001), en un boletín sindical frente a los llamados a paro tradicionales de los Primeros de Mayo “…esto no puede ser tomado más que como una voladura de luces, ya que todos sabemos que el miserable estado de organización de los trabajadores hace que un llamado de esta naturaleza, a un paro, no tenga sentido. Así el “chino” Martínez quedaba bien con Dios y con el diablo. Claro, porque los trabajadores no lo acusarían de amarillo, y a los patrones no les molesta en nada un llamado a un paro que sabemos que no tiene ninguna posibilidad de ser llevado a la práctica.” (Despabila, nº 2, jsulio 2001). Al parecer, lo mismo estaría ocurriendo en esta ocasión. Pero ¿qué hizo la diferencia entre los llamados anteriores y éste?. ¿Qué factor hizo que esta vez sí se llevara adelante el llamado a “paro” de la CUT?.
Ciertamente, la diferencia no la hizo la dirigencia de la CUT, que se ha hecho célebre por sus vacilaciones y traiciones abiertas a los intereses de los trabajadores que dicen defender (con su postura vacilante frente al TLC y las Reformas Laborales, por ejemplo). La diferencia la hizo que ésta vez el llamado lo hicieron suyo amplios sectores de base, más allá del mundo sindical incluso, que vienen sintiendo la necesidad de una convergencia en la lucha, que ven cada vez con mayor claridad que es necesario pasar de las rencillas sectarias entre capillas políticas a la lucha contundente en contra de un sistema que nos ha llevado prácticamente a una verdadera esclavitud en pleno siglo XXI. Sin embargo, no sólo basta la voluntad de luchar; es necesario poseer los medios y los objetivos claros, es necesario saber con qué fuerzas se cuenta realmente, para saber cuál es el avance que se le puede sacar a una movilización dada. Es por esto que, ante la imposiblidad y la futilidad de restringir la necesaria expresión del descontento a un “paro”, que necesariamente sería expresión de un sector insignificante de la población, muchos sectores populares optaron por llamar a una “protesta” popular, siguiendo el modelo implementado por el pueblo en los años ochenta: expresión del descontento, de todos los sectores del pueblo, mediante las formas de lucha que estimen pertinentes, sin descartar ninguna a priori. Sin duda que el contexto es semejante al de aquel entonces, ya que la aguda crisis aguijonea los hogares populares, y el Gobierno no ha tenido más respuesta a las justas demandas populares que una brutal represión, “justificada” con un populismo patético y torpe de Lagos.
Ya habíamos planteado anteriormente, siguiendo en la contra argumentación a los míticos llamados a paro, que “…poniendo al movimiento sindical tareas irrealizables, se deja de lado lo que podemos realizar. Y hay algo que podemos hacer. Es necesario recuperar el espíritu de rebeldía que sacudió a nuestro país en los años ochenta en contra de la dictadura militar. Hoy también sufrimos una dictadura, pero es una dictadura de los empresarios, quienes hacen y deshacen a su antojo. A ello, es necesario oponer nuestra capacidad de protesta, y es necesario que podamos convocar a una gran Protesta Nacional, donde se desarrollen todas las formas de expresión de nuestro descontento (protestas, movilizaciones, absentismo, etc…) (…) Convocar a una jornada de protesta es algo que podemos hacer, si logramos que se reúnan todas las fuerzas sociales y si trabajamos esa iniciativa con suficiente tiempo.” (Despabila, nº 2, julio 2001). Es por esta razón, que nuestra organización, consecuente con el análisis que hacíamos desde aquel entonces, se lanzó a la campaña por la Protesta Popular para la jornada de “paro” convocada por la CUT. Tal llamado no tenía, en absoluto, como algunos con mala fe han querido interpretarlo, un sentido divisio-nista: antes bien, pretendíamos ampliar el espectro de quienes manifestarían su descontento, y por tanto fortalecer la unidad en la lucha del pueblo. Creemos que el llamado no podía restringirse al estrecho segmento de la población en condiciones de parar, sino que debía ampliarse a los trabajadores no sindicalizados (o sea, la mayoría de la clase), a los pobladores cesantes y dueñas de casa, a los estudiantes de la Media y de la Universidad. Y nuestro llamado a protestar, tampoco pretendía “boicotear” a los sectores que estuvieran en condiciones de parar: simplemente, no considerábamos correcto que esta fuera la única forma de expresar nuestro rechazo al modelo, y descartar otras formas de lucha que en las poblaciones, universidades y empresas también pudieran tener lugar. El Paro, constituye una de las tantas formas de protesta, por tanto, nuestro llamado era que quien pudiera parar, lo hiciera, pero quien no, que manifestara su bronca de otra manera.
Con mucho agrado veíamos que el mismo análisis era realizado por distintos grupos y colectividades del campo popular, y eso nos indicaba que existía un cierto sentido común respecto a las necesidades del momento, que permitiría trabajar ampliamente una red de coordinación para la Protesta. Lamentablemente, la coordinación a nivel más amplio, fue baja, pero a nivel local, hubo una convergencia de los más amplios sectores, que abarcó prácticamente a toda la gama de izquierda, bajo una premisa única: protestar contra el modelo.
Consideramos necesario descentralizar la protesta en la Capital. Es decir, que ésta no se remitiera a movilizaciones en el centro de Santiago, ya que de esta manera, favorecíamos, por un lado, la centralización de la represión, y por otro, ocurriría que nadie en las poblaciones y en las diferentes comunas del Gran Santiago, se enterarían de que nada hubiera pasado ese día. De forma más estratégica, nos interesaba que al calor de la organización de la protesta se fueran rearmando los lazos de solidaridad y confianza necesarios para la construcción de organización y poder popular, en los distintos espacios locales, fueran universidades, sindicatos o poblaciones. Este mismo esquema, se aplicó, según la capacidad de convocatoria, en provincias.
Todo este proceso de preparación de la Protesta, reveló las falencias de organización, disciplina, y la debilidad general de la izquierda actualmente en Chile; pero a la vez, revelaba la voluntad de protestar en contra del modelo de amplios sectores de la población que veían con buenos ojos que (¡por fin!) la CUT llamara a movilización nacional, y que independiente de ella, manifestaban su voluntad de sumarse de una u otra manera a la protesta, aunque más no fuera confusamente. Se vio que la organización sólo nace en “caliente”, y que la lucha sólo nace de la decisión. Además, en momentos de preparación de la protesta, se venían acumulando múltiples tensiones entre distintos sectores del pueblo: las luchas estudiantiles recrudecían en todo el país, la presión de base sindical empujaba a la dirigencia de la CUT a hacerse cargo de sus promesas de Paro, lo cual se hacía sentir en las reuniones de las CUT provinciales en vísperas al Congreso Refundacional de la CUT, que resultaban ser, como regla general, muy críticas a la dirección nacional, por conciliadora y amarilla. A la vez, Lagos y todo su equipo gubernativo asumía una postura paternalista anticuada y de mal gusto, llamando a la mano dura, en contra de los “niños” rebeldes.
Pese a los problemas estudiantiles, la firma del TLC con EEUU, las Reformas que se quieren impulsar frente a la adaptabilidad laboral, el alza del IVA, el plan AUGE de privatización de la salud, la precarización del trabajo, y en general, la baja brutal experimentada en la calidad de vida del pueblo, el Gobierno tenía el descaro de decir que las convocatorias a “paro” eran antojadizas, que no tenían un fin claro, que nadie sabía contra qué se quería protestar. Y sin embargo, tanto el gobierno, como las distintas Municipalidades debieron aplicar medidas de emergencia para aparentar “normalidad” el 13, que estuvo marcado por la tensión desde un par de días antes.
La protesta comenzó el día 12 por la noche en poblaciones de Santiago en la Comuna de Cerro Navia. Esto ya preparaba el terreno para el día 13: en distintas poblaciones ya estaban andando las coordinaciones de pobladores, al igual que en las universidades, estudiantes y funcionarios se tomaban de las manos para manifestar ese día. Los profesores ya habían dicho que se plegarían al paro, y los trabajadores de la salud habían manifestado su adhesión, indicando que sólo atenderían los servicios de urgencia. Los colectiveros y algunos servicios de transporte (como las micros) también habían manifestado su adhesión a la jornada de paro. El día 13, entonces, se inauguró con una serie de cortes de calles y barricadas en las principales ciudades del país. Los servicios de transporte no funcionaban normalmente; incluso, una micro que pretendió salir desde su terminal en Renca, fue quemada. Donde hubieran cortes de calle, los Carabineros llegaban rápidamente a dispersar con guanacos y bombas lacrimógenas; pero eso no impidió que en Valparaíso, marcharan 6.000 personas, que en Concepción, fueran 2.000, que en Santiago las marchas sumaran a un número no precisado de unos cuantos miles de personas, así como que hubiera marchas y manifestaciones en distintos puntos del país (La Serena, Penco, Talcahuano, Buin, etc…). La represión policial hizo que en muchos casos fuera imposible reunir a todo el mundo en un único punto (como en el caso de Santiago) en el cual la protesta asumió formas descentralizadas y dispersas, de agruparse, gritar, resistir y dispersarse. La adhesión en las Escuelas Públicas al paro fue casi absoluto, siendo casi igual el ausentismo escolar, el cual se hizo sentir incluso en los colegios privados. Si bien fue menor en la Salud Pública, también fue una adhesión importante, que en los consultorios alcanzó el 70%. En el transporte, la adhesión fue del orden del 90% para colectivos y 70% para micros. En el Sector Público, el Paro superó al 50%. Como se ve, el Paro se hizo carne en el sector público, que es el mejor organizado, el menos precario, y por consiguiente, el que se encuentra en mejor pie para acatar una convocatoria de esta naturaleza (salvo para el caso de las micros y colectivos, que se encuentran cruzados por conflictos de otro tipo -microempre-sariales- con el Gobierno). Sin embargo, a la empresa privada sí le afectaron tanto el atraso en horario de llegada de muchos trabajadores, así como el ausentismo laboral, que si bien no fue una regla (debiendo bordear el orden del 30% ó el 40%, quizás, sin haber cifras oficiales al respecto), marcó un hito importante en un contexto generalizado de desmovilización. Y aún así, quienes no pudieron parar, salieron a protestar: o las marchas durante el día, realizadas en las ciudades más importantes del país, o en las protestas y barricadas que iluminaron las calles de Chile la noche del 13, en los barrios populares de distintas ciudades, encontrándose los enfrenta-mientos más duros en Peñalolén (Santiago) en la población Lo Hermida, donde hubo fuego cruzado entre los manifestantes y Carabineros.
El hecho de salir a protestar a la calle una fecha que no fuera el 11 de ssetiembre tradicional, ya de por sí, significaba un paso adelante, ya que se sacaba la tradicional barricada poblacional del ámbito de la conemoración y se llevaba de nuevo al ámbito de la política contingente. Pero la jornada de protesta dejaba el saldo de centenares de detenidos y algunos heridos de diversa índole, lo cual muestra como a las justas demandas populares, el Gobierno “socialista y democrático” de Lagos no supo aplicar otra cosa que una desvergonzada y dictatorial represión, lo cual muestra de cuerpo entero el continuismo de la política de la Concertación con la política del pinochetismo. Represión que incluso, hizo que Zapatillas policiales amanecieran afuera de la casa de algunos de nuestros compañeros. Ya sabemos que esperar para la conmemoración de los 30 años del Golpe del Gorila Pinochet.
La jornada de protesta popular terminaba con una CUT que injusti-ficadamente, se arrogaba un triunfalismo que en realidad no le pertenecía sólo a ella; es verdad que una jornada de protesta como la realizada, no habría sido posible sin la existencia de una organización de carácter nacional como es la CUT, pero también es muy cierto, que tal convocatoria no habría prendido sin amplios sectores populares no representados en la CUT, ni en su estructura, ni en la política de su dirigencia. Tal convocatoria no hubiera prendido de no haberse ampliado del débil actor sindical, a otros actores que también se encuentran en lucha y que también son parte de la clase trabajadora o son solidarios con ésta. Tal convocatoria, en definitiva, no habría prendido si no se hubiera dado el viraje de una convocatoria a paro a una convocatoria a protesta popular.
Hoy existe una inquietud de base bastante grande, existen aires de movilización y desde abajo se tejen las redes de solidaridad entre organizaciones populares e identidades de la izquierda revolucionaria y libertaria, que van adquiriendo mayor organicidad gracias a este “ensayo” del 13 de agosto. Se van rehaciendo nuevamente las confianzas que se habían perdido tras quince años de disputas internas y sectarias entre los sectores revolucionarios. Se vio quién era quién, quiénes estuvieron en la lucha y en la organización, y quiénes se hicieron al margen, prefiriendo la polémica retórica y las grandilocuentes amenazas en contra del sistema y los “desviacionistas” o bien la unidad puramente superes-tructural e ideológica, sin hacer ningún aporte práctico a la lucha de los oprimidos. Se vio a un sector activo y orgánico del movimiento revolucionario en la calle y preparando la protesta, que pudo ver y conocer sus debilidades, su real capacidad de movilización y tomar el pulso al movimiento, el cual se ve, está saludable.
Cuando hay disposición de lucha, el pueblo se entusiasma, lo cual muestra lo importante de la labor de sacar al quiste burocrático del aparataje sindical y participar activamente en la regeneración de un movimiento sindical clasista, de base y combativo, que no se avergüence de la lucha popular. Este 13, fue un ensayo, un primer intento de romper el atomismo y la dispersión de las peleas de nuestro pueblo y llevarlas por un carril unitario, de convergencia en oposición al sistema. Es un paso adelante en 13 años de fragmentación y debilidad. Significa que nos comenzamos a poner de pie nuevamente y que demostraremos que en este país la clase obrera no sólo recibe golpes, sino que también puede golpear de vuelta. Es necesario abandonar nuestra postura defensiva y pasar a la ofensiva, volver a tener confianza en nuestras capacidades. Por nuestra parte, seguiremos en la lucha, seguiremos organizando y fortaleciendo la unidad, pero no cualquier unidad: la unidad desde la base, en la lucha y para la lucha, y con contenido clasista, revolucionario y libertario.
¡ARRIBA LOS QUE LUCHAN!.
¡SIN MIEDO, A ENFRENTAR
LA DICTADURA PATRONAL!.
Congreso de Unificación Anarco-Comunista.
Valparaíso y Santiago de Chile.
20 de agosto del 2003.