En el número anterior de Lucha Libertaria, abordábamos este tema que hoy retomamos, y que habrá que seguir pensando y trabajando. Cómo forjar una Cultura de Resistencia.
Cabe insistir en la no confusión de la resistencia con la mera negatividad, como no se debe confundir la crítica con la simple queja. La real actitud de resistencia, implica herramientas de análisis, a través de las cuales elaborar una crítica y una propuesta, es decir, pautas de acción en el terreno militante. Cuando hablamos de herramientas de análisis, hablamos de las ideas guía, descartando de plano las ideologías derrotistas, que aceptan al capitalismo como el único sistema posible. Esas ideologías decadentes, a veces se disfrazan de resistentes, pero en los hechos se pueden ver aplicaciones prácticas de adaptación al capitalismo a pesar del nombre artístico de «productivo».
Este proceso de elaboración, es fructífero, y comienza a generar fermentos de resistencia, cuando se da en ámbitos colectivos. Dichos ámbitos colectivos y su fortalecimiento son tarea prioritaria del movimiento popular. Cuando a esto nos referimos, hablamos de organizaciones sociales (sindicales, barriales, juveniles, estudiantiles, etc.) independientes de los resortes del sistema. Hablamos de una actitud de no adaptación a las pautas del sistema en lo económico, político, ético y moral. En el campo de los valores, tan atacados en cuanto a identificación subjetiva, el rescate de la solidaridad y del sentimiento de pertenencia a la clase oprimida, se torna hoy como tarea urgente. Sabido es que la moral y la ética no se decretan, sino que se aprenden en el contacto cotidiano con esos valores y la comprensión de que la práctica de ellos posibilita una convivencia mejor entre iguales.
De este modo nuestros lugares de militancia deben ser escuelas sin aulas, donde nos eduquemos a través de la práctica sistemática de los valores de nuestra clase. Fomentar una cultura de la resistencia, aportando en ella lo mejor de lo que somos y pensamos, haciendo que la fraternidad de los que luchan se respire en el ambiente.
Un reajuste necesario: en el marco del movimiento popular, se ha producido un debilitamiento no solo en la cantidad de gente movilizada, sino también y es lo mas preocupante un descenso en el nivel de discusión y combatividad.
Cuando nos referimos a esto, hablamos de toda una cultura generada en los centros de poder, difundida al nivel de bombardeo por los medios masivos de incomunicación, y muchas veces repetido por la seudo-oposición. Esta cultura de no te metas, buenos modales y adaptación al capitalismo como única realidad posible ha calado hondo, aún en sectores del mov. Popular.
Y aquí es donde se hace necesario un reajuste, para ir forjando, sin prisa y sin pausa, el rescate de los valores y las utopías que serán el fermento de la Resistencia. Plantear las discusiones, dando el combate político e ideológico al sistema , y no caer en el error de creer que este tipo de discusiones son divisionistas. Aquí el fortalecimiento irá de la mano, con retomar la concepción de que la lucha es el único camino que puede rendir frutos reales y duraderos. Esa discusión en el seno del mov. popular es fundamental. Romper con esa actitud de mendigo, de pedir favores al poder. La historia comprueba suficientemente ue cuando el pueblo mejoró sus condiciones de vida fue a través de la lucha organizada enfrentando directamente a los sectores dominantes. Es en esa línea y en esos ámbitos colectivos de lucha donde se genera la cultura de resistencia, desde las mas diversas expresiones.
Las peleas se vienen planteando un poco diluidas y en forma fragmentaria, como fragmentado está el tejido social. La cuestión quizá comience por generar esos espacios de encuentro entre los que luchan, cada uno con sus aportes y experiencias desde lo específico, buscando el elemento común que una las diversas expresiones en un solo puño. El camino es largo, pero las anteriores generaciones nos han dejado un rico legado de experiencias. Ejemplos de lucha constante, en un tono decididamente anticapitalista, en las que el anarquismo tiene una riquísima historia y valiosos aportes. Esas herramientas de análisis y esa metodología que fomenta la solidaridad, la participación directa, y la dignidad en la lucha, combatiendo al individualismo y la resignación. Sin esperar soluciones mágicas de ningún caudillo, como decían los compañeros de la ROE, en vísperas al golpe del 73, «solo el pueblo salvará al pueblo».
En la militancia cotidiana por una sociedad sin oprimidos ni opresores, hoy la tarea es resistir, ir acumulando para la pelea desde la pelea misma, en la tesitura que bien resumía Gerardo Gatti.
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