Estructuras más estables y de cambio lento condicionan el campo de las relaciones sociales propiamente dichas. Son una totalidad donde cada esfera tiene una forma específica y diferenciada de relación. La separación para el análisis esta siempre sugiriendo dos cosas: que pertenecen a un conjunto común y que tienen sus particularidades.
Política Económica Ideológico-cultural
El conjunto de las estructuras interrelacionado y un campo marginal cruzado transversalmente por ese conjunto estructural dominante. El campo marginal (blanco) representaría la zona para la acción desde los márgenes; de aquellas “puntas” en que el sistema no tiene fuerza para su reproducción consistente; de todo lo hay de lucha de los de abajo en las diferentes esferas. Todo ese campo puede ser pensado como resistencia.
Campo de las prácticas sociales (Partidos, sindicatos, organizaciones sociales) en su interacción constante. La interacción no está pensada como determinación, es más, epistemológicamente es algo distinto y la influencia preponderante de un nivel sobre otro no está dado a priori sino que debe encontrarlo el análisis de la etapa o la coyuntura. Por supuesto en un sistema que ya configuramos como Capitalista.
Entramado de prácticas (un acercamiento en abstracción a su existencia en la realidad de conformaciones sociales concretas). Se parte de la base de que el poder circula por todos los “colores”, aún cuando pertenecen a los oprimidos en su prácticas específicas y “propias”. Por supuesto requiere redefinir el concepto: Poder.
El campo de las prácticas sociales a nivel de coyuntura en una conformación social concreta. Aquí se le incorpora la categoría de vida-social-cotidiana que esta graficada en círculos diferentes en el mismo entramado. Se tienen en cuenta aquí solo aquello conjuntos sociales que forman o que tienen potencial para formar fuerzas sociales. Queda para ver una gama de experiencias sociales colectivas que son de otra magnitud pero que en momentos dados pueden llegar a constituir otro carácter o reforzar fuerzas sociales existentes. Esos círculos pueden ser: comunidades indígenas, sindicatos obreros, cooperativas de vivienda, ocupaciones de tierras, reclamos por diversos derechos, movimientos ecologistas, inmigrantes, etc.
Elementos para la construcción de una estrategia de ruptura
El material estaría compuesto de tres niveles de abstracción:
- Teoría, “núcleo duro del capitalismo” a nivel de sistema;
- conformaciones sociales concretas.
- Elementos generales de las coyunturas ( y vida- cotidiana-social)
Se trabajaría sobre la base de un sistema de dominación en cuyo seno existe la opresión y explotación.
Este sistema de dominación, capitalista, estaría compuesto por las diferentes esferas: económico, político-jurídico-militar, cuerpos disciplinados-ideología (ideas-representaciones- comportamiento-“modo” de información, tecnologías de poder a ella unida) y cultura. La constelación de estructuras de dominación que circulan por el cuerpo social, que no es lo mismo conceptualmente que “centros de poder” quizás deban ser tratadas en lo que denominaremos: vida-cotidiana-social. Previo análisis de las fuerzas sociales que posean grados de antagonismo. De esa constelación se priorizará las que parezcan poder constituir fuerzas sociales que tienen grados de enfrentamiento puntual o general con el sistema.
La esfera ideología requiere un desarrollo determinado de su análisis para que no quede atrapada en el aparato ideológico de super e infra ni en ese carácter adjudicado tan comúnmente de: distorsionador, enmascarador de la “realidad”, de la “racionalidad”. Es tarea a encarar.
El concepto cuerpo, Foucaltiano, si bien inicialmente sería tomado especialmente a nivel del núcleo duro, para las consideraciones macro. Sería también observado en lo que tiene que ver con el disciplinamiento general. Claramente en lo relacionado con el pasaje de un sistema a otro, caso del feudalismo al capitalismo, por ejemplo. Ya incorporado el ser humano dentro de un sistema resta ver como en etapas determinadas de él se van dando otros disciplinamientos. Por ejemplo el militar en lo institucional, o políticas que tienden a ello por razones estratégicas. U otros que se vayan detectando en esta etapa del capitalismo, donde, por ejemplo, la exclusión es una característica saliente y que exige al sistema ciertos comportamientos, una vida diaria sin poder satisfacer elementales necesidades, en los que transcurre la existencia de una gran cantidad de gente. Quizás más de un 20% de la actual humanidad. También hay una reproducción de ese disciplinamiento que nace con el sistema, quizás una reproducción que se amplía con producciones en un mismo sentido y en diversos campos.. Tema para ir viendo.
Después podría ser estudiada la “sensibilidad”, el pensamiento-sentimiento-poder de estos cuerpos a nivel de coyunturas concretas, en el seno de sectores de clase, colectivos y del mundo excluido, (nueva pobreza), en las nuevas formas colectivas de expresión social, en instituciones militares y educativas y otras.
Sobre el concepto estructura global
El concepto estructura tomaría distancia teórica tanto del de infra y super como el de a-dominante de Althusser. No se establecería a priori la determinación de un estructura sobre las otras. Esa dominancia sería producto de los análisis respectivos y no apriorística. Vale decir entonces que sería una estructura global sin predominio pre establecido. Lo “determinante”, si se quiere usar el término, sería la matriz que ese conjunto global posee. Capitalista en nuestro actual periodo. Tomando distancia del reduccionismo así como del pluralismo. Con ninguno de estos ismos.
El concepto estructura se aplicaría, inicialmente, de dos formas: para las relaciones de cambio mas lento y para las relaciones de cambio más rápido. Por ejemplo, estructura como el estado pertenecerían a las de cambio lento y las prácticas políticas a las de cambio más rápido. Tampoco se intenta a priori establecer homogeneidad de tiempo entre las distintas esferas que componen la totalidad social. Su ritmo de cambio, dicho en términos “teóricos” es cuestión de precisar con sumo cuidado. Hay afirmaciones de algunos estudiosos que nos comunican que el ritmo de cambio de lo ideológico es mas “lento” que el político o económico.
La estructura, también en principio, se definiría como: conjunto de relaciones regulares articuladas.
De esta forma tenemos un sistema, el capitalista, que atraviesa varias etapas históricas manteniendo elementos estructurales que lo reproducen en sus distintas variantes en su devenir histórico.
Se mantendría el carácter de “autonomía (o independencia” relativa” de las distintas esferas (con elementos que en su interior constituyen por su especificidad otras esferas que llamaremos menores por el momento), una autonomía que existe entrecruzada en perpetua articulación e interinfluencia. En este sentido aceptamos el término esfera para sustituir el de nivel que daba más la idea de bloques separados. Esto provisoriamente, porque tampoco grafica bien la cosas ese concepto de esfera. Pero vale como primera opción.
Lo ideológico-cultural presenta sus buenos problemas. En primer término ¿cómo se establece la relación entre cuerpo e ideología o ideologías, dominación e ideología, práctica-ideología?. Aquí parece de primordial importancia el concepto de Foucault de construcción social del sujeto. Vale decir el sujeto como construcción histórica. Por ideología se entenderá como ya señalamos antes no sólo ideas, representaciones y comportamientos. Si se compone la ideología de sistemas internos que tienen también su “autonomía relativa” ideas-practicas, tecnologías de poder, representaciones y comportamientos habría que ver cuál es el modo de articulación del concepto disciplinamiento para funcionamiento mas directamente del sistema en general (tipo panóptico) y para comportamientos específicos. Reiteramos algo que estimamos de importancia todo lo que tiene que ver con el concepto Resistencia atravesaría ambos sistemas ideológicos sin pertenecer a tal campo ya que se trata de una categoría más general y que aparece en todas las esferas. Ideología que pensamos inicialmente que tiene una existencia con menos peso de producción reproductiva “clásica” en el campo de los “excluidos” y otros colectivos sociales, por ejemplo: comunidades indígenas, campesinos, Sin Tierra, Sin Techo, Recicladores, etc. Lugares a su vez donde se está produciendo elementos ideológicos en función de las prácticas sociales que deben realizar en su vida cotidiana.
Mas de un teórico pide prevenciones para usar la noción de ideología, algunas de ellas son: que no se encuentre siempre en oposición virtual con algo semejante a la verdad; no hacer residir la diferencia entre lo que, en un discurso, cae bajo el concepto de cientificidad y de verdad, y lo que cae bajo algún otro, sino en ver históricamente cómo se producen efectos de verdad dentro de los discursos que en sí mismos no son verdaderos o falsos; finalmente en no considerarla en posición secundaria a infra alguna. No obstante esto no implica la identificación de ciencia e ideología. Está implícita, además, una negativa a dividir las ideas y las acciones en dominios alejados entre sí. .
Se ha dicho que esta perspectiva de lo ideológico traslada el foco de la atención desde las sublimes ideas de la élite intelectual a los discursos mundanales de las diversas instituciones disciplinarias que afectan directamente la vida cotidiana de las masas.
A esta problemática de tipo ideológico en los estudios que hay por aquí hoy se denomina por un lado “mentalidades” y por otro, caso Barran, “sensibilidad”. Habrá que trabajar más este concepto aún para establecer el criterio primario y ver si esto tiene alguna funcionalidad en nuestro discurso.
Queda para ver todo el mundo mediático, en donde lo ubicamos, sí dentro del terreno de lo ideológico. Pensamos, en principio, su ubicación en un campo propio. Lo mediático hoy parece penetrar con relevancia en todas las esferas produciendo efectos muy específicos y relevantes en cada una de ellas.
Ese asunto llamado Estado en el marxismo real
El estado merece un tratamiento especial pues está vinculado a toda una estrategia histórica de la corriente marxista: la toma del poder del estado. El concepto de poder está de estas concepciones, mas que nada, relacionado con el estado. Lo que sugiere la idea de que el poder está en lo político y que no circula en las otras esferas. Entonces tanto para la socialdemocracia como para el marxismo-leninismo el acceder al estado fue la vía estratégica principal. Criterio estratégico que, por otra parte, ha estado, y sigue estando, como tema central en las distintas guerrillas. Lo distinto, a este respecto, es el planteo del zapatismo que tiene ciertas afinidades con la concepción libertaria.
Aparece unido a este enfoque, a esta conceptualidad, el concepto vanguardia. En los hechos había una sola dirección: del partido a la clase y la población toda. La creencia de que la población, y su sujeto histórico la clase, debía permanecer subordinada al Partido y que sola era incapaz de crear instancias de liberación. También la creencia de que en el seno de la sociedad capitalista no se pueden generar, desde abajo, básicas condiciones para su ruptura. No importaba entonces el grado de desarrollo de autoorganización, de autogestión de instancias populares. No se trataba, en el fondo, de crear un pueblo fuerte sino un partido fuerte. Reduccionismo político total, hijo, por otra parte de toda una concepción general reduccionista.
El socialismo real de la URSS, China y Cuba arrojan luz sobre este fenómeno y la conceptualidad que le sirve de cobertura. Hoy dice Fidel Castro, por ejemplo, que la revolución puede ser destruida desde adentro porque la mentalidad existente no es proclive al socialismo.
Las creencias de que lo principal es generar cambios desde la “infra-estructura”, la economía, para cambiar las mentalidades, de que lo fundamental es tomar el poder del estado y operar desde allí, y la importancia de la vanguardia para dirigir este proceso quedan hoy más que cuestionados, podría decirse despedazados en cualquier análisis descriptivo de rigor. Esa descripción que es necesario articular para la producción de producir hipótesis de carácter teórico.
Teoría al servicio de una estrategia para el hoy
Ubicar teóricamente la vía estratégica para el cambio parece tema de primer orden. El campo socialista libertario, con lagunas varias, es quien ha insistido históricamente en este orden y propuesto algunas orientaciones generales. Esto es mucho comparado con lo que se cae de a pedazos.
Creemos pertinente reiterar aquí fragmentos de opiniones que ya vertió la FAU en 1970 sobre el tema estrategia, son conceptos generales como para poner un marco de trabajo sobre la temática, pero al mismo tiempo contienen una orientación general que puede decirse, hoy día, que tiene validez, contiene un saber que esclarece el campo general al que se refiere. Los ajustes y cambios que correspondan serán materia de este proceso de trabajo en el que estamos. Veamos:
“La actividad de una organización política supone una previsión del devenir posible de los acontecimientos durante un lapso más o menos prolongado, previsión que incluye la línea de acción a adoptar por la organización ante esos acontecimientos de manera de influir sobre ellos en el sentido más eficaz y adecuado.
A estas previsiones es a lo que se le llama línea estratégica. Una línea estratégica es, habitualmente, válida mientras perdura la situación general a la cual corresponde (por ej.: la estrategia de lucha prolongada, de creación de las condiciones y el desarrollo de acciones de lucha armada en el marco del proceso de deterioro económico-social con su previsible derivación de endurecimiento de las luchas).
Naturalmente si la situación general experimentara cambios muy importantes, estos alterarían las condiciones dentro de las cuales tiene que operar la organización y ésta, si quiere actuar con eficacia, tendría que revisar su estrategia para adecuarla a la nueva situación.
Obsérvese que todo esto no implica modificar los objetivos perseguidos, los fines, ni los principios ideológicos. La estrategia se mantiene en un plano más modesto, pero decisivo, que tiene que ver con la operatividad, la práctica política de la organización.
Cabe esta puntualización pues frecuentemente, hay quienes tienden a convertir en “principios” lo que sólo son y pueden ser formulaciones estratégicas, válidas en la medida en que se adecuan, en que son eficaces para operar en una situación dada. Pero Que pueden llegar a ser peligrosas en la medida en que se las quiera convertir en dogmas de aplicación y utilidad universal.
En estas extensiones arbitrarias y dogmáticas de la validez de experiencias estratégicas, se han generado interminables discusiones en torno a lo que podríamos llamar “falsos problemas”…
…A veces estas cuestiones han animado por años discusiones en que los diversos “argumentos” han sido repetidos y desmenuzados con minuciosidad. Y a medida que se han desarrollado estas discusiones han ido creando rigidez en las posiciones, les han ido dando una trascendencia que no merecían, han vuelto un problema de principios lo que sólo era un problema estratégico. Haciendo perder de vista que el único método adecuado de resolver estas cuestiones es remitirse al análisis de la situación concreta (económico, social, política) dentro de la cual se ha de actuar.
La situación, la realidad (que se da en forma dinámica, en forma de situaciones cambiantes y sucesivas) es el único “juez” idóneo para decidir esas controversias.
Pero la estrategia proporciona sólo lineamientos generales para un período. Es la táctica lo que la encarna en la realidad concreta, actual, lo que la traduce a hechos.
Las opciones tácticas, en la medida en que responden a problemas más precisos, concretos e inmediatos, pueden ser más variadas, más flexibles. Sin embargo no pueden estar en contradicción con la estrategia.
Una concepción estratégico-táctica adecuada tiene que tener en cuenta, como dijimos, la situación real del período para el cual se prevé. Pero con eso no basta. Los hechos, la práctica, la experiencia “pura” no bastan. Es más. La experiencia “pura” no existe.
Toda organización que actúe políticamente llega a una concepción estratégico-táctica a partir de ciertos presupuestos (implícitos o explícitos) que son ideológicos, teóricos.
No puede existir una estrategia apolítica, neutral ideológicamente. Ni existe la posibilidad de deducirla de un análisis presuntamente “objetivo”, aséptico ideológicamente. Quienes confían en la posibilidad de este análisis, de una definición carente de orientación ideológica, se limitan –casi siempre- a aceptar como nivel máximo de desarrollo “político” el que puede derivar del desarrollo espontáneo. Se suple la ideología con concepciones emanadas del mero “sentido común”, penetrado siempre de manea inevitable por las “comunes” ideas y creencias difundidas por los grupos sociales dominantes. La única forma de superar estas ideas y creencias “comunes” es enfrentarlas con un conjunto orgánicamente estructurado y lo más amplio posible de posiciones, una ideología. Esta constituye un motor esencial de la acción política y un componente inevitable de toda estrategia.
Toda práctica política supone móviles determinados y un sentido que sólo se hacen claramente discernibles en la medida en que se explicitan y organizan como ideología.
Aquí también caben algunas puntualizaciones, Ha sido y bastante frecuente, que por tales se entienden esquemas de actualidad, traslados de otras realidades de manera más o menos mecánica y, por ello, pueden operar como una especie de sustituto de la realidad real, de la verdadera realidad. Durante muchísimo tiempo (y hay muchos que siguen en eso) se han trazado líneas estratégicas y tácticas no en base al análisis cuidadoso de la realidad nuestra, sino en base a lo que “fulano” o “mengano” dijeron, habitualmente a propósito de situaciones planteadas en regiones distantes y distintas…
En América Latina esa manera de proceder de acuerdo a “modelos” pre-fabricados ha hecho destrozos tanto mayores, cuanto que, por nuestro atraso cultural, hemos tenido y tenemos grandes dificultades para llegar a una elaboración propia, creativa. Incluso, muchas veces, la mera información sobre las condiciones y circunstancias locales o regionales tropieza con grandes obstáculos.
En esa situación la “copia”, el traslado mecánico de “recetas” de eficacia probada por la experiencia… ajena se vuelve un expediente rápido y atractivamente “fácil”.
La reincidencia persistente en estas modalidades, especialmente en ciertos sectores de la pequeña burguesía culta, ha generado, por reacción explicable pero errónea, un criterio de subestimación de lo ideológico, considerado como “teoría” prescindible.
Superar ese criterio es tarea de ahora. De esto hay que partir. Y avanzar en el camino del conocimiento y elaboración teórica más eficaces como fundamento, cada vez más firme de una línea estratégica-táctica ya definida”.
En Congresos, a principios de la década del `90, nuestra Organización abordó específicamente el tema estrategia. Ahí, en principio, se estimó que bien se podía dividir la estrategia en dos “territorios”, el que corresponde a los aspectos más generales y de cambio lento y los que se vinculan con los cambios de mayor celeridad y que no pueden ser reducidos al campo de la táctica. A este segundo “territorio” se le llamó: “Estrategia en sentido estricto”. Esta hipótesis quedó para seguirla desarrollando en próximos Congresos. Se trataba de encontrar respuesta lógica a una afirmación anterior de la Organización en la que decía: “La estrategia es una sola, lo que cambia en tiempo de reflujo es la táctica”. Nos parecía que no sólo cambiaba la táctica sino también determinados aspectos, o zonas, de la estrategia. Pues se concebía la estrategia en articulación e interacción constante con la táctica.
Como avanzamos hacia la creación de lo nuevo
Los viejos socialistas hablaban de construir una nueva civilización, el Che puso de moda el hablar del hombre nuevo. Durruti dijo que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Estas cosas aluden a valores, a una nueva forma de vida, de nuevas relaciones sociales. Si algo enseña la historia, (como dice el Padrino) es que esto no se produce desde arriba, requiere construir un nuevo sujeto social. Y para esta construcción es fundamental la participación activa, transformadora, de ese sujeto. Si no ha tomado contacto con nuevas, aunque sea incipientes, relaciones sociales ese sujeto social no puede tener otros referentes que los conocidos y los que tiende a reproducir.
Michel Foucault (M.F. en adelante) maneja el concepto fuerza social, en cierta acepción nietchiana. Concepto que se ha usado bastante en política, pero estimamos que de manera confusa. Surge en él de manera mas clara. A su concepto de la construcción del sujeto tal vez hay que agregarle, como vinculo necesario, este concepto de fuerza social. Es construyendo fuerza social y tomando activa participación en ella que se pueden formar embriones de la nueva civilización o del “hombre nuevo”, de otro sujeto. Digamos que este es el tema de cómo se transforma la conciencia, para usar el lenguaje clásico. Por lo que se ha visto la economía por sí no transforma la conciencia. Lo que el sujeto vive y como lo vive cotidianamente, históricamente, en el marco de determinados dispositivos, sería el elemento principal de cambio de su conciencia.
Junto a este concepto de fuerza social podría ir el de construcción del poder popular, hoy tan en boga. Pero sería necesario retrabajarlo para darle coherencia. Lo encontramos más de una vez mixturado por quienes creen que es compatible con elegir la vía electoral aggiornada o los que confían en la espontaneidad pura como una vía por sí (las multitudes etc.).
Claro está que esto nos lleva de la mano al tratamiento de otro concepto: el de poder. Herramienta imprescindible y pico, sin duda. Los estudios que parecen mas rigurosos nos indican algunas cuestiones fundamentales a saber: que el poder circula por todo el cuerpo social, por las diferentes esferas estructuradas. Vale decir por todas las relaciones sociales. Tendríamos así poder en lo económico, jurídico-político-militar, ideológico-cultural. Tendríamos poder en niveles micro y macro. En los niveles micro el poder adquiere importancia también a la luz de la formación de embriones de nueva civilización, en el entramada de diferentes formas de autoorganización o autogestión. Lo macro lo tendríamos en lugares de mayor “volumen”, concentrado, con también mayor irradiación. Hay una sugerencia de los estructuralistas de considerar el poder a partir de determinado umbral, donde tenga socialmente “efecto pertinente”, dicen. Dejarían fuera una serie de comportamientos, también ideas y representaciones, que hacen a la variedad del animal humano y a los cambios lentos que la ideología tiene. Todo un campo de relaciones interpersonales. Es una sugerencia a tener presente al mismo tiempo que a tomar con pinzas. Pues hay un universo social de lo cotidiano, de dimensión chica, que es una fábrica de producción de nuevas nociones, resistencias y técnicas de poder popular
El poder ¿Cuál poder?
Unos y otros estudios nos dicen o sugieren que el poder no está en las instituciones o los aparatos. Sí que estos no son nunca amorfos y que están siempre penetrados. Vale decir que por su interior circula el poder, que esa es su real forma de existencia. Se vienen abajo aquí las clásicas tesis marxistas y de economistas y cientistas que separan las estructuras económicas, casi siempre la de producción, como antecediendo el poder o separadas de él. Articulada a la estructura de producción, por ejemplo, está el poder, las clases, la lucha, la resistencia. Existen simultáneamente y así se despliegan. Siguiendo este ejemplo, decir producción en el sistema capitalista es decir clases, decir plusvalía es decir explotación, decir clases es decir grados de resistencia.
Finalmente algo medio complicado para lo libertario: el poder se transforma o se disuelve. ¿Hay formas organizadas sin poder? El poder es sólo: capacidad de realizar. ¿Significa al mismo tiempo capacidad de romper? El poder como represión y el poder como producción y reproducción.
Bachelard nos habla que los cambios epistemológicos se dan a través de rupturas y discontinuidad de lo anterior. Lo dice especialmente para las ciencias. Para lo social-político parece que también vale como premisa. Hay que descontituir lo que viene para dar nacimiento y posibilidades a lo nuevo, para descontituir hay que realizar rupturas. Capaz que todos los días y en varios campos.
Se dice de que como se “vea” una cosa, que ideas teórico-políticas se adoptan, que tecnología social se pone en funcionamiento, resulta de primordial importancia para las prácticas que se quieran ejecutar y desplegar. En tal contexto la teoría tiene efectos de primer orden en el terreno de las prácticas. También, por lógica, lo debiera tener para sí misma. Para su propia producción. Resulta conveniente resaltar con énfasis el carácter particular que posee la teoría, su carácter de “caja de herramientas”.
M.F., otros teóricos también, descartan al “Hombre”, lo llaman filosofía idealista, fetichismo ideológico del “Hombre”. El hombre como hacedor de cosas tales como la historia. Rompen con toda una tradición filosófica humanista. Esto implica también en los hechos romper con la noción de “sociedad civil” clásica, el concepto de sociedad formada por suma de individuos, por ciudadanos, por personas libres etc. A nosotros, ahora, este tema nos interesa en relación a sus implicancias históricas.
En una misma coordenada de pensamiento M.F. ha dicho que se habla mucho de clase pero poco de lucha de clases. Si el proceso no tiene sujeto, en el sentido clásico del término, tiene entonces mecanismos, dispositivos, fuerzas sociales. Los hacedores de historia serían masas y clases. Especialmente clases (conjuntos sociales), grandes colectivos, operando como fuerzas sociales.
Un conjunto estructurado de determinada manera, un sistema, ubicaría a los agentes en sitios y funciones distintas. Para evitar cualquier equívoco comentamos que estamos hablando siempre de seres humanos en determinados contextos y mecanismos sociales e históricos.
Desde el siglo XVIII un sistema capitalista ubica a la gente en condiciones de producir y pensar, previo disciplinamiento de los cuerpos, en lugares precisos. Grosso modo (y como modelo) en burguesía, en sus distintas fracciones, y clase obrera y sectores sociales a ella vinculada, desocupados por ejemplo. Una estructura de dominación que no sólo se reproduce en lo económico sino en todas las esferas: jurídico-político, ideológico, cultural. Estimándose que esta parte ideológica (en sentido amplio) es de primer orden en tal reproducción y despliegue como sistema. Está presente en diferentes nódulos de poder que abarcan y posibilitan el funcionamiento y mantenimiento del sistema.
La metáfora arquitectónica de infra y super estructura no da cuenta de esta totalidad y su funcionamiento interno. Es un reduccionismo que no podría explicar múltiples y relevantes problemas de nuestro tiempo y ni siquiera muchos y trascendentes del periodo industrial del capitalismo. De igual manera tampoco de como se agrupan y funcionan las distintas clases en su seno. Todo se intenta explicar desde la economía, desde las fuerzas productivas y la explotación.
Cuando dice M.F. que se habla poco de lucha de clases está diciendo que los marxistas separan, idealistamente dirían ellos mismos, las clases como un momento separado de la lucha de clases. Todo parece indicar que las clases se constituyeron en el mismo momento y durante lucha. Queda por ver fuera de esto el problema de la llamada “conciencia de clase”. Para Kausky y Lenín la ideología de clase, su conciencia, venía de afuera de la clase. Se encargaba de esa ruda tarea la pequeña burguesía intelectual ahora socialista. Ya parece que nadie toma en serio esa tesis. Pero coexistió con esta tesis otra que establecía que las condiciones materiales de existencia generan casi automáticamente una ideología, en el caso del proletariado, bueno, la ideología proletaria, vale decir conciencia de pertenecer a un sector antagónico dentro del sistema dominante.
M.F. alerta sobre esto: “el sistema capitalista penetra mucho más profundamente en nuestra existencia. Este régimen se ha visto obligado a elaborar todo un conjunto de técnicas políticas, técnicas de poder, por mediación de las cuales el hombre se encuentra ligado a una realidad como la del trabajo; todas estas técnicas constituyen un conjunto que hace que los cuerpos y los tiempos de los hombres se conviertan en tiempos de trabajo y en fuerza de trabajo… Pero para que haya plusvalía, es preciso que haya subpoder; es necesario que una trama de poder político microscópico, capilar, enraizada en la existencia de los hombres se haya instaurado para fijar a los hombres al aparato de producción… El vínculo del hombre con el trabajo es sintético, político, es un lazo trazado por el poder… Vemos así como la destrucción de la plusvalía implica necesariamente el cuestionamiento y el ataque al subpoder…”. Parece que vale lo mismo para el análisis al sistema de dominación globalmente visto.
El poder y el Estado
Y aquí resulta, nos parece, imprescindible ver el tema poder del estado, aparatos de estado y aparatos ideológicos del estado. Althuser usa estos términos, pero hay en él un enfoque que paga peaje a su identificación leninista en esta cuestión del estado. Él separa el poder del estado de los aparatos de estado, mucho de esto lleva el destino de vehiculizar la tesis de que de todas formas hay que usar el estado. Además de las implicaciones conceptuales que esto tiene. Creo que siguiendo a M.F. y otros se podría ver este tema de otra manera, por ejemplo: el poder estatal y los aparatos de estado. El poder estaría así sólo en las relaciones sociales, en los diferentes campos de las relaciones sociales y el aparato de estado estaría conteniendo en macro, circulando por su interior, cierta síntesis de poder dominante. Siendo así ni en las estructuras ni las instituciones reside el poder sino en el campo de las relaciones sociales. Y no solamente en lo político sino en lo económico, lo ideológico, lo jurídico y todas las instituciones del sistema.
De todas maneras queda el problema del estado como lugar de “condensación” (coagulación diría M.F.) de diversos poderes, como lugar específico que tiene su propia “autonomía relativa” y que es capaz de mantener y reproducir privilegios de diferente orden. Su dinámica centralizadora, apta sólo para dominación, su función represora y controladora. Quizás con supremacía con respecto a otros poderes que cumplen funciones de la misma categoría. Además su producción macro y cierta especificidad en tanto parte del poder dominante.
Pero la mayoría de los estudios sobre el poder del estado se centran mucho en la parte empírica, en el aparato de estado. Un aparato: parlamentos, instituciones policiales y militares, educacionales, burocracia que pese a estar penetradas por el poder dominante tendrían también, aún en el condicionamiento de ese marco, su autonomía relativa. Sin duda es de importancia ver como se da ese juego. De “cosas” que son fluida y no mecánicas.
Se ha dicho por parte de varios investigadores que la producción teórica sobre el estado es pequeña y algo confusa. Equivocada, muchas veces.
Premisas que tengan valor para el estado en general, vale decir, para el estado en los diversos sistemas históricos, no surge con rigor mucha cosa. Pero lo que surge y que tiene consenso bastante general es: que posee el monopolio de la fuerza represiva organizada; su carácter de defensor y sostenedor de privilegios y ser poseedor de dinámica centralizadora y anuladora de lo “espontáneo”. Premisas generales que son, sin duda, de importancia.
También tiene cierto consenso que el estado reviste formas distintas en cada uno de estos sistemas históricos, que su articulación con el resto de los elementos es específico en cada una de estas oportunidades. Más aún que la forma en como se articula es un elemento constitutivo al sistema, lo que rompe con que es una simple relación de un elemento con otro. Queda lejos la noción de simple superestructura determinada por la base. Igualmente el concepto de una clase moldeando a su antojo la forma de estado preferida y usándolo a voluntad. El estado, los estados, se constituyen y articulan en procesos complejos en cada sistema histórico. Por ejemplo, la clase burguesa tiene que remodelar un estado que ya venía de antes y que tiene sus cosas propias.
Quizás no merezca ni consideración rigurosa ese concepto ultrasimplista, por decir lo menos, que identifica al estado con la sociedad. “El estado somos todos” “El estado es de todos” y otras ocurrencias de tan o menos imaginación.
La concepción libertaria, al no quedar aprisionada en el esquema que llegó a imponerse y hasta catalogarse como científico, buceo desahogadamente, con mucha riqueza sobre la problemática estado. Al grado de que aún algunos estudios de viejos tiempos dicen mucho.
Sigue siendo de primordial importancia, más en teoría política, el establecer la relación existente entre el estado, el poder en general, las clases sociales y las vías idóneas para arribar al socialismo.
Algunas consideraciones históricas libertarias sobre el estado
En algún recodo del camino el socialismo fue perdiendo su rumbo y archivando temáticas y ricas hipótesis que quedaron para un futuro trabajo de arqueólogos. Pensamos que una arqueología política puede sacar de ahí mucho jugo. Tomaremos algunas cuestiones históricas no para decir que lo de ayer nos puede iluminar hoy y darnos el rumbo sino para retomar cosas trascendentes que se cortaron, por razones diversas, y que hoy trazos permiten continuar una labor interrumpida. Hay discontinuidades, pero zonas del pasado pueden ser retomadas con la mirada del presente y mucho nos pueden estar sugiriendo. Hemos escogido aquí consideraciones de Bakunin sobre el estado que tienen bastante mas de un siglo. Su lectura y relectura nos plantea temas que deben ser retomados.
Las prevenciones de Bakunin contra el socialismo estatista y el vanguardismo son de valor. No cree en el Estado para llevar adelante los cambios de organización social y ve necesaria otra forma de organización. Ve al estado como perpetuador de privilegios e identificado con el sistema vigente que de una u otra forma quiere perpetuarlos. Ve el carácter represivo del estado y todo el aparato jurídico-militar e ideológico que se articula a él. De su proposición sólo surgen posibilidades de construcción de poder popular para realizar el cambio. No cree posible que el estado constituya una vía viable para llegar al socialismo. Su análisis, episteme aparte (no relevante en este caso), parte del plano histórico y desde allí saca conclusiones teóricas. Dice al respecto:
“La Revolución por Decretos está Condenada al Fracaso.
Frente a las ideas de los comunistas autoritarios -ideas falaces, en mi opinión- de que la Revolución Social puede ser decretada y organizada por medio de una dictadura o de una Asamblea Constituyente, nuestros amigos, los socialistas parisinos, sostienen que la revolución sólo puede ser emprendida y llevada a su pleno desarrollo a través de la acción masiva continua y espontánea de grupos y asociaciones populares… Porque, en realidad, no hay cerebro, por muy genial que sea, o -si hablamos de la dictadura colectiva de algunos centenares de individualidades supremamente dotadas no hay combinación de intelectos capaz de abarcar toda la infinita multiplicidad y diversidad de intereses, aspiraciones, deseos y necesidades reales que constituyen en su totalidad la voluntad colectiva del pueblo; no existe intelecto capaz de proyectar una organización social que pueda satisfacer a todos y cada uno.
Tal organización será siempre un lecho de Procusto en el que la violencia, más o menos sancionada por el Estado forzaría a la desdichada sociedad. Pero este es un viejo sistema de organización, basado sobre la fuerza, que la Revolución Social suprimirá para dar plena libertad a las masas, los grupos, Comunas, asociaciones e individualidades, destruyendo de una vez por todas la causa histórica de toda violencia: la misma existencia del Estado cuya caída supondrá la destrucción de todas las iniquidades del derecho jurídico y de todas las falsedades de los diversos cultos -derechos y cultos que han sido siempre, los canonizadores complacientes, tanto en el terreno ideal como en el real, de toda la violencia representada, garantizada y autorizada por el Estado.
Es evidente que sólo cuando el Estado haya dejado de existir, la humanidad obtendrá su libertad, y que sólo entonces encontrarán su auténtica satisfacción los verdaderos intereses de la sociedad, de todos los grupos, de todas las organizaciones locales y, en consecuencia, de todos los individuos que forman tales organizaciones”.
Continúa Bakunin diciendo sobre lo que hoy designamos como poder popular o poder del pueblo, la relación opuesta que este proceso guarda con todo lo que es constitutivo de todo Estado:
“La Libre Organización Seguirá a la Abolición del Estado.
La sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización que, sin embargo, no debe efectuarse de arriba abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado… En efecto, ¿qué vemos en la Historia? Que el Estado ha sido siempre el patrimonio de una clase privilegiada, como la clase sacerdotal, la clase nobiliaria, la clase burguesa; clase burocrática, al fin, porque cuando todas las clases se han aniquilado, el Estado cae o se eleva como una máquina; pero para el bien del Estado es preciso que haya una clase privilegiada cualquiera que se interese por su existencia, y es, precisamente, el interés solidario de esta clase privilegiada, lo que se llama patriotismo”.
Hace de paso Bakunin algo de lo que plantea M.F.: “poner de relieve, más que el elemento fundamental de la soberanía… (el “patriotismo”) las relaciones o los operadores de dominación… Teoría de la dominación, de las dominaciones, más que teoría de la soberanía… partir de la relación misma de poder, de la relación de dominación en lo que tiene de fáctico, de efectivo, y ver como es ella misma la que determina los elementos sobre los que recae. En consecuencia, no preguntar a los sujetos cómo, por qué y en nombre de qué derechos pueden aceptar dejarse someter, sino mostrar cómo los fabrican las relaciones de sometimiento concretas… no pretendo decir, desde luego, que no hay grandes aparatos de poder… Creo, empero, que siguen funcionando sobre la base de esos dispositivos de dominación….”.
La violencia elemento constitutivo del sistema
La política como la guerra por otros medios
Y agrega M.F. sugerencias de análisis y abre interrogantes que mucho importan: “ Pero si resulta claro que las relaciones de dominación debe ser el camino de acceso al análisis del poder, ¿cómo puede realizarse ese análisis de las relaciones de dominación? ¿En qué sentido una relación de dominación puede reducirse o asimilarse a la noción de fuerza? ¿En qué sentido y cómo la relación de fuerza puede reducirse a una relación de guerra?… La guerra puede valer efectivamente como análisis de las relaciones de poder y como matriz de las técnicas de dominación?… La guerra puede considerarse como el punto de tensión máximo, la desnudez misma de las relaciones de fuerza. ¿La relación de poder es en el fondo una relación de enfrentamiento, de lucha a muerte, de guerra? Por debajo de la paz, el orden, la riqueza, la autoridad, por debajo del orden apacible de las subordinaciones, por debajo del Estado, de los aparatos de Estado, de las leyes etc. ¿hay que escuchar y redescubrir una especie de guerra primitiva y permanente.?… La cuestión primordial… ¿cómo, desde cuándo y porqué se empezó a advertir o imaginar que lo que funciona por debajo de y en las relaciones de poder es la guerra?… Quien buscó en el ruido, la confusión de la guerra, en el fango de las batallas, el principio de inteligibilidad del orden, del Estado, de sus instituciones y su historia?…la política misma no es, acaso, la guerra librada por otros medios…”.
El estado y su violencia de guerra según Kropotkin
Por su parte Kropotkin hace un análisis de génesis histórica del estado, la génesis para una teoría. . En él trata de ubicar rasgos fundamentales y constantes, lo que le es propio y sin lo cual no puede existir: la “guerra”, la dominación que lleva en su seno. Veamos:
“De una parte, los que esperan efectuar la revolución social dentro del Estado, manteniendo la mayor parte de sus atribuciones, hasta ampliándolas y utilizándolas a beneficio de la revolución. De otra hay los que, como nosotros los anarquistas, ven en el Estado, no solamente en su forma actual, sino hasta en su esencia y bajo todas las formas que podría revestir, un obstáculo para la revolución social, un obstáculo por excelencia para el desarrollo de una sociedad basada en la igualdad y en la libertad; una forma histórica para prevenir este florecimiento, y que trabajan, por consiguiente, para abolir y no para reformar el Estado.
Importa mucho, pues, después de haber hecho tan a menudo la crítica del Estado actual, investigar el por qué de su aparición, profundizar el papel que ha desempeñado en el pasado y compararlo con las instituciones que vino a sustituir.
Por de pronto, entendámonos antes sobre lo que queremos significar con el nombre de Estado.
Paréceme, no obstante, que en el Estado y en el Gobierno tenemos dos nociones de orden diferente. La idea de Estado implica algo muy contrario a la idea de Gobierno. Comprende, no tan sólo la existencia de un poder colocado muy por encima de la sociedad, sino también una concentración territorial y una concentración de muchas funciones de la vida de las sociedades entre las manos de algunos o hasta de todos. Implica nuevas relaciones entre los miembros de la sociedad.
Esta distinción, que tal vez nos escapa a primera vista, aparece sobre todo cuando se estudian los orígenes del Estado.
Para comprender bien lo que es el Estado sólo hay un medio; estudiarlo en su desenvolvimiento histórico.
Y si dejando a un lado las civilizaciones antiguas, estudiamos los orígenes y los desarrollos de la joven civilización bárbara hasta los períodos que, a su vez, dieron nacimiento a nuestros Estados modernos, podremos hacernos cargo de la esencia del Estado mejor que si nos lanzásemos al estudio del Imperio Romano o del de Alejandro, o el de las monarquías despóticas de Oriente.
Tomando por punto de partida estos poderosos demoledores bárbaros del Imperio Romano, podremos seguir la evolución de toda la civilización desde sus orígenes hasta su fase: el Estado.
Y así fue como surgió gradualmente la primera concentración de los poderes, la primera mutua seguridad para la dominación, la del juez y la del jefe militar, contra la comuna del pueblo. Un hombre sueña con estas dos funciones y se rodea de hombres armados para ejecutar las decisiones judiciales, se fortifica en su hogar, acumula en su familia las riquezas de la época – pan, ganado, hierro – y poco a poco impone su dominio a los campesinos de los alrededores.
Y el sabio de la época, es decir, el hechicero o el sacerdote, no tardaron en prestarle apoyo y en compartir la dominación, o bien, añadiendo la lanza a su poder de mago, se sirvieron de ambos en provecho propio”.
Dice M.F. algo que es pertinente y arroja más luz a esta altura de este discurso: “Podríamos preguntarnos, y tendríamos que preguntarnos además: ¿las instituciones militares y las prácticas que las rodean – y de una manera general todos los procedimientos que se ponen en acción para librar la guerra- son, en mayor o menor medida, directa o indirectamente , el núcleo de las instituciones políticas?…
Y sigue considerando Kropotkin:
“Como los hombres libres se convirtieron gradualmente en siervos forzados a trabajar para el señor laico o religioso del castillo; para explicar de qué modo se constituyó la autoridad, por tanteos, por sobre de los pueblos y de las comarcas; de qué modo los campesinos se rebelaron, se coaligaron, lucharon para combatir esta creciente dominación y cómo sucumbieron en estas luchas contra los fuertes muros de los castillos, contra los hombres cubiertos de hierro que defendíanlos
Se comprende fácilmente que a los historiadores modernos educados en el espíritu romano y empeñados en hacer remontar todas las instituciones hasta Roma, les sea difícil comprender el espíritu del movimiento comunalista del siglo XII. Este movimiento, afirmación viril del individuo que logra constituir la ciudad por la libre federación de los hombres, de los pueblos, de las ciudades, fue una negación absoluta del espíritu unitario y centralizador romano mediante el cual se pretende explicar la historia en nuestras universidades. Dicho movimiento no va ligado a ninguna personalidad histórica ni a ninguna institución central”.
M.F. también analiza como la historia oficial enmascara problemas de este tipo al resaltar temas y “teorías” como la de la soberanía. Dice: “ La teoría jurídica política de la soberanía – la teoría de la que hay que desprenderse si se quiere analizar el poder- data de la Edad Media, data del resurgimiento del Derecho Romano; se constituyó en torno del problema de la monarquía y el monarca. Y creo que, históricamente, esa teoría de la soberanía –es la gran trampa en la que se corre el riesgo de caer… sirvió de instrumento y también de justificación para la constitución de las grandes monarquías administrativas… a partir del siglo XVI y sobre todo del XVII, ya en el momento de las guerras de religión, la teoría de la soberanía fue un arma que circuló tanto en un campo como en el otro, que se utilizó en un sentido o en el otro, ya fuera para limitar o, al contrario, para fortalecer el poder real… Por último en el siglo XVIII volvemos a encontrar esa misma teoría de la soberanía, como reactivación del derecho romano, en Rousseau y sus contemporáneos… en este momento se trata de construir, contra las monarquías administrativas, autoritarias o absolutas, un modelo alternativo, el de las democracias parlamentarias…”.
Continúa Kropotkin poniendo el acento en temas trascendentes que han quedado como “resquicios” históricos de poca importancia para determinadas teorías globalizantes y ancladas en conceptos que pertenecen más que nada al campo de la dominación.:
“ El municipio de la Edad Media, la ciudad libre, tiene su origen, por una parte, en la comuna del pueblo, y por otra, en estas mil hermandades y guildas que se constituyeron aparte, fuera de la unión territorial. La federación de estas dos especies de uniones perfeccionó la comuna de la Edad Media bajo la protección de su recinto fortificado y de sus torres.
En alguna región fue un desarrollo natural. En las demás -y fue la regla general para la Europa occidental – fue el resultado de una revolución. Cuando los habitantes de un determinado burgo se sentían suficientemente protegidos por sus murallas, formaban una conjuración. Prestábanse mutuamente juramento de abandonar todos los asuntos pendientes concernientes a los insultos, las luchas o las heridas, y juraban para desde allí en adelante no recurrir jamás, en las querellas que pudieran ocurrir, a otro juez que no fuera los síndicos que ellos mismos nombraban. En cada guilda de arte o de buena vecindad, en cada hermandad jurada, esto era ya desde hacía mucho tiempo la práctica regular. Tal había sido la costumbre antaño en cada comuna de pueblo, antes que el obispo o el reyezuelo llegara a introducirse y más tarde imponer su juez.
¡Y cuántos embustes han propalado en beneficio del Estado los historiadores estatistas respecto de este período!
En efecto, ¿acaso no nos han enseñado, por ejemplo, en la escuela, que el Estado nos hizo la merced de constituir sobre las ruinas de la sociedad feudal, estas uniones nacionales que eran imposibles antes por las rivalidades de las ciudades? Este embuste nos lo han enseñado a todos en la escuela y casi todos hemos continuado creyéndolo ya grandes.
Y, sin embargo, hoy sabemos perfectamente que a pesar de todas las rivalidades, las ciudades medioevales trabajaron durante cuatro siglos para constituir estas uniones, queridas, consentidas libremente, por medio de la federación, y, lo que es mejor, que lo lograron.
Pero el Estado, por su propio principio vital, no puede tolerar la federación libre. Representa ésta lo que más horroriza al legislador: el Estado dentro del Estado. Este no puede reconocer una unión libremente consentida funcionando en su seno; únicamente él y su hermana la Iglesia acaparan el derecho de servir de lazo de unión entre los hombres.
Por consiguiente, el Estado debe, forzosamente, aniquilar las ciudades basadas en la unión directa entre ciudades. Al principio federativo debe sustituir el principio de sumisión, de disciplina. Es su sustancia. Sin este principio, deja de ser el Estado…”.
Una línea de análisis muy emparentada con nuevas investigaciones. M.F. dice: “En las sociedades modernas, a partir del siglo XIX y hasta nuestros días, tenemos, por una parte, un discurso y una organización del derecho público articulados en torno del principio de la soberanía del cuerpo social y la delegación que cada uno hace de su soberanía al Estado, y, al mismo tiempo, una apretada cuadrícula de coerciones disciplinarias que asegura, de hecho, la cohesión de ese mismo cuerpo social. Ahora bien, esta cuadrícula no puede trasncribirse en ningún caso en ese derecho, que es , sin embargo, su acompañamiento necesario. Un derecho de la soberanía y una mecánica de la disciplina: entre ambos dos límites, creo, se juega el ejercicio del poder”.
Sigue Kropotkin en este enjundioso análisis:
“Allí donde fue abolida la servidumbre se reconstituyó nuevamente bajo mil formas diversas y nuevas; y allí donde aun no había sido totalmente destruida, se modelaba bajo la égida del Estado en una institución feroz, conteniendo todos los caracteres de la esclavitud antigua…
¿Acaso podía salir otra cosa de la miseria estatista, cuando su primera preocupación fue anular la comuna de pueblo, después la ciudad, destruir todos los lazos que existían entre los campesinos, poner sus tierras a merced del saqueo de los ricos, y someterlos, individualmente, al funcionario, al sacerdote, al señor
Anular la independencia de las ciudades; robar las guildas ricas de los comerciantes y de los artesanos; centralizar en sus manos el comercio exterior de las ciudades y arruinarlo; apoderarse de toda la administración de las guildas y someter el comercio interior, como asimismo la fabricación de todas las cosas hasta en sus menores detalles a una nube de funcionarios, y matar de este modo la industria y las artes; adueñarse de las milicias locales y de toda la administración municipal; aplastar a los débiles en provecho de los fuertes por medio de los impuestos, todo esto fue el papel que desempeñó el Estado naciente en los siglos XVI y XVII ante las aglomeraciones humanas.
La misma táctica empleó, evidentemente, con los campesinos. Desde el instante que el Estado se sintió con fuerzas para ello, se apresuró a destruir la comuna del pueblo, a arruinar a los campesinos que cayeron en sus manos y entregar las tierras de dichas comunas al saqueo.
Los historiadores y los economistas a sueldo del Estado nos han enseñado que habiéndose convertido la comuna del pueblo en una forma anticuada de la posesión del terreno que ponía obstáculos al progreso de la agricultura, tuvo que desaparecer bajo la acción de fuerzas económicas naturales. Los políticos y los economistas burgueses no han cesado de repetirlo hasta nuestros días, y hasta hay revolucionarios y socialistas – los que pretenden ser científicos – que aun recitan esta fórmula convenida, aprendida en la escuela.
Jamás se afirmó embuste alguno tan odioso como este en la ciencia. Embuste querido, puesto que la historia está llena de documentos para probar al que quiera conocerlos – por lo que concierne a Francia basta consultar a Dalloz -, que la comuna del pueblo estuvo primeramente privada por el Estado de todos sus atributos: de su independencia, de su poder jurídico y legislativo, y que luego sus tierras fueron, o simplemente robadas por los ricos con la protección del Estado, o bien directamente confiscadas por el Estado…
Se calcula que al siguiente siglo, la mitad, por lo menos, de las tierras comunales, se las apropió la nobleza y el clero amparadas por el Estado. A pesar de todo la comuna continuó subsistiendo hasta 1787. La asamblea del pueblo se reunía debajo del olmo, alquilaba las tierras y distribuía los impuestos. Véanse los documentos que reunió Babeau en su libro El pueblo bajo el antiguo régimen. Turgot encontró en la provincia en que actuaba de intendente que las asambleas eran demasiado tumultuosas y las abolió en su intendencia para substituirlas con asambleas elegidas entre los más ricos del pueblo. El Estado generalizó esta medida en el año 1787 en vísperas de la revolución. El mir quedó abolido y los negocios de las comunas cayeron de este modo entre las manos de algunos síndicos elegidos por los burgueses y campesinos más ricos.
La Constitución se apresuró a confirmar esta ley en diciembre de 1789, y los burgueses substituyeron entonces a los señores en el despojo de las comunas y de lo poco que les quedaba de tierras comunales. Y se necesitó una Jacquería tras otra para obligar a la Convención (1792) a confirmar lo que los campesinos sublevados acababan de realizar en la parte oriental de Francia, es decir, que la Convención devolviera las tierras comunales a los campesinos, como así se efectuó, pero únicamente allí donde está, revolucionariantente, realizado de hecho. Es el caso, como sabéis, de todas las leyes revolucionarias; solamente entran en vigor allí donde el hecho se ha consumado.
Sin embargo, la Convención añadió a esta ley algo de su propia cosecha, ordenando que estas tierras recuperadas a los señores fuesen repartidas en partes iguales entre los ciudadanos activos única y exclusivamente, es decir, entre los burgueses del pueblo. De una plumada desposeía de este modo a los ciudadanos pasivos, es decir, a la masa de campesinos empobrecidos que más necesidad tenían de estas tierras comunales, lo cual, afortunadamente, motivó una nueva Jacquería y una nueva ley de la Convención, ordenando en 1793 la repartición de las tierras por cabeza, entre los habitantes todos, cosa que no se puso en vigor y que sirvió de pretexto para nuevos robos de tierras comunales.
¿Acaso estas medidas no eran bastante para provocar lo que economistas e historiadores burgueses llaman la muerte natural de la comuna? Como si aun no fuese bastante, el 24 de agosto de 1794 la reacción que se apoderó del poder dio a esta muerte el golpe de gracia. El Estado confiscó todas las tierras de los municipios y las convirtió en fondo de garantía de la deuda pública, sacándolas a pública subasta y poniéndolas a merced de sus partidarios…
He aquí los hechos, y he aquí lo que algunos individuos han dado en llamar en lenguaje ciéntífico la muerte natural de la posesión comunal bajo la influencia de las leyes económicas. Lo mismo daría llamar muerte natural al destroce de cien mil soldados en el campo de batalla.
Ahora bien, lo que sucedió en Francia sucedió también en Bélgica, en Inglaterra, en Alemania, en Austria, en todas partes de Europa, excepto en los países eslavos.
Las épocas de recrudecimiento del robo a las comunas se corresponden en toda la Europa occidental…
En Bélgica, en Alemania, en Italia, en España, encontramos los mismos procedimientos. En una u otra forma, la apropiación personal de las tierras, antes comunales, fue casi totalmente perpetrada en los años cincuenta de este siglo. De sus tierras comunales los campesinos únicamente han guardado algunos pocos pedazos.
He aquí de qué modo este seguro mutuo entre el señor, el sacerdote, el soldado y el juez – el Estado – ha procedido con los campesinos a fin de despojarlos de su última garantía contra la miseria y la esclavitud económica.
¿Pero es que el Estado, mientras organizaba y sancionaba este robo, podía por lo menos respetar la institución de la comuna como órgano de la vida local?
Evidentemente, no.
Admitir que los ciudadanos constituyan entre sí una federación que se apropie algunas de las funciones del Estado, hubiera sido, en principio, una contradicción. El Estado pide a sus súbditos la sumisión directa, personal, sin intermediarios; quiere la igualdad en la servidumbre, no puede admitir el Estado dentro del Estado.
Así vemos que, desde que el Estado principió a constituirse en el siglo XVI, trabajó para destruir todos los lazos de unión que existían entre los ciudadanos, sea en el pueblo o en la ciudad. Si toleró, con el nombre de instituciones municipales, algunos vestigios de autonomía – jamás de independencia -, fue únicamente con una mira fiscal, para no gravar mucho el presupuesto central, o bien, para permitir a los ricachones de provincias que se enriquecieran más aun a costa del pueblo, como sucedió en Inglaterra hasta nuestros días y sucede aún en las instituciones y en las costumbres.
Y esto se comprende perfectamente. La vida local es de derecho de costumbre, mientras que la centralización de los poderes es de derecho romano. Las dos no pueden subsistir juntas, y la segunda debía anular la primera.
El Código jacobino de la Convención, conocido por Código de Napoleón, no reconoce el derecho de costumbre, solamente reconoce el derecho romano, o mejor, el derecho bizantino…
Pero hay algo peor en el fondo. Hay el principio que lo ha matado todo. Los campesinos de un pueblo tienen mil intereses comunes; intereses de hogar, de vecindad, de relaciones constantes. Forzosamente vense obligados a unirse para mil cosas diarias. Pero el Estado no quiere, no puede consentir que se unan. Con darles la escuela, el cura, el guardia civil y el juez, cree que debe bastarles. Y si surgen otros intereses quiere que pasen por las manos del Estado y de la Iglesia.
Hasta fines de 1883, les estaba severamente prohibido a los campesinos franceses agremiarse, aunque sólo fuese para comprar juntos abonos químicos o para regar sus campos. En 1883-86 la República se decidió a otorgar este derecho a los campesinos, no sin votar con muchas precauciones y obstáculos la ley sobre los sindicatos.
¡He aquí a qué grado de embrutecimiento hemos llegado con nuestra educación falseada, iniciada por el Estado, y con nuestros estatistas!”.
Las instituciones burguesas solo a la burguesía pueden servir
Una historia con un fin que bien conocemos
Los documentos que van a continuación son opiniones que nuestra organización fue dando a través de sus “Cartas” semanales. Corresponden al año 1970. Hacemos un extracto de varios trabajos que tienen unidad temática, como es material nuestro lo libraremos de los engorrosos tres puntos por aquí y por allá. Hay temas que se repiten que se abren y son finalmente temáticas que ya estuvieron planteados y en el tiempo, teóricos-políticos, y son presentados casi como nuevos o como interrogantes discutidas en el seno de la izquierda desde hace mucho tiempo. Con estos materiales, nos parece, completamos este enfoque primario sobre la estructura de dominación, sus “componentes” y las técnicas de reproducción que ponen en juego. Al revés que el material anterior de Bakunin y Kropotkin el orden de análisis es con menos referencias descriptivas de lo histórico y más centrado en categorías. Hemos procurado quitar lo que tiene de referencia muy específica al lugar, tratando de que vaya lo que es de rigor mas general. Veamos:
“Hace muchos años, cuando en el mundo gobernaban solo reyes, hubo mucha gente que se hizo ilusiones con los parlamentos. Los reyes hace un par de siglos, hacían lo que querían, su voluntad era ley en los regímenes de monarquía absoluta que había en Europa y otros lados en los 1700 o al comienzo de los 1800. Entonces a muchos les pareció que la solución de todos los problemas estaban en que las leyes las hicieran, en lugar de los reyes, parlamentarios, formados por representantes elegidos por el pueblo .
‘Si es el pueblo el que elige, en elecciones libres, a los que van hacer las leyes –decían-estas tendrán que contemplar los intereses del pueblo. Será la mayoría popular y no el antojo de los privilegiados -entonces eran los nobles- gobernados por boca de un rey, lo que regirá los destinos de todos. ¡Fue una hermosa ilusión! Y por eso duró bastante. Fue una buena intención y por eso el pueblo fue, una y otra vez, a la lucha, a la revolución, buscando imponer regímenes liberales, que consagraron la ‘consulta al pueblo, el gobierno de los representantes del pueblo, la democracia’.
Pero el liberalismo que eso quería, tenía una falla grande, que con el tiempo aparecería clara. El liberalismo democrático se fijaba solo en el aspecto político, en la igualdad de derechos políticos. Lo único que pedía era que todos tuvieran derecho a votar. Se fijaba solo en la desigualdad política, que quería convertir en igualdad, en democracia, y no se fijaba en otros aspectos, tanto o más importantes de la desigualdad. La desigualdad social, la desigualdad de riquezas, el hecho de que, en el mundo capitalista que nacía, unos eran explotadores y otros –la enorme mayoría- eran explotados..
Y eso no paso por casualidad. Es que atrás de las doctrinas liberales estaba la burguesía que entonces emergía como clase, ya poderosa socialmente por su riqueza en el comercio y la industria y que quería ser también predominante en el aspecto político. Quería el poder. Pero en el poder estaban los reyes y la nobleza antigua, dueña, más que nada de la tierra. Para luchar contra ellos, la burguesía ascendente necesitaba apoyo, y lo buscó en el pueblo. Y lo encontró, porque la ideología burguesa, las teorías políticas de los burgueses le permitían al pueblo, precisamente, lo que todo el pueblo ha deseado, aquello a que todo pueblo ha aspirado a lo largo de toda la historia del mundo, la justicia, la igualdad para todos. Pero los teóricos, las ideologías burguesas, la critica burguesa de la antigua sociedad de los nobles terratenientes, era parcial y por eso engañosas. Ellos señalaban solo las desigualdades políticas y en eso tenían razón, por eso el pueblo les dio la razón…pero no señalaban las otras desigualdades, las sociales, las económicas.
La prédica burguesa, el pensamiento burgués fue, digamos así, un pensamiento tuerto. Miro para un solo lado. Miró para lo político, pero cerró los ojos ante la explotación económica. Porque ver eso, mostrar eso no les convenía a los burgueses, que en la explotación del trabajo ajeno tenían su fuente de poder. Por eso consideraron ese aspecto, tan decisivo, del problema. Cuando, pasando el tiempo, la burguesía entró a ganar, cuando empezaron a imponerse regímenes de tipo liberal con parlamentos, con presidentes, las cosas empezaron a verse más claras. Los trabajadores empezaron a ver que, bajo los regímenes liberales, seguían habiendo desigualdades, a veces más grandes que antes, seguían habiendo injusticias y explotación y pobreza.
Y todavía no habían caído los últimos reyes -que algunos quedan todavía hoy- y ya los primeros pensadores socialistas decían que la igualdad política era imposible, era una utopía sin la igualdad económico-social. Que mientras hubiera ricos y pobres, explotadores y explotados, de nada servía tener la igualdad en el voto. Que la igualdad verdadera, que el pueblo siempre ha querido y quiere, no se puede conseguir votando. Que hay que conquistarla con la pelea.
Es que la utopía liberal democrática del gobierno ‘del pueblo, por el pueblo y para el pueblo’ no ha pasado de ser eso: una apariencia, una ilusión. Apariencia tras la cual quienes realmente detentan el poder son las clases dominantes. ¿Cómo podría suceder de otro modo si esas mismas clases son las que concentran la riqueza, poder económico, el predominio social?
La burguesía, dueña de los medios de producción, también de la soberanía popular.
Organizó y promovió sus partidos, creó sus diarios, controló todo el aparato publicitario. A través de éste, manejó las campañas electorales con el mismo criterio y los mismos métodos con que promueven las campañas para vender un televisor o una coca cola. Así como se ‘coloca’ un producto comercial, así también se ‘coloca’ una candidatura. Todos sabemos cómo los mecanismos publicitarios hacen aparecer como un sabio al que de repente nada sabe, como defensor del pueblo al reaccionario más furibundo. Como se construyen, a través de propagandas persistentes y ‘técnicamente’ asesoradas, ‘imágenes’ adecuadas, a la medida, de los candidatos para los que se recaba el voto popular. Todo ello al amparo de una situación fundamental: el alejamiento sistemático del pueblo, su apartamiento cuidadoso y metódico de todo lo que sea participación en los ‘problemas de gobierno’. La exclusión de todo aquello que tiene que ver con la decisión de los verdaderos problemas.
La participación del pueblo en la decisión de los problemas que lo afectan, el ejercicio de su ‘soberanía’ se limita, dentro de las constituciones y leyes burguesas, a votar cada tantos años y acatar, después, mansamente lo que decidan sus ‘representantes’. En la decisión de las cosas grandes, como en las cosas chicas, al pueblo, una vez que se hicieron las elecciones, no se le consulta para nada. Una vez que eligió a sus ‘representantes’ tiene que acatar lo que estos resuelvan. Y si, como pasa habitualmente, estos actúan contra los intereses de sus ‘electores’, porque en realidad son personeros de la minoría privilegiada, hay que tener paciencia y esperar hasta las nuevas elecciones para intentar ‘cambiar’.
Al pueblo se le sugiere que los grandes problemas del país son demasiado complicados como para que ‘cualquiera’ entre a decidir sobre ellos. Los únicos que pueden decidir son unos cuantos ‘representantes’ que parecerían estar dotados, no se sabe por quién, de inteligencia y facultades sobre humanas para conocer, ellos sí, toda clase de problemas y sus ‘mejores’ soluciones. La realidad desmiente esta suposición. No es la capacidad si no la fidelidad a ciertos intereses lo que asegura a los políticos su predominio, a veces muy largo, en la administración pública.
Además, en los hechos, el poder real que les va quedando a los ‘representantes del pueblo’ es cada vez menor. La autoridad tiende a concentrarse, cada vez más., en manos del poder ejecutivo, en manos de los presidentes y sus ministros, asesorados por los equipos de técnicos ( que a veces no lo son tanto) que los rodean. ‘Asesoramiento técnico, por gente preparada y decisión rápida por un ejecutivo fuerte’ es la receta ‘moderna’ en materia de gobierno. El parlamento es una institución en decadencia. Los parlamentos, las elecciones, que la burguesía reclamaba cuando luchaba contra las antiguas clases dominantes para conseguir apoyo del pueblo hoy ya juegan un papel muy secundario.
Las elecciones son bastas maniobras publicitarias, de tipo carnavalero, para conseguir la ‘extracción sin dolor’ del voto. El Parlamento, una forma institucional cada vez mas hueca, que ponen como un biombo para esconder a los ojos de la gente los manejos de los que realmente mueven los títeres desde atrás.
Eso lo hemos visto más claro que nunca en estos últimos tiempos. Quienes mejor lo saben son las clases dominantes y, por supuesto, los mismos parlamentarios.
Sin embargo, cada cinco años, los diarios, las radios, los ‘comentaristas’ y ‘publicistas’ y ‘políticos’ de todos los colores, que siempre critican las huelgas, que siempre están de acuerdo con la represión, se ponen, al unísono, hacer barullo con las elecciones. Y en eso no se quedan cortos los otros, los que dicen que se oponen a la represión… cuando no están en el gobierno.
Y no faltan los que desde posiciones de ‘izquierda ‘ ayudan a decorar la farsa”.
El Estado, la Soberanía, el voto y el problema del poder
No es fácil definir, exhaustivamente en pocas palabras, que es el estado. Sobre todo en piases donde tiene tantas funciones y cometidos. El estado se hace cargo de actividades muy diversas. Abre escuelas y también cuarteles. Manda a los policías, que golpean y balean y también mantiene los hospitales y paga a los médicos de Salud Publica que, de repente, atienden a esos mismos contusos y heridos. Por supuesto, es entre todos, a través de los impuestos que paga el pueblo, que financiamos los sueldos de maestros y médicos y en eso estamos todos de acuerdo. Pero resulta que con esos mismos impuestos que pagamos, financiamos también los sueldos de policías y soldados, que después reprimen huelgas, apalean y asesinan. Y nunca reprimen a quienes explotan a ese pueblo. A los financistas ladrones, a los latifundistas y grandes tiburones del comercio y la industria.
Dicen que el estado ‘encarna la soberanía popular’, pero con la mayoría de las cosas que se hacen, el pueblo ‘soberano’ no está de acuerdo. Pero se hacen igual. ¿Por qué pasa eso ¿ El estado tiene dos caras. Una que asegura funciones necesarias. Otra que asegura el mantenimiento del ‘orden’ en beneficio de las clases dominantes. Y sucede que esta última función es siempre, de lejos, la más importante para ellos. Pueden cerrarse escuelas y hospitales, pero nunca se verá que se prescinda de soldados y policías. Porque como siempre dicen, ‘la función primaria del estado es el mantenimiento del orden social’.
El estado comprende, aquí, cantidad de instituciones. Ejército, policía, justicia, empresas industriales, servicios sanitarios y educativos, etc. También presidente y parlamento. Todas estas instituciones tienen cometidos teóricamente fijados en una ordenación general, ‘legal’, amplísimas atribuciones. Precisamente porque, como en todos los periodos de crisis, ellos precisan que alguien ‘mande’, que se actúe en función del mantenimiento del ‘orden’. Cuando se produce, sin solución dentro de su sistema, el deterioro económico-social, cuando crece el desempleo y la pobreza, saben que eso produce descontento y entonces amplían las funciones represivas del estado.
Alguno podrá pensar: ‘pero si hay elecciones, podemos, ‘votando bien’, poner un presidente de nosotros, un presidente salido del pueblo, que este del lado del pueblo, y todo estará arreglado’. Eso creen muchos y por eso hay tanta gente que vota. Parece fácil.
¿E s que siempre se ‘equivoca’ el pueblo? Lo que pasa es mucho peor. Es que dentro del sistema actual, cualquiera que llegue al poder, tiene que actuar en beneficio de las clases dominantes o si no, no llega…o lo tiran abajo. Todas las veces que algún presidente se tiró a fondo contra los intereses de las clases dominantes, le dieron un golpe de estado y lo tiraron abajo. Se ha visto muchas veces en América Latina y en todos lados. Porque en realidad –ahí está el meollo del asunto- por más que digan que el estado es la ‘encarnación de la soberanía popular’ no es así. Dentro del sistema actual, el estado representa los intereses de las clases dominantes.
El estado no es neutral. Y mucho menos emanación o representante del pueblo. No es un simple ‘maquina’ que la puede manejar cualquiera que saque la mayoría en las elecciones. Sería una maquina muy particular, que acepta solo un conductor, que agarra siempre para el mismo lado: el de la defensa de las clases dominantes.
La verdad es que el estado no es, simplemente, una ‘maquina’. Es una parte constitutiva del sistema, por cierto que una de las más importantes. Es parte de un sistema. La función central del estado, lo que justifica su existencia, es la función de determinado poder. La función de imponerle al pueblo el acatamiento del orden social vigente.
El estado monopoliza el ejercicio de la violencia que se llama ‘legal’. Si en una manifestación, en un ‘desorden’ cualquiera, un policía mata a una persona, se dice que procedió defendiendo al ‘orden’. Si el muerto es un policía, quien lo mató irá a la cárcel por ‘asesino’.
El Estado monopoliza la violencia ‘legal’, pero esa violencia no es neutral, no es ciega. Como no es ciega la justicia. La violencia de arriba, como la justicia de arriba, tiene los ojos muy bien abiertos y casi nunca se equivocan cuando actúan. Casi nunca se verán policías asesinando burgueses o jueces midiendo con la misma vara a pobres y millonarios. Y cuando algo de eso pasa, es que son otros burgueses, otros millonarios los que están usando la policía o los jueces en su beneficio. Y hemos dicho que entre ellos también suele haber desacuerdos y contradicciones, ‘peleas de familia’, vamos a decir. Pero su pelea de fondo, permanente, es contra el pueblo. Su gran preocupación es tener quieto al pueblo. Ese es el cometido esencial del estado.
Donde hay un sistema capitalista, el estado no puede ser neutral. Es un estado capitalista. Todo el orden legal ( constitución, leyes, etc. ) parte de esa base. Está pensado para mantener y consolidar el sistema vigente. Tan es así, que en las empresas estatales también se explota al trabajador… Cuando el estado empezó a instalar empresas, crear servicios públicos, hubo quienes creyeron que se avanzaba hacia un futuro más justiciero. Pero no fue así. El estado burgués también explotó a sus asalariados. Igual que el patrón particular. .Es que el estado, aunque no se identifique, necesariamente con ningún sector burgués en particular, representa los intereses del conjunto de las clases dominantes. A veces predominan los intereses de ciertos grupos latifundistas, a veces los de ciertos banqueros, a veces los de otros. Pero siempre son intereses de las clases altas. Los propios jerarcas estatales (desde los generales hasta los altos funcionarios) son, en general, burgueses. Aunque, a veces, puedan ‘venir de abajo’, se convierten en burgueses, precisamente a través del desempeño de cargos altos, que dan poder, buen sueldo y que, inclusive, son en ocasiones la puerta abierta a negocios muy lucrativos, aunque no muy limpios. La ‘maquina estatal’, de que hablan algunos, no es neutral, tiene corazón y conciencia. Tiene el corazón y la conciencia burguesa.
Cuando en esa ‘maquina’ aparece una ‘pieza’ que desentona la misma máquina la hace saltar”.
Desechando el estado en todas sus formas y expresiones
A la luz de la caída de tantos paradigmas y con tanta materia prima que la historia hoy proporciona, es necesario recrear en estas condiciones históricas concretas la estrategia de cambio por fuera y contra del estado de gran parte de la concepción libertaria. Con esa raíz conceptual e histórica, volcándole a ella las nuevas investigaciones y hechos sociales, tiene vigencia plena el planteo fundamental.
No hay estado por encima de la sociedad ni de las clases por más que quiera presentarse como tal. Ni estado neutro o amorfo. Es un complejo instrumento de dominación de clase surtido de mecanismos para esa dominación sin dejar de cumplir por ello otras funciones sociales que hacen de manera indirecta a la perpetuación de ese dominio. Y justamente es apto para eso, para ejercer dominación y no liberación.
En este momento de debate, y también de confusión, de trágica urgencia de proyectos que se perfilen para cambios de esa práctica y lógica brutal y perversa de un sistema ya sin duda genocida, debe resurgir la alternativa socialista. ¿Porqué socialista? En historia e imaginario de los de abajo no aparece nada parecido que tenga esa fuerza. Pese a su uso, desprestigiado en parte por el marxismo real, es lo que sugiere la alternativa de otro mundo, de uno diferente y que tiene que ver con los de abajo.
La estrategia fue y es para nosotros de construcción de un pueblo fuerte. Como suelen decir ahora la necesidad de trabajar en pos del empoderamiento de la población, de todas las expresiones colectivas que los de abajo vayan creando o que puedan impulsarse.
¿Cuál organización política para este periodo histórico?.
Esto nos lleva de la mano a plantearnos el papel de la organización política en este periodo histórico. Los partidos de “vanguardia”, los que “representaban” al proletariado y el pueblo parecen estar más en bancarrota que nunca. Si se toma nuestra América Latina en estas últimas décadas hay ricos ejemplos de cómo esos partidos, estuvieron al margen o en posiciones de reproducción de lo existente, en las tantas movilizaciones trascendentes y puebladas que llevó adelante el abajo en gran parte impulsado por organizaciones sociales de amplio espectro. Bolivia ha sido lo más paradigmático. Pero al mismo tiempo que protagonizar luchas social-políticas de relevancia y más allá del planteo de los partidos de “izquierda” hay un momento en el que hacen agua, queda un vacío que de inmediato es llenado por los conocidos de siempre. Casi todas las evaluaciones sobre ese vacío se hacen desde una lógica de la ausencia de partidos de vanguardia que apunten a tomar zonas del estado o del funcionamiento estatal actual con miras e iniciar un proceso desde ahí. Vale decir que analizan o proponen desde la misma lógica que hizo que los partidos de “izquierda” estuvieran ausente o negando esos caminos populares como válidos. Casi no aparece planteado que el asunto sería otra forma de hacer política y otra forma de concebir a la organización política, el rol que debe cumplir lo político hoy a la luz de la experiencia histórica transcurrida. Ya no funciona lo de “furgón de cola” y creo que tampoco lo de “polea de transmisión”, puede ser que sí funcione aquello de “pequeño motor”. El papel de la organización política sigue siendo válido y cubre un espacio que es distinto al de la acción de las organizaciones sociales. Pero cada vez más parece necesario precisar prolijamente su área de acción y las prácticas que a él corresponden.
Algunas rápidas consideraciones generales acerca de quiénes somos y lo que hoy queremos
La visión que del anarquismo propugna la FAU se constituye en torno a una crítica de las relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer social (políticas, económicas, jurídicas, militares, educacionales, culturales, etc.), crítica que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento histórico concreto en que tiene lugar.
Al mismo tiempo es un proyecto de sociedad distinta basada en otras relaciones sociales y valores. En su accionar práctico, el anarquismo se destacó especialmente como parte de las luchas y realizaciones de un sector del movimiento obrero internacional. Fue activo también en diversas luchas reivindicativas y revolucionarias. Ejemplo de esto es la fuerte participación de militantes anarquista en la Revolución Española. Lugar donde plasmó anarquismo real a nivel del funcionamiento global de zonas.
El proyecto revolucionario anarquista es consecuencia lógica de la crítica y de nuestras aspiraciones de una forma nueva de convivencia entre los seres humanos.
El anarquismo como crítica del capitalismo y de su estado que se presenta ficticiamente como poder separado y por encima de la sociedad, como crítica de la burguesía y de la burocracia, como crítica de la dominación y el autoritarismo deviene necesariamente en actitud de lucha y en las luchas sociales de las clases oprimidas encuentra su razón.
Nuestra crítica y nuestro proyecto no se agotan en el levantamiento, la protesta y la rebelión sino que maduran en un modelo de sociedad libertaria inconfundiblemente socialista, en una estrategia de ruptura revolucionaria y en un estilo militante combativo y de agitación permanente en dirección a las transformaciones sociales en gran escala. Este proyecto se canaliza a través de la organización revolucionaria específica y es por tanto, lucha organizada.
Entendemos una forma de relación en la sociedad, una relación que haga compatible lo individual en el marco de lo colectivo. Y al mismo tiempo, entendemos la libertad como basada en la responsabilidad y no en la coacción. Por ello entendemos el reino de la libertad como un responsable y permanente esfuerzo de trabajo, autodisciplina y conciencia.
Realizar en términos sociales e históricos concretos los principios y valores fundamentales de pensamiento libertario, nos lleva de la mano al problema político: a la ruptura del sistema actual y creación de otro orden social.
Es nuestra concepción no tiene contradicción que afirmemos que ese proceso debe ser ejercido y realizado desde los órganos reales y básicos de la sociedad que no debe ser monopolio del estado, pero que tampoco debe estar supeditado, dependiente, de partido político alguno. Debe basarse hoy en la producción de poder popular.
Es totalmente político porque lo que lo nuestra Organización plantea es un proceso que haga viable la más posible de las socializaciones en todas las esferas del quehacer colectivo. Una socialización que incluye los medios de producción, distribución, crédito e intercambio y al mismo tiempo, la socialización del poder político, de la educación, de la administración de justicia, de las organizaciones de defensa, de las fuentes del saber y la información. La supresión de la dominación en las diferentes esferas.
Este proyecto que es al mismo tiempo la supresión de toda estructura, mecanismo, dispositivo, al servicio de clases y/o grupos dominantes nos parece como el camino de concreción histórica de nuestros principios
Para la FAU reintegrar a la sociedad el poder político es sustituir al estado y al gobierno en sus funciones tutelares y habitualmente represivas. En su rol de “pieza” articulada a un sistema.
Es socializar los mecanismos de expresión y decisión que deben serle propios al pueblo (Comuna, sociedad) e ir abandonando los mecanismos de represión y coacción violenta en beneficio de relaciones de convivencia asentadas en la libertad responsable y el compromiso emanado de una real participación. Participación para producir todas las funciones que una sociedad necesita a la altura en que se encuentra su desarrollo.
En términos de realización libertaria esto quiere decir que el poder político asume la forma de una democracia directa, ejercida desde las instituciones de base y las instancias globalizadoras que las expresan. La instalación de un Poder Popular.
Por esto pensamos una democracia distinta a la meramente representativa. Por democracia directa pensamos en una nueva institucionalidad, donde no haya lugar a ningún género de privilegios, sean estos económicos, sociales o políticos. En una institucionalidad donde la revocabilidad de los miembros este inmediatamente asegurada y donde por lo tanto, no haya espacio a la habitual irresponsabilidad política que caracteriza a la democracia representativa, ni a la creación de esa casta que ya tanta gente llaman con desdén: «los políticos».
Una práctica y una institucionalidad que debe reflejar el derecho y las obligaciones de todos los miembros de la sociedad. Su derecho a ser elegido y elector, y también su obligación a rendir cuentas en forma efectiva, práctica, cotidiana. Y esto debe ser válido tanto para las instancias más amplias de la globalidad social, como también para la instancias de base. De esta forma es que concebimos la democracia, como una construcción, un quehacer y una voluntad colectivas que no tienen límites en el tiempo. Nuestra visión política de la sociedad no es el fin de la historia ni la terminación de ciertos conflictos. Es su continuación en la forma más armónica, libre, justa y responsable posibles.
¿En qué contexto debe desenvolverse nuestro proyecto político?. Nuestras aspiraciones están totalmente enfrentadas a una sociedad de seres disciplinados, pasivos, regimentados, uniformes y obedientes. Pero nuestro accionar político debe enfrentarse a situaciones históricas concretas en las que encontrará los efectos de siglos de dominación y la constitución, especialmente en los últimos tiempos, de conformación de muchos segmentos distintos de ideología, de colectivos sociales, emanados, principalmente, de la fragmentación y en consonancia con la etapa que hoy atraviesa el sistema.
El fracaso del socialismo que quería ser real, muestra una vez más que la utopía de la igualdad, de la libertad, de la justicia, de la participación efectiva, es el alimento necesario para la esperanza, una herramienta imprescindible en la lucha de liberación.
La humanidad no ha vivido ni vivirá sin esperanzas. Es cierto que el escepticismo parece invadir algunas zonas del mundo, que el hedonismo individualista pretende erigirse en creencia. Pero frente a los sistemas cerrados, despóticos, autoritarios, sembradores de miseria y desesperanza, reaparece una y otra vez, con distintas formas, la resistencia.
Fácticamente tenemos que entre las clases oprimidas existe una situación y una condición común que puede hacer posible solidaridades y proyectos que desbordan los particularismos, también las fronteras nacionales y culturales.
Al mismo tiempo tenemos la existencia de particularismos que actúan como elementos enriquecedores de la realidad social y que establecen mayor complejidad para la acción conjunta. Con esto solo queda enunciado un tema. Volveremos sobre él.
La acción directa. El método de actuación político-social preconizado por el movimiento anarquista ha sido y es la acción directa. Si bien la acción directa es automáticamente relacionada con el empleo de formas violentas de resistencia y lucha, el concepto engloba una mayor riqueza de contenido. Fundamentalmente se trata de hacer prevalecer el protagonismo de las organizaciones populares, bregando por la menor mediación posible y asegurando que la necesaria mediación no implique el surgimiento de centros de decisión separados de los interesados. En ese sentido, la acción directa es la consecuencia lógica de nuestros objetivos finales. Puesto que la gestión directa de las diversas ramas del quehacer social es la meta. En rigor y coherencia sólo la acción directa puede ser la metodología que se corresponda con ese objetivo. En tal sentido, la acción directa es el complemento de la democracia directa a la que anteriormente hacíamos referencia.
Los trabajadores y otros sectores oprimidos en la medida que aumenten las posibilidades de una práctica de la acción directa y de la democracia directa, pueden asumir responsablemente la defensa de sus intereses y adquieren la capacidad necesaria para fortalecer su posibilidad de decisión, maduran en la medida en que se hacen cargo de sus aciertos y sus errores asumiéndolos como propios y evitando subordinarse a planteos externos y ajenos que los colocan en situación subalterna.
Los métodos de acción directa deben englobar todos los ámbitos de quehacer social, político, ideológico, cultural, económico, etc. que constituyen la capilaridad y el conjunto de todo el cuerpo social.
Proceso de poder popular. Si las organizaciones populares de base son constreñidas al papel de auditorio pasivo y de testigo mudo de las iniciativas ajenas, si se establece una diferenciación artificial entre «cuadros» capaces de tomar decisión y «masas» encargadas de la ejecución, bien poco podrá esperarse de esas mismas «masas» a las que se invoca.
La gestación de una conciencia y una voluntad protagónica es una exigencia prioritaria en la medida en que apunta a subvertir las raíces ideológicas y prácticas que la burguesía se ha preocupado escrupulosamente de inculcar a los sectores oprimidos, que por esta vía aceptan como algo «natural» su dominación. El embrutecimiento, la indiferencia, la pasividad, el sentimiento de inferioridad, el fatalismo y la obediencia ciega, que el capitalismo administra y estimula con mentalidad empresarial, son cuestionados en la acción cuando esta nace como la expresión y el reflejo de una voluntad colectiva ejercitada y manifiesta. Produciendo otra cultura desde los mecanismos de autogestión y la resistencia.
La práctica política propiamente dicha. Los puntos desarrollados anteriormente constituyen un rico núcleo metodológico y una guía no desdeñable para la acción revolucionaria. Sin embargo son en sí mismos insuficientes para dar respuestas acabadas en cada momento concreto. Tanto para la acción desde las organizaciones populares de base pero sobre todo para aquella que es propia de la organización específica de los anarquistas, es necesario introducir y desarrollar más el concepto de práctica política.
Para nosotros práctica política es toda actividad que tenga por objeto la relación de los explotados y oprimidos con los organismos del poder político, el Estado, el gobierno y sus distintas expresiones. Práctica política es el enfrentamiento con el gobierno como expresión del poder impuesto, la defensa y la ampliación de las libertades públicas e individuales, la capacidad de propuestas que atañen al interés general de la población o a aspectos parciales del mismo. Y práctica política es también la insurrección como instancia de cuestionamiento violento a una situación que queremos cambiar. Práctica política son las propuestas que recogiendo los reclamos populares enfrenten los organismos del poder dominante, presentan soluciones a temas generales y concretos y obligan a aquellos organismos de poder a adoptarlas y hacerlas válidas para el conjunto de la sociedad. Así, por ejemplo, las movilizaciones que amplíen derechos populares. Por supuesto que estas conquistas logradas desde una fuerza social sólo se pueden mantener y ampliar si se cuenta con la fuerza social correspondiente.
En todo ese campo político debemos estar presentes, porque es esa presencia la que nos justifica, día a día, como Organización Política. Porque el rol de una Organización Política no es ni puede ser la de un cenáculo de reflexión o meditación ideológica, de doctrinarismo. Sólo nuestra participación en el drama cotidiano del pueblo justifica nuestra existencia.
Así como hay prácticas políticas reaccionarias, conservadoras, liberales, reformistas, debe haber una práctica política revolucionaria asentada en otras bases.. Y es la presencia en el quehacer político, permanente, con un perfil revolucionario o combativo la que permite ir acumulando las necesarias fuerzas capaces de nutrir un proceso de ruptura.
Un segundo e importante aspecto designado por la práctica política es el que tiene que ver con el análisis concreto de coyunturas políticas concretas y fundamentalmente con lo que de este se deduce, es decir: la relación, disposición y orientaciones de las principales fuerzas en pugna, las líneas fundamentales de agitación en cada etapa y, por lo tanto, los centros fundamentales de accionar de nuestra organización.
Pretendemos ser una expresión política de los intereses de las clases dominadas: oprimidas y explotadas, y se ubica al servicio de las mismas, aspira a ser un pequeño motor de las luchas sociales.
Nuestra visión de la Organización Política es contraria a las distintas formas de «vanguardismo», de «depositores de la conciencia» en fin, de grupos auto-elegidos. La Organización, manteniendo y promoviendo el espíritu de revuelta, asume como propias todas las exigencias presentes y futuras de un proceso revolucionario. Es desde la labor militante organizada, y sólo desde ella que puede promoverse coherentemente y con fuerza redoblada la creación, fortalecimiento y consolidación de las organizaciones populares de base, que constituyen los núcleos del poder popular revolucionario.
La organización política no es una cosa acabada, está sujeta a influencias diversas que van exigiendo adecuaciones. También es una instancia especial de aprendizaje en relación con las luchas sociales con las que articula su accionar.
La acción hoy. Desestructurando el presente para construir el futuro
Es necesario destacar, que hay un conjunto de actividades que pueden y deben ser realizadas en el seno de las sociedades capitalistas. Actividades sociales y políticas que permiten un ejercicio de participación y resolución de problemas a la población. Ellas producen, al mismo tiempo, nociones y experiencias que hacen al crecimiento de la conciencia y a la confianza en las propias fuerzas.
Mayores serán las posibilidades de formas de organización hacia el auténtico socialismo cuanto más se haya desarrollado la participación popular en la etapa previa a transformaciones de fondo.
No obstante tenemos presente algo que parece tener fundamento: que la desestructuración de un sistema va abriendo nuevas posibilidades, hace surgir nuevas combinaciones. Las nuevas que no estaban en el orden anterior. De ahí que no pueden verse los límites solamente con una mirada preñada del horizonte que hoy tenemos frente a nuestros ojos. Ante ciertos cambios han de surgir posibilidades que no podían ser imaginadas en la situación anterior. Hay situaciones que producen “saltos”. Eso sí, no son “saltos” mágicos, guardan su relación con lo que lo precede.
De acuerdo con el modelo de sociedad que queremos construir , nuestra acción en el ahora y en el mañana de la transición se da sobre dos ejes interdependientes e indivisibles: el poder popular y la organización específica política. Sobre el primero tal como ya dijimos, todo acto de democracia directa, de participación, toda instancia autogestionaria es un aporte en esa construcción. Pero simultáneamente es importante asumir la lección de la historia de que es imposible llegar a una sociedad socialista libertaria, o de fuerte incidencia nuestra en un determinado proceso de cambio, sin una organización anarquista fuerte e inserta en la realidad popular de nuestro tiempo.
La complejidad que reviste un proceso de transformación exige un alto nivel de comprensión de los mecanismos sociales. Obliga a caminar con un proyecto finalista con tal ductilidad que pueda él ser operativo en las más diversas circunstancias coyunturales. Plantearse y resolver problemas, planificar periodos de acción, estar atento a los cambios, estimar las fuerzas propias, las del enemigo y de amigos puntuales. Desarrollar una capacidad de análisis que permita visualizar acontecimientos para poder operar con mayor eficacia en ellos. Trabajar por un desarrollo técnico y político que permita la incidencia pertinente.
La construcción de una sociedad socialista y libertaria es tarea voluntaria vinculada a los procesos reales y no es posible efectivizarla de un día para otro. Requiere el desechar viejos y vigorosos mitos que todo parece indicar están dispuestos a irse muy lentamente y sin dejar de dar la lucha previa.
Obviamente, reiteramos que rechazamos la confusión sobre lo que es acción política, que se identifica solamente con mecanismos y prácticas propias del sistema o heredada de los “saberes” por el producido y por tantos adoptado sin cambiar sus fundamentos.
Para nosotros la acción política es una instancia, al mismo tiempo que globalizadora, de síntesis que la sociedad debe brindarse para ir resolviendo los problemas de carácter general y nacional. Es una instancia que va más allá, abarca mucho más que lo simplemente corporativo, parcial o regional. Es a través de ella, articulada a un pueblo fuerte, donde se hace posible ir resolviendo el conjunto de necesidades y problemas globales de la población de un país.
La acción política es instancia específica y diferenciada y constituye un espacio particular de las practicas. No sabemos, los deseos aquí no valen, de que en un futuro emancipado esta esfera desaparecerá. ¿O sólo tomará otra forma?
Algo sobre esta coyuntura. La fluidez de los acontecimientos y procesos sociales no contradicen, más bien afirman, que es lo permanente a nivel del sistema capitalista. Hay también un poderoso juego de ilusiones, un juego de espejos, que distorsionan, engañan y «crean» caminos y soluciones que más corresponden casi al terreno de lo mágico. Tiene una lógica que descansa en la ideología de dominación. Desde ese lugar trataremos de no mirar la actual etapa y coyuntura.
Está claro. La configuración del capitalismo en esta etapa tiene sus particularidades: una «globalización» nunca vista, una superación de la etapa «fordista», una forma de Estado claramente diferenciada del llamado «Estado de bienestar, o benfactor»; una hegemonía clara en el núcleo imperial: EE.UU.; profunda penetración de los medios de comunicación intentando ser productores de nociones y «conceptos» funcionales al sistema en general y en relación a sus diferentes momentos; vaciamiento de los clásicos circuitos de la democracia burguesa; proceso tendiente a anular determinadas funciones de los llamados «Estados nacionales»; planificación desde centros mundiales de poder para cuestiones fundamentales de la vida de los países y pueblos; exclusión de multitudes; aumento lacerante de la miseria de las poblaciones, especialmente de los países pobres; represión violenta y desembozada ante todo lo que atente contra el brutal proyecto imperialista; pensamiento único, tratando de borrar del horizonte las ideas que cuestionan el orden establecido; demonizar toda forma de resistencia popular. Esta realidad, dicha aquí esquemáticamente, repercutirá como efecto general en la esfera de las relaciones sociales y allí hará aparecer un amplio espectro de clases que nosotros hemos designado como oprimidas. Su mayor visualización, no únicamente, quizás pueda lograrse en ese espacio que hemos designado provisoriamente como: Vida social cotidiana.
Sí, hay nuevos fenómenos que constituyen una variante en el contexto mundial y latinoamericano y hay obligación como organización política de analizar sus especificidades.
El poder Popular desde la concepción anarquista
Nunca se extinguirán las esperanzas y sueños de emancipación de los pueblos; la experiencia social va creando nuevos conceptos de justicia y libertad que nada tienen que ver con las construcciones perversas que difunde un sistema que las confunde con rapacidad y opresión.
Está la intención de atender la fluidez de los acontecimientos sociales, las particularidades de los procesos, la diversidad que compone una y otra sociedad, pero con una intención y convicción que hoy avala la historia: que dentro de este sistema no hay lugar para los pobres del mundo y que el socialismo es con libertad o no es.
Sabemos que la vida social del hombre se enmarca en formas organizadas de existencia, ayer y hoy. No rechazamos ni dudamos de la complejidad que han adquirido hoy las distintas esferas del campo social, lo férreamente organizado, disciplinador, que es el transcurrir de este sistema. Cómo en su génesis estructurante, en el núcleo duro de su configuración, está la dominación, la explotación, el privilegio para unos pocos, el disciplinamiento de los cuerpos procurando adaptación, vemos cómo los medios simbólicos recorren el cuerpo social, el interior de distintas instituciones, diciendo que es lo correcto, que es lo normal, que ideas se deben usar para tener un “buen” pensamiento y comportamiento.. Un sistema que constantemente, en todos los campos, tanto micro como macro, produce cosas con la intención de reproducirse.
Como anarquistas, como socialistas libertarios somos herederos de una corriente histórica: el socialismo, que, como hemos dicho, no es un producto puramente académico, una creación intelectual, una inteligente experiencia de probeta. Es él una elaboración teórica que tiene detrás una larga lucha de los trabajadores y el pueblo. Es la constatación de los de abajo que este lugar no es adecuado para que en él pueda lograr una vida digna de ser llamada así. Hay sacrificios, luchas, sangre y sueños en el interior de ese concepto de socialismo. Hay una larga historia de resistencias. Es una producción histórica vinculada a anhelos de los de abajo. No es una ciencia es una aspiración y esperanza del ser humano, de las clases, colectivos y pueblos oprimidos.
Tiene su elaboración teórica, esto sí perteneciendo al terreno de la ciencia, que trata de establecer mecanismos, dispositivos, génesis, elementos constitutivos, zonas fuertes y débiles en la reproducción, etapas, conformación de las clases, producción de saberes, el juego que establecen los distintos componentes claves del sistema, la creación de diversas construcciones en pos de mantener el control de los pueblos. Todo un amplio campo para la ciencia social que hoy por hoy tiene producido más que nada hipótesis de trabajo. Son cuestiones que deben ir siendo mejoradas y enriquecidas constantemente, no dogmas de cosas dichas de una vez y para siempre. Sobre este campo de trabajo científico que en algún momento, en el marco de determinada epistemología, se le llamó filosofía, opinó con gran perspicacia Errico Malatesta, dijo aproximadamente: debemos tener una actitud de ignorancia filosófica, de incertidumbre. Sugería el rechazo a los dogmas cuadrados y reclamaba tener una actitud de apertura a las investigaciones y nuevos conocimientos que van llegando. Certidumbre en lo que queremos, por lo que luchamos e incertidumbre para el campo de las herramientas que vamos usando para nuestro trabajo, las que hoy son útiles mañana pueden ser suplantadas por otras que resulten más fecundas.
Dentro de este espíritu es que insertamos estos apuntes sobre Poder Popular.
Enseñanzas del capitalismo y la causa de los de abajo
Especialmente este último siglo de capitalismo y luchas de los pueblos dejaron mucho material para la reflexión y estudio. Nos fueron enseñando que el sistema tiene una capacidad muy grande de desarrollo y de sortear sus dificultades o de digerir sus luchas intestinas; que esas prácticas sinuosas no le originan crisis de profundidad, que hasta pueden que sean elementos constitutivos que le dan vida, que aseguran su despliegue. Nos parece indicar que un sistema así no se suicida. También de que no puede esperarse que su proceso interno nos facilite la tarea, de que tal proceso cree elementos para la llegada del socialismo. Toda su estrategia de existencia es contraria a las bases que necesita una sociedad de otro tipo de relaciones sociales como la pensada en términos de socialismo.
Los dispositivos, los mecanismos, las tecnologías de poder, las instituciones, los hábitos, los comportamientos, las ideas con que inunda la vida social, la misma forma de encarar la producción de bienes y servicios, su relación con la naturaleza, exige poner tal sistema cabeza abajo para posibilitar otra forma de vida social. Pero ponerlo cabeza abajo con el uso de otras herramientas. De este universo social y orgánico no sale ningún producto bueno para los de abajo. Las viejas ideas de progresismo creciente en la medida del desarrollo del capitalismo han sido sepultadas por la historia.
Usamos el concepto “los de abajo” o “pueblo” con un sentido preciso. Nada tiene que ver con esa acepción de “sociedad civil” que hace tabla rasa con las clases y fracciones de clase que en ella existen. Esa “sociedad civil” que excluye las estructuras de poder dominante que por ella circulan y que son también sostén del sistema. Esa “sociedad civil” que iguala distintos intereses mientras secuestra, enmascara, una brutal realidad.
Desde el presente pero cambiando. Creando Poder del pueblo.
Es cierto el tránsito hacia una sociedad distinta lo debemos hacer dentro de este sistema. Pero la experiencia vivida indica que hay medios, orientaciones, uso de instrumentos, utilización de instituciones, formas de organización de actividades sociales, que deben ser desechados si es que queremos ir conformando fuerzas sociales capaces de producir verdaderamente cambios en las formas de la organización social. Otro encare es alternativa imprescindible si queremos ir construyendo una sociedad distinta. Que tengo como mira conformar un modo distinto para el conjunto de las relaciones sociales que componen una sociedad.
Hay una larga experiencia de tratar de elegir caminos cortos por parte del socialismo y de movimientos que postularon abatir el capitalismo. Todo ello a nombre del realismo, de la necesidad de ver con pragmatismo el trayecto hacia el cambio, de elegir supuestas rutas donde se pueden hibridar a nuestro favor de aspiraciones de cambio los mecanismos de reproducción del sistema; diciendo que podemos estar en los circuitos de poder, esos que se fueron constituyendo históricamente para asegurar una mayor eficacia a la dominación, para desde allí, trabajando y produciendo en ellos, vayamos haciendo cambios que ahoguen ese mismo canal dominante. Una contradicción lógica casi insoportable.
Lo que demuestra la historia, también producciones teóricas de rigor, es que esos dispositivos de poder absorben, exprimen, hace funcional lo que entra en su circulación. También queda claro que con la lógica del sistema no se pueden pensar problemas contrarios a él. Las experiencias de las socialdemocracias son paradigmáticas en tal sentido, usando la lógica del poder dominante terminaron pensando igual, mirando con el mismo prisma la vida social y así se tornaron anodinas aún para hacer reformas menores. No es esencialmente distinto lo que le ocurrió a la concepción de dictadura del proletariado, al socialismo real, que tomó estructuras, instituciones y hasta la misma lógica como herencia legitima para su propio proceso. Todos esos mecanismos, todo ese conjunto institucional no está vacío, es más, está lleno. Lleno de producciones constantes a favor de mantener y reproducir un tipo de orden social. De mantener la dominación. No parece ser de buena estrategia elegir aquellas vías, aquellos lugares y trayectos que tienen dueño y el poder de imprimir su sello a lo que allí entra. Cuantas organizaciones políticas, cuantos luchadores llenos de ideales y sueños terminaron pensando con la lógica del sistema y viendo como enemigos a sus queridos compañeros de ayer. ¡Qué perversos son esos dispositivos, como atrapan, como cambian las cabeza y la estructura sentimental y que cuadro doloroso puede llegar a presentarnos!
Otro camino, otra producción exige la ruta hacia el socialismo
¿Entonces cual es el camino? Esto bien puede preguntarse y es pregunta correcta. Como punto de partida es, parece indicarlo la experiencia histórica de este siglo, no entrar en el núcleo duro del sistema con miras al cambio. No elegir los elementos que tiene la fuerza reproductora para crear algo totalmente distinto. Buscar estratégicamente los puntos en que resulta más vulnerable el sistema y donde su control es relativo, algo débil y tiene “virus” ¿Esto en concreto que es? Puede también acertadamente preguntarse. Pues bien, una aún sintética e inicial respuesta nos lleva de la mano a un tema neurálgico.
El sistema no sólo produce reproducción de sus relaciones fundamentales. Al basarse en la dominación y la explotación, la mayor ganancia posible, la competencia despiadada, el individualismo atroz, el mercado como gran dios, la constante represión física o psicológica de los agentes oprimidos, riqueza y poder solo para una clase, un industria “cultural” que trata de meter determinados valores, va al mismo tiempo produciendo, sin proponérselo, otro universo, otra situación. Todo lo que practica arroja también y al mismo tiempo determinados efectos. Efectos de constante resistencia. De grados y “contenidos” distintos pero Resistencia al fin.
Aparece por fuera del básico usufructo de bienes y servicios enorme cantidad de población. Este sistema de dominación va sumiendo en la miseria a la mayoría de la humanidad, la va excluyendo en forma progresiva. Ese universo privado de todo (indigencia) o casi todo (pobreza) o que dispone acceso a muy poco de lo que aspira, (clase media baja) está compuesto hoy de cerca del 80% de la población mundial. En este universo se han ido produciendo una cierta cantidad de cambios culturales: mecanismos de sobrevivencia; formas originales de apoyo mutuo; vivir con formas transitorias de trabajo. En tales condiciones cotidianas de existencia aparecen nuevas técnicas y formas de pensar y sentir. Aparecen muchos comportamientos sociales que no son deseados y si combatidos por el sistema. Se descree en ciertos discursos, instituciones y prácticas sociales y políticas. Hay grados de recambio en nociones de justicia y derechos, recambios cuyos contenidos van tomando distancia de los consagrados. Se va produciendo otro sujeto histórico, tanto en lo personal como colectivo.
La reproducción no es total ni tampoco lo es el disciplinamiento oficialmente establecido. La lucha, la resistencia, ha estado presente a través de toda la historia. Aunque ella haya tomado diversas formas.
El sujeto de cambio hay que producirlo para avanzar hacia el Poder Popular
“El sujeto también es una producción histórica” nos avisan los estudiosos y por lo tanto hay que poner en funcionamiento prácticas de liberación que lo vayan produciendo y organizando. O fortalecer aquellas que ya están funcionando. El conjunto de prácticas del sistema, más las heredadas de otros brutales sistemas anteriores, se han orientado a crear un sujeto individual-colectivo que encaje lo más profundo posible en el orden existente, en los valores que lo sustentan. No cabe duda que es mucho lo que han logrado “internalizar” en ellos-nosotros.
Siendo así otro sujeto histórico no vendrá de la nada, no aparecerá como arte de magia, debe ser el fruto de prácticas que internalicen otras cuestiones que chocan con lo dominante. La participación efectiva, la autogestión, la acción directa, la forma federal de funcionamiento realmente democrático, la solidaridad y apoyo mutuo, necesitan de mecanismos, organizaciones, prácticas regulares para su desarrollo. Y sólo si se produce en el pueblo podrá hacer realidad el cambio. Parece claro que necesita constantemente organización en el seno de su activa creación.. La continuidad que necesita, para un despliegue que permita el cambio, requiere de una sostenida estrategia. Una estrategia coherente, para que no se desteja lo que en un momento dado se teje. Una estrategia que tenga en su interior un mundo distinto que va desplegando desde el seno de otro que le es antagónico. El famoso “usar todos los medios” puede ser una manera efectiva de asegurar que no se pueda desplegar ninguna estrategia antagónica portadora de los elementos de desestructuración del sistema vigente. Por eso es de principal importancia la estrategia establecida y las tácticas que guardan correspondencia con ella. Tanto en lo social, como lo político está estratégica debe circular por el interior de todas sus prácticas. Debe tender a formar la fuerza social correspondiente. Hacer realidad en un proceso de ruptura el discurso-práctica.
Esto no implica el todo o nada o arar en el desierto. Se debe ubicar con la mayor precisión posible cual es el punto de partida, el carácter específico que tienen el conjunto de las relaciones sociales que configuran y sostienen el sistema y cada formación social histórica precisa en la que debemos actuar. Desde lo que es hoy una cruda y brutal realidad social debemos partir, no sirve elaborar soluciones a través de procesos mentales independientes que no guardan relación en como son y se están dando determinados procesos sociales concretos. No se deben fabricar realidades a nuestro gusto o para que encajen en nuestro dogmas o esquemas, pues esto sería más lúdico que político.
Cuando los caminos cortos son los más largos y además engañosos
Construir un Pueblo fuerte es políticamente lo fundamental
El tiempo de los procesos no lo puede decretar sólo la mente. Los caminos cortos, “pragmáticos”, lo “concreto” cuando se parte de un punto estratégicamente equivocado, son cantos de sirena y sólo producen más de los mismo. Por eso importa hablar de una nueva forma de hacer política, de construir un pueblo fuerte, de articular esas dos instancias en un campo coherente. Importa igualmente que la estrategia (en sus diferentes niveles) y la táctica tengan una relación de recíproca influencia. Pues la táctica debe existir en el seno de la estrategia y esta se realiza a través de ella. Si bien son campos distintos deben estar permanentemente conectados. Queda claro la estrategia marca campos generales, guías de acción, coordenadas fundamentales, la táctica por su parte debe zigzaguear en función de la fluidez de la acción histórica concreta, Pero ese zigzagueo debe hacerlo en determinados marcos y con determinados contenidos de los contrario no queda comprendida en ningún proyecto de cambio. La construcción de “Un Pueblo Fuerte”, como decía nuestra organización poco después de su fundación, requiere de un determinado trabajo social regular y una organización política que se articule a ese trabajo. Usaremos el concepto de social para describir actividades como las de: Sindicatos, cooperativas, trabajo barrial reivindicativo, DD.HH., temas generales y puntuales de tipo reivindicativo o por mejoras inmediatas tales como Salud, Vivienda, Etc. Por organización política, una instancia de síntesis, que intenta asegurar la continuidad de la estrategia, la elaboración teórica, el desarrollo de instancias técnicas, las orientaciones generales en la coyuntura, dotación de eficacia para las confrontaciones, la visión general sobre las luchas parciales, la ubicación de la estrategia del enemigo en cada momento, el aprendizaje constante de lo que arroje la lucha popular, el propiciar las alianzas que el proceso aconseje. También el construir una propuesta de funcionamiento social para el presente, para la sociedad toda, en donde se procese un cambio sin interrupción. Ubicando lo más precisamente posible al Estado como estructura política especial del enemigo de clase; toda su capacidad represiva, todas sus instituciones de “perversa fantasía”: elecciones, parlamentos etc. pero teniendo presente al mismo tiempo que el poder dominante no se encuentra solamente ahí, que corre por distintas arterias del cuerpo social.
Ubicamos, así, lo social y lo político como dos planos de acción simultánea y debidamente articulados. Pero cada uno con su independencia relativa, con su propia especificidad. Somos así partidarios de un trabajo simultáneo, dentro de un mismo proyecto: de la organización política libertaria y del trabajo en todo el campo social. Somos partidarios de la construcción del poder popular, como ya lo anunciara la Organización en materiales de 1960 en adelante.
Pero debemos decirlo, pero con la intención de pensar el presente, lo fundamental de este planteo se haya inscripto en los albores mismo de la concepción libertaria del socialismo. La revolución social; el Estado como expresión del enemigo de clase; una sociedad basada en la solidaridad en oposición al egoísmo cruel del capitalismo; el no uso de los mecanismos del sistema: elecciones, parlamentos, el no tomar puestos en el Estado; la no institucionalización de los sindicatos. Fueron estas propuestas y prácticas social-políticas las que marcaban un rumbo general para salir del abrazo mortal del sistema, de su telaraña pegajosa, tramposa y por momentos tan atractiva para muchos. Gráficamente solían decirlo en el lenguaje de la época: “no entrar en el corral de ramas del enemigo”. Sin duda que estas orientaciones generales encontraron formas de instrumentación acorde con su época histórica, el de hoy es otro contexto que al tiempo de tenerlas presente nos exige otros saberes, otras articulaciones, las adecuaciones pertinentes.
Cuando una nueva forma de hacer política solo es retórica
Y cuando debemos ir en serio a la búsqueda de ella.
Pero una nueva forma de hacer política o construir el poder popular no deben ser frases para una linda retórica o para poner un poco de cosmético de buen color a viejos y reiterados discursos que llevan finalmente al mismo puerto una y otra vez. Despacio porque tengo prisa, podría decir la experiencia histórica que aspira a la real emancipación. Pues la prisa ha llevado, a marchar circularmente, repetidamente a dar las mismas vueltas, a callejones sin salida o a meter más profundamente a los de abajo, y postulantes a representarlos, en este dominante y opresivo sistema.
Nuestro proyecto de intención revolucionaria comprende hoy, como ayer, la elección, la búsqueda coherente de caminos para transitar. Sin dogmas en cuanto a las herramientas teóricas a usar, toda producción rigurosa que permita mejor lectura de la realidad debe ser tenida en cuenta. Ir a la escena con aquella frescura y apertura que nos permita vivir nuestro tiempo, teniendo muy presente todos los cambios que trajo y trae. Dotarnos, en fin, de una lectura que ubique sin anteojeras los reales problemas de nuestra época. Al mismo tiempo con firmeza e intransigencia para enfrentar todo lo que produce y sostiene al sistema actual, con el corazón y tesón puesto en un porvenir que hay que construir todos los días en los diferentes ámbitos de militancia.
Sin elitismos ni vanguardias, que son dos formas de jerarquizar las prácticas y deslizar, posiblemente inconcientemente, valores que no pertenecen al campo de los oprimidos ni a un proceso que necesita ser bañado por la luz de nuevos valores para que su marcha no sea confusa y hasta negativa. Pues de lo contrario no se estaría desestructurando ideológicamente esos valores jeráquicos tan conectados con la dominación y la obediencia sino remachando producciones ajenas sobre el posible sujeto histórico. Organización política, que la entendemos, no como sinónimo de vanguardia ni de elites “esclarecidas” sin las cuales el pobre “pueblo ignorante” no sale del laberinto capitalista.
Nosotros no dudamos que la organización política forma parte sustancial en la construcción de esa salida pero desde otros valores, desde otras prácticas ideológicas y éticas, desde otra sensibilidad social. Organización eficiente no es sinónimo de jerarquía. Organización política siempre adentro y formando parte del proceso con el pueblo, conviviendo con su grado de conciencia. Aspirando a contribuir a su “elevación” o modificación positiva con sentimiento de pertenencia a ese pueblo en plano de igualdad y no desde las “alturas” del saber.
Organización política que concebimos como diferente de ciertos “horizontalismos” que contienen gérmenes antiorganizativos y que no tienen propuesta válida para la ruptura y ni siquiera para producir fuerzas sociales.
Las autoproclamadas vanguardias, con una clásica concepción: de que son los portadores del futuro, de que llegan al seno del pueblo con la nueva buena, merecen ser ya una especie en extinción si los juzgamos a la luz de la historia. La ideología no viene de afuera, se produce en el seno mismo de las prácticas, en las ideas y comportamientos que el pueblo va realizando a través de sus diversos enfrentamientos. La producción de una tecnología social-política nueva y “discursos de saber” correspondientes a la liberación no pueden producirse sin desplazar a los que hacen a la dominación. Son discursos que deben entrar en confrontación y que deben abrevar de todas las instancias de resistencia donde el pueblo protagoniza luchas. En tal sentido, también la Organización política está en constante reeducación.
Dicen que “el poder existe en actos”, lo mismo puede decirse de la revolución. No es una entelequia o algo que ante determinado conjuro viene. No es un acto aislado. Exige prácticas modificadoras, de ruptura, de discontinuidad, en campos como el económico, el ideológico, el político-jurídico, el cultural general. El estar pegando y rompiendo esa vasta red de dominación. Todo ello se concreta en un proceso con activa participación popular. Un pueblo que lo compondríamos como un amplio espectro de los oprimidos y explotados que designamos en esta etapa histórica como conjunto de Clases oprimidas. Un pueblo que sufre, dentro de los cambios estructurales ocurridos, una fragmentación de importancia que debe ser superada. Donde estructuras de dominación se han desarrollado y surgido en otros lugares que los tradicionales. Tender lazos solidarios que vinculen, que haga que la unidad de sus luchas constituyan un fundamento de primer orden para que conformen una fuerza social capaz de dar luchas efectivas y dar pasos en calidad. No estamos hablando de gradualismo, ni linealidad ni de tomar casetas enemigas una a una. Estamos hablando de oponer sistemáticamente, estratégicamente, otra globalidad. Un globalidad que comprenda la nueva realidad histórica, los cambios que fueron surgiendo en complejos procesos.
La independencia de las clases oprimidas
“En cualquier sociedad, múltiples relaciones de poder atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social. Estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento de los discursos”.
Una concepción y una práctica de poder popular tiene su producción específica, tiene su propio discurso. Tiene su propia producción. Para que juegue como fuerza transformadora, condicionante de coyunturas, produciendo avances desestructurantes hay una condición necesario: debe mantener en todo momento su independencia. Independencia de clase se decía en otros momentos del desarrollo histórico, hoy diríamos con ajuste al nuevo contexto: independencia de las clases oprimidas, vale decir de todos los movimientos sociales.
Pero deseamos remarcar que al señalar esta categoría, tenemos especialmente en cuenta las características particulares de cada formación social, su historia, sus transformaciones, sin descuidar lo que tiene de común con otros países, más que nada con los del área y obviamente las condicionantes que las estructuras de poder mundial establecen.
Ya es bien sabido las mallas del poder dominante trituran, manipulan, moldean. Insertan en su seno, partidos, ideologías, movimientos, historias, los amasan y después los devuelven como buenos seguidores de lo viejo y reproductores de lo actual. El mecanismo se repite una y otra vez. Y se reiteran un montón inconmensurables de fuerzas girando en esa rueda loca. A estos dispositivos es a los que hay que dispararle con propuestas y acción de un contenido diferente. Con una coherencia que permita pisar firme.
Pues demás está remarcar que la circulación al infinito de las mismas dinámicas y lógicas no puedan crear algo nuevo, sólo recrear lo existente, con mayor o menor fantasía.
Para hacer posible otras relaciones sociales, los hechos parecen indicar la necesidad de uso de otros materiales para esa nueva construcción. Otro enfoque, otra perspectiva, otra lógica, otras prácticas, otros mecanismos. Otro punto de partida. Nada original, es la nueva civilización que bosquejaron los viejos socialistas. Ese proceso debe descansar y desplegarse en una férrea independencia de las clases oprimidas. De un pueblo construyendo su destino al ritmo que las condiciones históricas habiliten. Los escollos, las relaciones, las propias alianzas tácitas y explícitas deben hacerse desde esa perspectiva de independencia. Como no puede ni debe aislarse, como debe estar en el “tumulto” y los complejos y variables aconteceres sociales ese factor adquiere una importancia de carácter estratégico de primer orden.
Ya lo hemos visto, por fuera de los canales tradicionales las poblaciones han comenzado a realizar sus reclamos, sus protestas, sus exigencias.
Pero no son solo en macroluchas, que han volteado gobierno o impedido golpes de estado de derecha sino también en combates reivindicativos de acción directa por variados temas puntuales y algunas veces ejerciendo justicia popular.
En estos últimos tiempo no han sido ni gobiernos ni partidos de tipo socialdemócratas los que han salido a frenar efectivamente el arrase neoliberal en avance. Según nos muestra este reciente pedazo de historia las únicas fuerzas sociales que actuaron realmente en pos de bloquear, resistir e incluso derrocar regímenes neoliberales fueron las de los movimientos de clases oprimidas ganando las calles. Después llegaron gobiernos “progresistas” de distinto signo. Pero eso ya es otro tema.
Los anclados en los paradigmas de un pasado que ya no existe, hablan y tratan de analizar la forma en como se podría canalizar esta expresión popular para que encauce su lucha por las vías autorizadas, no se quieren convencer que ellas sólo domestican cuerpos pero que resultan perversas para atender las urgencias y anhelos populares. Quieren llevar la energía y la esperanza que resurge a puertos sin salida.
Un proceso de avance hacia el socialismo será obra de determinadas prácticas que permiten una real formación de conciencia del propósito propio, en ello la solidaridad cumplirá rol más que importante, igualmente la movilización y organización de las distintas expresiones populares. De todo ese universo de los de abajo.
Se sabe, el socialismo no se decreta ni lo harán por su cuenta los partidos que así se definen. Una Organización política en sintonía con su tiempo y el movimiento popular tiene un papel a cumplir, pero la fuerza reside en el pueblo mismo. Tanto para la etapa previa como para lo posterior.
La independencia del movimiento popular, de todas sus formas organizativas: autogestivas, de autoorganización, participación efectiva, federalista son lo que darán solidez al proceso y posibilidades reales para un cambio hacia formas socialistas.
Sí, también hay otros que aventuran opiniones un tanto osadas. Nos dicen que hay en estas movilizaciones populares el germen de lo nuevo, de la sociedad “postcapitalista”. Y que es un proceso imparable. Ningún fatalismo es bueno. Será necesario la organización y la voluntad de fuerzas sociales para producir cambios profundos, para marcar una línea a un proceso consecuente.
El arriba y el abajo como campos homogéneos
Desestructuración de lo viejo
Un proceso revolucionario tiene como condición que su dirección sea de abajo hacia arriba y no a la inversa como casi siempre está planteado. De ese abajo y ese arriba al que se refería Bakunin y que no implicaba jerarquía sino instancias organizativas sociales. Desde el pueblo mismo, desde el abajo, de los que sufren el rigor del sistema, desde los que resisten, crean y buscan formas organizativas para defenderse. Esto implica en la militancia una producción de una cultura para su transcurrir en el cambio social propuesto. Implica, digámoslo de paso, también determinados cambios, internalización del proyecto, convicción ya en el “estilo” y comportamiento militante. Pues, como diría un criollo: con papas es difícil hacer dulce de zapallo.
La tarea de remover lo viejo, desplazarlo, desconstruir su estructura, es tarea diaria y no puntual y episódica. Somos parte en la constitución de una coyuntura y su aprovechamiento depende de lo hayamos hecho antes. Tarea diaria que debe hacerse en el seno de las diversas expresiones populares y procurando la mayor sintonía con inquietudes y urgencias sentidas para que esa condición necesaria de participación popular esté presente. Que no sean prácticas de solitario o de quienes operando al margen de sentimientos populares sólo atinan finalmente a enojarse con el pueblo. No es seguidismo de hábitos impuestos por siglos de construcción de un sujeto para un sistema, es tarea de todos los días, de militar para la descontrucción en el seno mismo y desde adentro del pueblo, con lo mucho ya hecho por ese pueblo al que pertenecemos. Es el estar atacando estructuras que tienen su genealogía, su despliegue y residen en diferentes “territorios” del sistema.
Una tarea en el marco del territorio enemigo, vinculadas a múltiples resistencias y luchas, la mayoría de ellas reivindicativas o exigiendo mejoras. Pidiendo reformas con respecto a lo existente. Pero como bien decía nuestro teórico Malatesta: el asunto no es ir conquistando mejoras sino con que espíritu, con que telón de fondo de hace. Agregaba que no es lo mismo ir logrando reformas que ser reformista. Lo que se vaya construyendo de poder popular tiene que tener un norte desde el vamos: el socialismo. Sin ese norte no habrá futuro emancipatorio. Ese proceso de construcción de poder popular puede ir arrancando mejoras y no sintoniza con la premisa algo mágica de: “tanto peor, tanto mejor”. Tampoco con que mucho mejor, mucho mejor. Pues esto último ha planteado un duro problema, especialmente en los países altamente industrializados: de hecho la institucionalización, un grado alto de integración al sistema, de determinados sectores del pueblo.
¿Porqué queremos un proceso revolucionario? No es una elección romántica ni nostálgica. Es una elección casi descarnadamente racional, lógica. Se asienta en una lógica que este siglo de funcionamiento capitalista nos indica, que tiene un hoy más que elocuente en sus horrores. No hay otra salida, es más para los de abajo nunca la hubo en el seno de él.
¿Qué cosas son tan horribles que nos exigen cambios desde el pié y bien a fondo? Algunos datos pueden ser ilustrativos en relación con nuestro planteo. Queremos dotarlo de datos para que no quede muy en abstracto. Y aquí incorporamos la categoría “exterior” (lo que condiciona imperialistamente) que en la realidad de la conformaciones sociales de nuestra América Latina son una parte más y vaya que parte. Veamos.
Lo que produce el capitalismo imperialista.
La política de la actual estructura imperialista con EE.UU. a la cabeza ha sido en estas últimas tres décadas cada vez más expoliadora y brutal, aumentó la exclusión de importantes volúmenes de población, condenó a la miseria a miles de millones de personas, invadió y asesinó poblaciones. El Sur fue casi desbastado, exprimieron al máximo sus riquezas naturales, se apropiaron de todo lo que les fue posible, sembraron la desocupación y el hambre en escala gigantesca. La política de EE.UU. y sus socios en relación con el Sur no parece detenerse pese al destrozo causado. Es de acotar que tampoco dejó de golpear a los habitantes pobres de su propio países. La estrategia geopolítica del imperialismo pretende seguir controlando todo, aumentando incluso en los últimos tiempos cierta acción deliberada de lo simbólico-informático. Quiere seguir profundizando su saqueo, fueron por zonas neurálgicas en torno al petróleo, ya tienen en su vista el agua, todo ello en el marco de un diseño de poder mundial que abarca otras esferas sociales.
En relación a la agricultura, mitad de la humanidad oprimida
Sería, nos parece, conveniente dar una vuelta con algunos datos sobre parte de lo ocurrido y ver como la tendencia de tan brutal política social pretende ampliarse. Veamos inicialmente algo sobre la agricultura por ser un sector que comprende casi la mitad de la población mundial.
La agricultura y la producción alimenticia serían tratadas como cualquier otra forma de producción sometida a las reglas de la competencia en un mercado abierto y desreglamentado, fue en principio decidido en la reunión de la OMC en Doha.
Con esta orientación se da que la comida traída al mercado por los tres mil millones de campesinos de hoy, después de asegurar su propia subsistencia, sería al revés de eso producida por veinte millones de nuevos agricultores modernos.
Ya ahora, en las sociedades campesinas del Tercer Mundo, se excluye un número masivo de personas y se incluyen relativamente pocas. La cuestión que se plantea aquí, precisamente, es que si esta tendencia continuara operando con relación a los tres mil millones de seres humanos que aún producen y viven en sociedades campesinas en Asia, África y América Latina los resultados saltan a la vista.
Las oprimidas “clases” populares
Por otro lado Las clases populares representan tres cuartos de la población urbana mundial, la subcategoría de los precarios representa dos tercios de las clases populares a una escala mundial. No precisa casi decir que son tremendas las consecuencias sociales de esto.
Se estima que hoy viven en la indigencia, pasando hambre, unos 900 a mil millones de personas.
Otros datos nos agregan que se invierten anualmente, en gastos militares, más de un millón de millones de dólares y mueren cada año 11 millones de niños de enfermedades que se pueden prevenir o curar.
Se consume otro millón de millones de dólares en publicidad comercial, mientras 860 millones de seres humanos en el mundo no saben leer ni escribir.
Los multimillonarios. Hoy, el total son 793, con un aumento de 102 sólo desde el año pasado. El número de millonarios aumentó en Asia en unos 700.000 entre 2000 y 2004. En el mismo periodo, la población de millonarios de Norteamérica aumentó en 500.000, y la de Europa en 100.000. De acuerdo con Merrill Lynch, China se convertirá en 2009 en la principal fuente de compradores de mercancías de lujo.
Ese pequeño puñado de multimillonario y millonarios están vinculados a las más poderosas transnacionales del mundo. ¡Cuanto para unos pocos!
Hay una globalización de la pobreza: los países industrializados del Norte del mundo albergan menos de un cuarto de la población mundial y consumen un 70% de la energía del mundo, un 75% de los metales, un 85% de la madera y un 60% de los alimentos, nos informa la ONU.
Según un estudio de UNICEF el 27% de la población infantil que vive en los “países en desarrollo” tiene un peso inferior al normal, lo que significa que cerca de 146 millones de niños y niñas están mal nutridos. Por cada niño visiblemente desnutrido, existen otros que luchan contra una situación deformante. Muchos tienen graves carencias de vitaminas y minerales como yodo, vitamina A y hierro.
Pretenden subordinar a sus proyectos a todo el Sur. Hay ataques y campañas que van desde sutiles a grotescas sobre cada país que intenta algún grado de política de mínima independencia. A nivel de nuestra América Latina la penetración imperial es a varias puntas, en lo económico primero a través de tratados, el ALCA en la etapa anterior y después ante la resistencia ofrecida aparecen sustitutos, los TLC y los TIFA. En lo militar son la múltiples política del Comando Sur. Descontamos la intervención tradicional de el FMI, el Banco Mundial, la ex Organización Mundial de Comercio y el BID. Los diseños globales del G7-8.
Los Estados de los países industrializados comandando toda una política que abre espacio a nivel mundial, a la intervención despiadada de las trasnacionales ya sean financieras, productivas o comerciales.
Las trasnacionales el neoliberalismo y el poder imperial.
Sin duda, sobre este tema, resulta de interés el balance que se ha hecho en la Contracumbre de Viena este año: «Las corporaciones transnacionales ejercen un poder enorme en el mundo- un poder que afecta la vida de todos. Las transnacionales van por el mundo enfrentando unos contra otros a trabajadores, comunidades, incluso regiones o países enteros, y generando una competencia despiadada donde los derechos humanos terminan viéndose socavados en todas partes. Las transnacionales son actores indiscutidos en la promoción de la ideología neoliberal, compañera de ruta de ‘esta globalización’. América Latina y el Caribe son dos de las regiones del mundo que más han sufrido sus consecuencias devastadoras: desempleo y precarización laboral, crecimiento de la pobreza y la marginalidad, destrucción de los sistemas agrícolas en pos del monopolio del agronegocio, violación de los derechos de las poblaciones originarias y campesinas, expoliación de los recursos naturales, privatización de servicios públicos, desindustrialización, achicamiento del espacio de estados y gobiernos para regular sus economías”.
Quienes dieron por muerto al imperialismo no sirven para sepultureros. El imperialismo vive y oprime como nunca. Al mismo tiempo que los Estados de los países más industrializados han multiplicado sus funciones en diversos campos. Es cierto es otra forma de estado capitalista, ha dejado de ocuparse de algunas funciones anteriores y a tomado otras. Es una forma de Estado que guarda correspondencia con esta etapa donde las grandes transnacionales juegan un papel distinto al de la clásica empresa de etapas anteriores. Donde el capital financiero internacional se entrecruza diariamente con el nivel político. Son estructuras, las económicas, jurídico-políticas e ideológicas-culturales que revisten hoy una articulación muy específica.
¿Dónde están y quienes son estas tan mentales y avasalladoras trasnacionales, tan integradas y gravitantes a la práctica imperialista de nuestros días? El año pasado, aproximadamente, se difundió una información acerca de cómo estaba compuesto este elemento, las grandes transnacionales, de la estructura imperialista. Cuáles eran las 500 trasnacionales más importantes. Veamos esto brevemente.
EE UU entre las 500 EMN más importantes cuenta con 227 (45%), seguido por Europa Occidental con 141 (28%) y Asia, 92 (18%). Estos tres bloques regionales controlan el 91% de las principales trasnacionales del mundo. Los citados
tres bloques de poder pueden movilizar capital, y controlar el comercio, el crédito, la financiación y el espectáculo. Casi tres cuartas partes
(73%) de las grandes instituciones corporativas se hallan en la esfera de poder
que configuran Europa y EE UU.
América Latina, Oriente Medio y África cuentan con un total de once de las 500 trasnacionales más importantes. En América Latina, sólo Brasil y México tienen trasnacionales de envergadura mundial, Arabia Saudí controla cuatro.
Las escasas trasnacionales que han aparecido en Rusia y América Latina son
principalmente empresas estatales privatizadas, creadas a partir del ahorro
público y la inversión de anteriores regímenes estatalistas.
Un examen más detallado de la «cúspide» de las trasnacionales gigantes ilustra con claridad la gran concentración de poder de EE UU: De las 10 principales ocho pertenecen EE UU y dos a Europa. Del 20% superior, el 75% son empresas de EE UU, el 20% de Europa, y el 5% de Japón.
EE UU tiene la mayores trasnacionales en los siguientes sectores: producción industrial General Electric), petróleo y gas (Exxon-Mobil), programas y servicios informáticos (Microsoft), productos farmacéuticos (Pfizer), banca (Citicorp), comercio al por menor (Wal-Mart), seguros (American International Group) y componentes de tecnología de la información (Intel). La capitalización total estas trasnacionales gigantes alcanza la suma de un billón novecientos setenta y nueve miles de millones (1.979.000.000.000) de dólares.
No cabe duda cuentan con credenciales para integrar la estructura imperial. Nada fácil será discutir con quienes las representan políticamente.
Nuestra América Latina y la construcción del poder popular
Nos pareció necesario e ilustrativo, antes de entrar en América Latina, de dar el marco precedente de las fuerzas “exteriores”. Aunque sólo fuera un pantallazo. Util para hacer desaparecer cualquier prejuicio sobre el planteo de Poder Popular que estamos fundamentando.
Volvemos, entonces, a los oprimidos de nuestra América Latina.
Hay movilizaciones sociales diversas. Movimientos indígenas con determinadas reclamaciones parciales y generales; lucha armada como por ejemplo en Colombia y Méjico coexistiendo con movimientos sociales; levantamientos populares contra gobiernos y reclamando nacionalizaciones de riquezas naturales contra el saqueo imperial; plebiscitos populares contra decisiones gubernamentales o a favor de determinadas situaciones sociales y políticas; insurrecciones reiteradas como en Bolivia; resistencias que atraviesan fronteras y que se transforman en una sola voz como contra el ALCA; movimientos ecologistas en defensa de esa naturaleza tan maltratada y despedazada por el sistema; descontentos que se expresan en elecciones tradicionales con pueblos votando en contra lo que ya resulta repugnante y sintiendo esperanzas, en grados distintos, esperando así la llegada de cosas nuevas, mejores. Elecciones, que en general, pronto defrauda la expectativa chica o grande existente. Puede comprobarse que conviven muchos elementos distintos por el momento entrelazados. Pues muchos gobiernos “progresistas” llegan después de fuertes luchas o descontentos.
Digámoslo de paso, esto vinculado con los procesos institucionales, electorales, que no construyen poder popular directamente igualmente son fenómenos que conviene tener presente como dato de una realidad que resulta diferente a la de otros momentos históricos. Una situación que vino de la mano del pueblo y que no realizará sus aspiraciones pero que al mismo tiempo son gobiernos que se enfrentan a la necesidad de abrir nuevos espacios, lo que pasa a constituir un contexto distinto con pueblos con más experiencia, participación y creadores de mecanismos de funcionamiento populares.
Lo hemos dicho otras veces, las elecciones pueden también ser tomadas como encuestas que trasuntan descontentos y búsquedas de parte de la población. Donde la propia elección y toda la tecnología política de los de arriba volcada en ella no logran finalmente anular un estado de conciencia que coyunturalmente tiene una expresión trampeada en ese mecanismo de poder dominante. Mecanismo electoral que no se corresponde, obviamente, con luchas libradas que apuntaban a otros horizontes, como en los casos de Bolivia por ejemplo.
Pese a toda la mediatización que esta encuesta electoral presenta se nota en oportunidades que importantes sectores sociales activos con expresiones organizadas o espontáneas están decididamente a favor de cambios de fondo y que por momento igualmente juegan una carta aquí, en este terreno electoral, por todo el poder simbólico que hay en esta telaraña entre otras cosas. Otras veces el rechazo popular a la política gubernamental también dice algo.
Si tomamos datos por ejemplo en relación al Perú, tenemos que el presidente Toledo por cuatro años no alcanzó el 10 por ciento de popularidad. Que un Humala que hace 4 años no tenía presencia, salta de cero a 45 por ciento de respaldo electoral.
Por supuesto hay que descontar en todos estos procesos electorales los mecanismos de alianzas de derecha y centro derecha, el tremendo papel que juegan los medios de comunicación de masas, las multinacionales, la Embajada de Norteamérica y otras. Este Humala en muchas ciudades andinas ganó con mayorías del 85 por ciento, por ejemplo en Cuzco, la famosa ciudad del Sur; en Arequipa, en Ayacucho, en Puno y otros lugares y sólo el voto pleno de la gran burguesía y las clases medias de Lima lograron derrotarlo e imponer el candidato que expresamente se inscribe en una política obsecuente a las directivas imperiales. Todo ello teniendo presente que los antecedentes de Humala no hablaban de un hombre vinculado a lo popular ni mucho menos.
En este sentido tenemos la situación actual de Lopez Obrador en Méjico. El fraude trabajado por el gobierno y todos los mecanismo que EE.UU. pudo utilizar es repudiado masivamente, especialmente por toda la gente mas pobre. Un repudio que generó una situación institucional original y esto debido a que el pueblo ganó la calle en forma masiva. Pero lo que importa de esto es la bronca que subyace en una población que ha visto empeorar sus condiciones de vida abrumadoramente. Un México que tiene además expresiones de lucha armada, de municipios libres, la propuesta zapatista antielectoral y de poder popular, los enfrentamientos recientes en Atenco y Oxaca. Combinaciones sociales y descreimiento de una forma política que lleva a que en diferentes lugares surjan voces revolucionarias, algunos ya hablando, desde movimientos indígenas, de que el pueblo debe tomar el poder: “porque la vía electoral está bloqueada, está corrupta».
Sí, lo electoral aparece mezclado con variadas expresiones distintas de construcción de poder popular, de acción directa de los movimientos sociales en la búsqueda de nuevas formas de organización social y con otro muy distinto grado de participación popular. Reaccionando contra viejas prácticas. Apareciendo en los momentos “oportunos” toda la parafernalia electoral y discursos que mencionan hasta exaltadamente el punto central de reclamos del pueblo. Y en ese terreno episódico electoral, así viene ocurriendo, se llega a tener preferencia por figuras que verdaderamente en poco o nada lo representan y que rápidamente tratan de desmontar los ingredientes de mayor potencialidad transformadora. Hay todo un mundo simbólico muy perverso que sigue jugando con fuerza y que por tiempo se proyectará impidiendo cambios auténticos. Se sabe la producción de un sujeto histórico opuesto al fabricado en esto siglos no se modificará de un día para otro, tiene su ritmo de cambio, precisa participación, lucha y otras prácticas mientras el otro tiene siglos infames de existencia y ha logrado eficacia internalizadora. Pero el nivel de resistencia de los pueblos ha aumentado y eso no es poca cosa.
Por variadas razones no parecen rigurosos los planteos, con mucho de elitismo-vanguardismo, de que poco sirven todas esas expresiones y luchas de poder popular si finalmente terminan en los canales electorales sin logros de importancia.
Los logros deben ubicarse históricamente y en otro campo. En un ritmo quizás no apto para ansiosos irán dando sus frutos: la multiplicación de expresiones de acción directa, de autogestión en diversos campos, de organización de lo popular con formas que no apuntan a institucionalizarse, el descreimiento en ascenso de la clásica democracia burguesa, de la “casta” política y de una forma de hacer política.
Por ejemplo en Bolivia, voltearon a Sánchez de Lozada y vino Mesa que siguió una política esencialmente semejante, pero el movimiento popular se puso nuevamente en la calle y volteó a Mesa, un indicador que su experiencia organizativa y su conciencia de participación no habían muerto ante la frustración. No han abandonado la lucha el MST porque Lula y su partido traicionó promesas. Se recuperó el movimiento popular en Ecuador.
Se ha visto que por estas regresiones promovidas principalmente por partidos designados como progresistas no mueren las luchas de los abajo, que ya tienen raíces de cierta profundidad.
Son tremendas estructuras reaccionarias y propuestas políticas llenas de “nuevas” promesas que le hacen ir escogiendo, a este universo relativamente nuevo que ha ido emergiendo, caminos que a veces lo lleva a los tumbos; caminos provisorios que se presentan en instancias concretas y tramposas y que todavía no se terminan de abandonar. Que abandonarán cuando logren conformar su propia propuesta general de procesar nuevas relaciones sociales, cosa que no vendrá de afuera, que se construye del adentro mismo. Y que para plasmarla necesita de una cierta fuerza social- política. Pero una nueva forma política con otra raíz.
Las luchas por el poder popular, se ha visto en América Latina, empiezan muchas veces por luchas cotidianas. Los movimientos de masa han tenido por momentos una gran capacidad de acumular fuerzas, en barrios, en comisiones por temas concretos como fue el del agua en Cochabamba, por reclamos de tierras y respeto a su vida comunitario de poblaciones indígenas Sindicatos obreros y campesinos y movimientos indígenas. En algunos momentos todos aparecieron formando una malla social fuerte, combativa y ganando la calle y levantando consignas que en general ningún partido de izquierda tenía en su agenda.
Son conocidas las diversas expresiones populares con incidencia decisiva de organizaciones sociales que han marcado una forma de lucha al sistema en esta década y media. En la Argentina, de “que se vayan todo”; tumbaron a dos gobiernos en Bolivia; en Ecuador, tres en los últimos cinco años. Otro en Perú. Formaron parte de primera gravitación en frenar el intento de golpe de derecha en Venezuela. Lugar este donde hoy se lleva adelante desde el gobierno y con empuje popular un conjunto de reformas duras y donde crece poder popular.
Hay expresiones variadas de la capacidad de los movimientos sociales para actuar y desafiar a los peores regímenes gubernamentales y las medidas que producen. Han enfrentado a sangre y fuego en la calle a la represión policial y militar.
Movimientos que se han ido dando formas organizativas. Hoy los movimientos sociales actúan sobre problemas sociales y económicos, luchas por la salud, el agua, el empleo, las carreteras, las electricidad, Derechos Humanos, derechos precisos de las poblaciones indígenas, ecológicos, derechos de la mujer. Son movimientos que devienen de sociales en políticos constantemente porque sus reclamos tocan intereses del poder dominante e interviene rápidamente el estado para reprimirlos y a mediano plazo para tratar de volverlos al carril de la domesticación institucional burguesa.
Eso que hemos mencionado, de que se dice más de una vez que después de estas expresiones queda poco o nada de favorable, resulta una medición que lo menos que puede decirse es que está hecha con categorías de viejos discursos que no tienen principio de lectura para el presente. Estaría implícito en estos discursos que: si no está el viejo partido de vanguardia, con sus grupo de profesionales y técnicos, no puede haber salida. No conciben otra forma de hacer política, tiene que estar esa elite esclarecida para guiarlo todo.
Sí, la Organización política sigue siendo de primera importancia para la liberación y para la ruptura, desestructuración del capitalismo e inicio de otro proceso sobre bases distintas. Pero es otra la forma política que debe buscarse y no debe sentirse vanguardia sino un nivel o campo distinto de esa misma lucha y el operar desde adentro mismo de ella es condición imprescindible.
Todas estas luchas, reivindicaciones, enfrentamientos, implica un proceso de participación activa de población, acumulación de conocimiento a partir de experiencias y enfoques que se fermentan en pos de soluciones legítimas, todas cuestiones que resulta fundamentales en la construcción de poder popular, dentro del cual debe estar en todo momento, bien adentro y no afuera, la Organización política, teniendo la doble articulación que un proceso de esta naturaleza exige.
Las gráficas que van al final del preborrador
La gráfica que sigue a continuación está confeccionada de manera gruesa pero en base a datos. Como todo el trabajo oportunamente será necesario emprolijarla. Pero a los efectos que aquí queremos cumple su cometido fundamental: da una idea de cómo está la situación social a nivel mundial y tiene el rigor básico. Se toma el cien por ciento de la población existente en la primera gráfica, después está la situación en que vive la mayoría de la población rural, campesina, comunidades agrarias, se estima que la pobreza aquí está por encima del 40%, le siguen lo que por ahora denominaremos “excluidos” (con comilla por la arbitrariedad que esto contiene) en este sector se encuentra la gente en estado de indigencia y quienes están pisando dicho umbral. Van a continuación los precarios que no significa otra cosa que gente que vive de trabajo irregular, salarios de hambre, o en condiciones que apenas cubre lo básico para sobrevivir. Y finalmente ese 20% que tiene un disfrute, en condiciones muy diferentes, de lo que ha producido la humanidad hasta nuestros días. Este segmento es muy desigual y hay retrabajarlo, pues lo comprenden: la gran burguesía, la mediana, la clase media alta, la tecnoburocracia, los trabajadores de altos salarios y los trabajadores de salarios estables y de remuneración no baja.
Falta una gráfica, aunque sea gruesa, de América Latina y su situación social. No será sin duda muy diferente a esta que vemos ya que está el dato general que cerca de la mitad de su población vive en condiciones de miseria.
Por supuesto el concepto miseria, pobreza no hace sólo referencia a lo económico sino que comprende todo lo que a eso se articula: educación, salud, vivienda, expansión, comunicación, etc.
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