"Hasta la utopía siempre…"

  Adiós al Canario Viejo A Carlos Molina. Siempre   Que quede claro… ha muerto un anarquista de la profunda cepa indoblegable, antagonista a cuanta cosa oscura anduviese en la tierra y en el aire. Que quede claro… no se reivindica al compañero rojo y negro andante, ni al que bebió las lunas europeas y trascendió el misterio de los Andes porque se reivindica por sí mismo quien hizo de la vida verbo y arte.   Aquí se fue, es un decir, se ha ido un hombre que pateó rancios nidales, que recontraputeó a muchos gobiernos, que apostrofó los hierros de las cárceles; que no intimó con el doctor de turno ni al estanciero le brindó sus plácemes: que tuvo claridad al no creerles a los que dicen ser portaestandartes del alma de los pueblos y en el fondo son mercaderes de los más vulgares.   La voz que no requiere librerías, la que no necesita presentarse en los cenáculos donde el erudito es una mosca más de un dulce fácil: la guitarra parada en una pierna y el clavijero arriba recostándose a la quijada dura, en tanto el pelo partido en dos, ya blanco, se le cae como si acariciase el pensamiento en tanto surge el canto improvisante.   Que quede claro… ha muerto un anarquista, dispensador de la ternura unánime anunciante del sol americano, escanciador del vino más fragante la Solidaridad… esa palabra cosa de hombres que no tienen márgenes. ¿Cuándo no Cerro Largo…? te pariste un tipo superior… inigualable No son loas, señor, es que el amigo como un vaso de sueños se me parte y me siento tan solo… como un niño que su juguete último extraviase; pero no, mi Canario… mi querido Canario… tan mi amigo… tan mi padre espiritual… no debo compungirme…   ¡Viva tu anarca plenitud radiante!   Yo te recordaré directamente siempre que vea algún trigal ondeante, un paisano que va a contracrepúsculo cuando apenas la estrella va insinuándose… una rugosa mano que recibe de otra muy parecida algunos mates, un grillo herido de intemperie y luna, la promesa del vino en los parrales, las lluvias en los grises rancheríos en donde prima del silencio el ángel; en pueblos y en villorrios que anduvimos codo a codo, en cruce de ciudades, puede que en Cerro Chato en lo del Nico o en los lejanos cielos catalanes.   Yo te recordaré siempre que encuentre al gaucho Sierra o al Goyo Malvárez, en los ojos de Alba y Efraín, en la memoria del macho Escalante y en el pueblo… en el pueblo… el verdadero, el que conmigo queda en serio trance, el del gran ministerio de las búsquedas, en pos del gran destino que soñaste.   Que quede claro… ha muerto un anarquista… vale decir un hombre… ingobernable.   Julio Guerra.

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