Las luchas populares en Chile y los sueños megalómanos del jaguar.

Transición “democrática” y profundización del ajuste neoliberal. Chile ha sido los últimos años el mejor “perrito faldero” de los yanquis en nuestra América Morena, cosa que ha producido frecuentemente loas por parte de los administradores del país del norte, y comentarios elogiosos, con un fuerte contenido ejemplificador, hacia los países vecinos en América del Sur que no van tan “bien” con sus lecciones de Neoliberalismo básico. Se menciona su estabilidad económica, la estabilidad de su régimen político, de la probidad de sus ministros y jueces, y por supuesto, no se deja hablar de aquel “milagro económico” que representa este angosto país, en medio de una Latinoamérica que se desangra y hunde por todas partes.

Sin embargo, debemos ser cuidadosos y observar atentamente como opera la realidad tras las estadísticas, tras los elogios de gerentes yanquis, saber qué cosa refiere cada uno de los conceptos utilizados…. sacudiendo un poco toda esa cantilena propagandística, nos quedamos con un panorama muy distinto al Chile del Milagro Económico, y nos adentramos en el Chile que padecemos desde hace treinta años atrás.

En Chile, el proceso de transición a la democracia, iniciado en 1990, que aún continúa y nadie sabe a ciencia cierta cuándo terminará, no ha significado otra cosa que la validación cívica del modelo económico implantado por la dictadura militar. El ascenso del “socialista” Lagos al poder, en el año 2000, regeneró en muchas personas la ilusión de que ahora sí que la alegría venía1 , que ahora, con un socialista en el poder, las cosas comenzarían a cambiar y el pueblo disfrutaría plenamente las ventajas de vivir en democracia. La verdad se ha impuesto cruelmente; no sólo no han mejorado los problemas que nuestro pueblo arrastra desde hace décadas, sino que muchos de ellos se han empeorado. Cada vez, se escuchan más en las marchas consignas como “Lagos chamullero, si vos soi‘ socialista el Papa es guerrillero”, las cuales no hacen sino responder a la constatación de que un socialista en el poder puede ser un capitalista mucho más “radical” que el mejor entre los Chicago Boys. Se conservan incuestionadas instituciones reaccionarias, herencia de la dictadura, como el COSENA (Consejo de Seguridad Nacional) instancia retrógrada, que agrupa los poderes ejecutivo, junto a los militares y el poder religioso eclesiástico, mostrando muy bien quien lleva las riendas en el país (o más bien, quienes no las sueltan desde hace treinta años); se mantiene incólume la Constitución del 80; Lagos impulsó una reforma a la legislación laboral, la cual es propia del siglo XIX: flexibiliza los horarios de trabajo, al punto que autoriza el trabajo por 12 días seguidos hasta 12 horas diarias, y lo más escandaloso, es que permite la polifuncionalidad del trabajador, o sea, que un trabajador sea contratado sin función específica, y que deba estar atento a lo que el patrón, según su capricho pasajero, le mande. Se siguen tratando de vender los pocos recursos que quedan en el país, al mejor postor, siendo iniciativa socialista el apurar tratados de libre comercio con la Unión Europea, y como si fuera poco, también con EEUU, en condiciones absolutamente desfavorables para nuestra naturaleza, para la producción local y para los derechos de los trabajadores. La jornada de trabajo en términos reales anual, alcanza las 2400 horas (en circunstancias que en Europa es de 1500), en las condiciones de mayor estrés y sobre explotación imaginables…. lo que no implica ingresos acordes con lo trabajado, ya que los salarios están muy por debajo de la canasta familiar (el sueldo mínimo es de $110.000, y la canasta familiar está, según estimaciones conservadoras, en $198.000). Se ha endurecido la mano con la lucha del pueblo Mapuche, implementándose el sistema de los “testigos sin rostro” en los juicios a sus dirigentes, los cuales son copia fiel de los utilizados por la dictadura fujimorista en Perú, y utilizando ya de forma rutinaria la bala en contra de las ocupaciones de terreno, método el cual ya ha cobrado una víctima en noviembre del 2002, pero que ha producido muchos heridos en lo que va del régimen de Lagos. Chile fue el escenario, en noviembre del pasado año, del V Encuentro de Ministros de Defensa de América (incluyendo al ministro yanqui Donald Rumsfeld), donde se discutió la integración continental….. pero con fines represivos. La Educación y la Salud siguen siendo los principales objetivos de la obra privatizadora del Gobierno, pudiendo hacerse alguna débil resistencia que ha impedido que la privatización sea absoluta, pero en el caso de la educación “pública” universitaria en Chile, los costos mensuales pueden llegar a los $120.000 fácilmente, cifra por sobre el sueldo mínimo. La dependencia del imperialismo yanqui se ha vuelto mucho más vergonzosa: prueba de ello fue la ambigua posición asumida en estos momentos acerca del conflicto bélico en Irak. Primero, el Gobierno manifiesta, tibiamente, su oposición al conflicto. Sólo bastó que el embajador yanqui en Chile se manifestara molesto por la actitud de Chile, para que el gobierno, al día siguiente, no se opusiera, sino que “lamentara” el conflicto…. para terminar oponiéndose a la formación de una comisión investigadora de derechos humanos en Irak, la cual, ciertamente, entregaría un informe nada favorable al desempeño de esos “liberadores” que nadie llamó. Los casos de corrupción han sido escandalosos, iniciándose en el ministerio de transporte, pasando a obras públicas, y llegando a la administración privada de los fondos de pensiones (caso Inverlink, empresa yanqui metida en el gremio de profesores), lo cual ha sido facilitado, amparado y ocultado por este Gobierno, que ha enriquecido a unos cuantos a costa de la pauperización de los muchos. La reforma tributaria impulsada por el Gobierno, en lugar de generar impuestos progresivos y solucionar las injusticias del actual sistema tributario, las acrecienta, facilitando la evasión de los empresarios. Una nueva ley de Pesca, facilita la formación de monopolios, y entregando el recurso pesquero del país a 10 familias, dejando en el paso, ciudades completas en la más absoluta cesantía. Por último, el más reciente gesto del socialismo chileno, es la elección para la presidencia del Banco Central de Vittorio Corbo, siniestro economista, entusiasta de la dictadura, y con estrechos vínculos con el FMI. Elección la cual fue saludada entusiastamente por los empresarios y la derecha, mientras el gobierno afirmaba que tal elección fue motivada por motivos “técnicos” y que no se discriminaba, por los intereses superiores de la nación, el color político de quien mejor pudiera servirla. Sin embargo, no se aclara en qué momento se aplicó un examen serio y riguroso, en base a un concurso público, sobre eventuales candidatos, para elegir la persona “idónea” en términos técnicos. Ciertamente, no existe ningún argumento para firmar que Corbo es la persona idónea. Además que la presidencia del Banco Central es un cargo más político que técnico. La elección de este personaje es el último gesto de los socialistas a los empresarios y la derecha, para mostrar como se disciplinan sobre el modelo de la dictadura; es un genuino guiño en el ojo para el FMI, y corresponde a una elección política, que muestra como, más allá de la bandera que aún es roja, el socialismo es tan neoliberal, capitalista y derechista, como los animadores del Golpe de Estado de 1973.

¡Vaya un récord nutrido para tres años de Gobierno “socialista”!!! Ni la derecha lo hubiera hecho mejor. Con esto se termina de demostrar que detrás de las banderas de los partidos políticos “democráticos” existen políticas económicas, sociales, existe lucha de clases que son a las finales, las que determinan la realidad, más allá de los discursos de igualdad y participación. Cae el telón de esta transición fraudulenta, y con él, las últimas ilusiones en las soluciones dentro del sistema capitalista.

 

¿Y en qué anda la izquierda?.

 

El grueso de la izquierda chilena, acostumbrada a los cauces legales y a la confianza en los mecanismos institucionales, apoyó inicialmente el proceso de transición democrática y la salida “legal” del dictador Pinochet. Las voces disidentes dentro de la izquierda, como es usual, fueron calladas con el apelativo de “ultraizquierda”. Cuando aprueban este proceso, nuevamente, lo que se hace, es quitar la iniciativa y la acción del seno de las masas, del pueblo, para depositarlo, en un puñado de “políticos profesionales” (hoy todos son grandes empresarios) para que “negocien”. Nuevamente, gran parte de la izquierda sirvió como factor de desmovilización: vuelta la normalidad democrática, la construcción de organización de los de abajo, la construcción de poder popular pierde sentido y las demandas serán canalizadas por los mecanismos “regulares”, encargándose de ocultar muy bien cuál es la clase a la que éstos cauces democráticos sirven.

Por otra parte, la izquierda fue incapaz de entender, cabalmente, las implicancias de la lucha contra la dictadura: se cayó en la vieja paradoja de enfrentar la lucha en la dicotomía “dictadura v/s democracia”, cuando lo que en realidad era el conflicto de fondo, era la lucha “capitalismo v/s revolución”. Así, una vez más, la contradicción principal era postergada hasta nuevo aviso, situación de la cual la burguesía y sus fieles sirvientes sacaron buen provecho: cuando la situación del sistema se veía comprometida en 1973, la dictadura fue la mejor opción para controlar la situación, y cuando la situación del sistema se vio comprometido a mediados de los 80s, por una movilización de masas con creciente radicalidad, la democracia fue la mejor forma del imperialismo y los capitalistas para controlar la situación. Pusieron a Pinochet cuando mejor les sirvió, y lo sacaron cuando se requerían nuevos mecanismos para profundizar el modelo, cosa que no ha dejado de ocurrir. Así, gran parte de la izquierda apareció, en términos objetivos, apoyando las tácticas de los mismos artífices del régimen militar.

Después de estos dos errores de considerable magnitud, era muy poco probable que la izquierda tradicional siguiera siendo un referente válido para el mundo popular. El resultado de la desmovilización, fue que se perdiera un considerable trabajo de años en el mundo popular, y el resultado de la aprobación de la transición democrática, fue que muchos militantes de base se hayan “vuelto pa’ la casa”, se hayan pasado a los partidos concertacionistas2  (de gobierno)3 , o que se hayan fraccionado en mil tendencias y grupúsculos. Los noventas, fue la época de mayor proliferación de grupos izquierdistas, lo cual lejos de reflejar un incremento de la actividad militante y revolucionaria, indicaba el fraccionamiento y la impotencia de la izquierda. Aparecían nuevos grupos, pero no se formaban con nuevos militantes, sino que eran fracciones de otros grupos, y en el proceso de fraccionamiento, se perdían muchos otros. Además, la izquierda tradicional fue incapaz de articular un discurso para los nuevos tiempos, quedando encerrada en repetir la misma fórmula fracasada de la Unidad Popular4 , que confiaba en la reforma paulatina y pacífica del capitalismo hasta alcanzar el socialismo, o aún peor, quedaba reivindicando una imagen de los vencidos, que difícilmente podía convencer a nadie.

Al mismo tiempo, los sujetos populares que tradicionalmente habían impulsado las luchas, hoy se encontraban a raíz de la transición, en una situación desfavorable: los trabajadores, se encontraban en una situación muy complicada, por las trabas a la organización sindical impuestas en el Código del Trabajo de 1980, el cual no se tocó, y si se hizo, fue para empeorarlo, y por la agresividad del nuevo empresariado, amparado por la desregularización y por la desarticulación del movimiento obrero. La precariedad, la inestabilidad laboral, son fuertes armas contra la organización de los trabajadores, pero a su vez, representan las principales razones que la hacen necesaria. Habrá que explorar nuevas formas de organización para oponernos a la ofensiva patronal. Los pobladores se vieron desarticulados cuando el trabajo popular de iniciativa de los mismos pobladores fue absorbido  por las ONGs, y cuando se metió a fondo el tráfico y consumo de drogas en las poblaciones como mecanismo desmovilizador de la juventud. Los estudiantes han visto como se acrecienta el nivel de privatización de las universidades, pero con la atomización y fragmentación de los planteles universitarios otrora nacionales y hoy locales, hecho en la primera mitad de los 80s, no hay una capacidad de movilización y de presión a escala nacional: solo pequeñas movilizaciones de una universidad de regiones, de otra por acá en la capital, pero sin unificar las demandas y sin coordinación de las luchas. Los campesinos son el sector más golpeado por las transformaciones de los últimos diez años, y uno de los grandes ausentes de la reflexión política de los noventas: el trabajo ade los temporeros, los peones del siglo XXI, es precario, inseguro y se realiza en condiciones que no difieren mucho de los tiempos de encomienda. Y su capacidad de organizarse para defender sus derechos más básicos, es nula. El temporero, recorre con sus pocos bienes y sus hijos a cuestas el campo chileno, buscando una peguita que le dé el patrón, sea podando viñedos, recolectando frutas, lo que fuera, por unas semanitas, para sobrevivir, y luego caminar con otros rumbos, cuando ya la pega se ponga mala y no se encuentre en la región. Todo esto, merced la ofensiva ideológica de que ahora “todos somos clase media”.

Los mapuche, por su parte, son en el sur del país uno de los pocos sectores sociales, populares, que mantienen una lucha digna y algo más coherente contra el sistema, reclamando su derecho a la autodeterminación. Pero su lucha tampoco carece de contradicciones: para algunos, es lucha de liberación nacional, para otros, lucha por espacios de participación. Para algunos, es la oposición al capitalismo y al Estado, para otros la formación de espacios de integración cultural. El gobierno juega con estas contradicciones y divide por aquí, negocia por allá, dialoga con los “indios buenos” y reprime a los “indios malos”. Es la propia lucha la cual ha ido determinando un sector más decidido de la sociedad mapuche en una lucha con la cual, mapuche y chilenos, nos sentimos identificados y apoyamos. Esperamos que puedan resolver estas contradicciones, por lo menos los sectores más avanzados, y definir un plan de lucha contra los forestales y el gobierno, que signifique un golpe al sistema, un proyecto liberador que impregne al movimiento popular chileno, también.

En este contexto, no es casual que surjan grupos que cuestionen las políticas tradicionales y el rol de esa izquierda en las luchas populares de los últimos treinta años. Dados los errores ya mencionados, así como la situación calamitosa del movimiento social en su conjunto, no han faltado voces que plantean nuevas formas de organizarse, de luchar, que plantean una radicalización en términos de las políticas legalistas tradicionales de gran parte de la izquierda. Es así como en los últimos años, se ha generado un espectro de grupos críticos al sistema, de perspectivas claramente revolucionarias, que tienen nuevas prácticas y métodos de lucha. Es dentro de este marco que se ha recompuesto el anarquismo criollo.

 

¡Contra la bestia capitalista, lucha Anarco-comunista!.

 

Desde los años ochentas, el anarquismo ha aparecido como una de esas alternativas políticas a quienes se han asqueado de las maquinaciones de la política tradicional, para una juventud insatisfecha y con ganas de luchar, y para quienes sostienen la necesidad de transformación revolucionaria del actual desastre que tenemos por sociedad. El anarquismo en esos años tuvo por actores principales algunas mínimas expresiones sindicales, poblacionales, pero principalmente, estudiantiles y juveniles.

Durante los noventas, y a raíz de la crisis de los partidos de izquierda, el anarquismo tuvo la posibilidad de aumentar su visibilidad y de crecer vertiginosamente. El sistema, a través de su prensa, ya comenzaba a criticar a los grupos “proto-anarquistas” y anarquistas, como incitadores a la violencia, al desorden, como grupos indisciplinados que presentaban un peligro para la “convivencia democrática”. Pero si bien el anarquismo aparecía como alternativa, ha tardado casi diez años en comenzar el largo camino para convertirse en tal. En un comienzo había mucho de marcar diferencia, casi obsesivamente, respecto al resto de la izquierda, y una actitud más bien proclamatoria que práctica. Hacia el año 1998, el énfasis generalizado ha pasado a estar centrado en la presencia concreta en las luchas, en la organización de los explotados. Pues más que las declaraciones, es la práctica quien mejor habla, y es lo único que da, en último término, sentido al anarquismo como doctrina revolucionaria. Es en ese sentido que hacia el año 1999, nace nuestra organización, el Congreso de Unificación Anarco-Comunista, como una tentativa de unificar, sobre la base de un proyecto político común, y de una organización sólida, a los anarquistas activos en diversos ámbitos. Partimos como una expresión mínima dentro del universo anarquista, y gracias al trabajo concreto y a la consecuencia, el Anarco-comunismo, o sea la línea político-revolucionaria del anarquismo, que enfatiza la necesidad de la organización política, de la presencia en los sujetos populares y luchas concretas, de la organización del poder popular, de la unidad clasista desde la base, etc… es una línea mayoritaria, que sobrepasa la capital y que ha llegado a las organizaciones en Valparaíso, Temuco, Concepción.

Nuestro trabajo se ha centrado, principalmente, en la creación de frentes en los campos estudiantil y poblacional. El trabajo sindical ha sido lento y dificultoso, pero esperamos que dentro de poco dé mejores resultados. Hemos tomado parte activa, organizadamente, y ya no como expresiones individuales, en diversas luchas y hemos parado organización popular. Con mucho podemos decir que hemos cumplido nuestra misión y que nuestra tarea se encuentra casi lista. Falta mucho por avanzar, mucho por construir, pero ya sabemos que estamos en el camino correcto, aunque en él cometamos muchos errores. Creemos que en estos últimos años, el anarquismo se está desembarazando de la sobre-ideologización, el sectarismo y el dogma-tismo, y ha estado jugando satisfactoriamente su rol de organizador popular, y de generar esos focos de resistencia que es necesario ampliar y desarrollar, junto al resto de las fuerzas populares sinceramente revolucionarias, en la práctica y no tan solo en el discurso. Con ese fin, se está trabajando en avanzar en la práctica junto a otros sectores libertarios y poder generar un movimiento real, que abarque los trabajos concretos en que estamos involucrados y que una, desde la base, las experiencias constructivas. Esto, da una base mayor y más sólida, a la constitución de una alternativa político-revolucionaria.

Este año, se cumplen treinta años del Golpe militar de Pinochet, punto de inflexión en las luchas de nuestro pueblo, que significó perder muchos avances hechos durante décadas. Que ese sacrificio no sea en vano, que aprendamos las lecciones de la historia, que nos despeje cualquier ilusión reformista sobre transiciones pacíficas (que significan masacres populares), es una tarea que los anarco-comunistas deben asumir como propia. Sea nuestro mejor homenaje a los militantes de base, a los pobladores, estudiantes y trabajadores del campo y la ciudad, el retomar, hoy, treinta años después, las banderas de la revolución continental, las banderas del poder popular, que señalan que no hay que confiar en la institucionalidad burguesa, que señalan la oposición irreductible entre la organización de los de abajo y el aparataje institucional de los de arriba. Banderas que señalan, una vez más, que la emancipación de los trabajadores sólo será obra de los trabajadores mismos.

 

¡CREAR PODER POPULAR!.

¡LA REVOLUCIÓN LA HARÁ EL PROPIO PUEBLO O NO SERÁ!.

 

José Antonio Gutiérrez D., militante del Congreso de Unificación Anarco-Comunista.

Abril del 2003.

1 “la alegría ya viene” era el lema de la campaña por el NO como opción plebiscitaria, en las elecciones para determinar si Pinochet debía o no seguir en el poder.

2 la Concertación de Partidos por la Democracia, es una coalición de partidos que se cristaliza hacia 1987, que incluye los partidos Demócrata Cristiano, el PS, el PPD, el PRSD. Es una coalición que desde 1990 hasta la fecha, ocupa el Gobierno.

3 Hay que mencionar, en esos años, lo que fue la figura siniestra y secreta de la Oficina de Seguridad Interior, conformada por ex-revolucionarios (del MIR, del FPMR, y sobre todo del PS), que una vez vuelta la democracia, pasan a conformar esta nueva policía política, que se dedicará a exterminar a los “incontrolables” que aún andaban sueltos en Chile, a encerrar luchadores en la Cárcel de Alta Seguridad, y a fraccionar grupos izquierdistas.

4 La Unidad Popular, fue la coalición de partidos de izquierda, conformada por el PS, el PC, el MAPU, el API, que asume el Gobierno, bajo la figura del presidente Salvador Allende, en 1970.

 

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