Brasil, el bombero del continente, Lula, el gestor de la “estabilidad”.
En el 2004 empieza el segundo año del gobierno que representa la mayor falencia de las propuestas de convivencia y participación solamente en marcos legales dentro de los sistemas electorales de América Latina. Para comprender lo que significa el ex-obrero metalúrgico Lula como presidente del país que más allá de toda la crisis aún es la 11ª mayor economía del mundo, se hace necesaria una breve regresión al pasado reciente de los movimientos sociales en Brasil, y su expresión política a partir del año 1980, o sea, el Partido de los Trabajadores (PT). A partir del año de 1974 Brasil empieza una lenta, controlada y “pacificada” apertura política hacia espacios legales de participación dentro de la futuramente restaurada democracia burguesa. Afuera de este juego de conspiraciones en palacios, empresas, redacciones de periódicos influyentes y cuarteles, el pueblo se organizaba desde abajo en un gran avance de fuerzas populares, casi todas ellas marcadas por el timbre de la Teología de la Liberación. En los años de 1978, 1979 y 1980 las ciudades metalúrgicas de la Gran San Pablo vieron despuntar un vigoroso movimiento sindical, organizado en las brechas legales de las leyes de control sindical de la dictadura militar (que duró de 1964 a 1985), y que de hecho ganó confrontaciones contra las patronales y las multinacionales poderosas del sector del metal.En los años 1980, con el empuje de la lucha en El Salvador y Guatemala y la victoria en Nicaragua, proporcionalmente en los límites legales, se impulsó el mayor avance de lucha popular jamás visto antes en tierras brasileras. Estos movimientos, organizados sindicalmente en la Central Única de los Trabajadores (CUT), tenía su expresión política en un partido de masas, con democracia interna, y distintas corrientes y partidos adentro del mismo. Este proyecto político fue derrocado en las elecciones presidenciales de 1989, las primeras desde 1960, perdiendo Lula con un miembro de la oligarquía del Noreste, llamado Collor de Mello (que vendría a sufrir impeachment en 1992).
Este mismo partido hoy, bajo el liderazgo de Lula, José Dirceu, José Genoíno, Aloizio Mercadante, Luiz Gishiken, entre otros que representan el núcleo duro del gobierno, hicieron alianzas con sectores de esta misma oligarquía, con los políticos pentecostales, gente fisiológica, sectores del empresariado y lograron dos grandes “conquistas” políticas: mantener la “estabilidad” a través de la política económica del FMI (poniendo a Henrique Meirelles, ex presidente mundial del Banco de Boston como presidente del Banco Central) y obtener mayoría para el gobierno en el Congreso Nacional (diputados federales y senadores). Para esto, Lula como representante visible de este nuevo sector de elites políticas, siendo él y su grupo recursos del capitalismo que opera en Brasil como gestores para su permanencia, tuvieron que concretar un proceso político que ya venía desde el Encuentro Nacional de 1990, pero que vino empeorando aceleradamente desde entonces. Hoy, el PT en gobierno es la prueba viva de que una generación de quebrados, muchos de ellos ex-guerrilleros hoy liberales auténticos, está dispuesta a someterse a todo para ocupar uma pequeña extracción de poder burgues y estatal. Más allá de esto, los indicadores socio-economicos de este gobierno son terribles.
Brasil fue el país que más creció en el mundo entre los años 1945-1980 (a un promedio de 8% al año), y hoy una amarga tasa de 19,8% de desempleo, fuera del subempleo que acá siempre fue estructural; 10% de las familias más ricas poseen el 75 % de las riquezas del país; tenemos una deuda externa que sobrepasa los US$ 600.000.000.000 (mil millones de dólares), pagando por esto alrededor de 1/3 de los impuestos del Estado. Brasil hoy tiene um superávit primario creciente (para 2004, fuera las ganancias de la deuda externa, el acuerdo com el FMI es de 4,25%), pero alcanzamos un 40% de carga de impuestos en la economía. Tal hazaña impositiva es para pagar los servicios de la deuda (en promedio, de cada 2 reales recaudados, 1 es para pagar la suma de las deudas públicas), estos servicios también son pagos con la mayor tasa de ganancia del mundo, alrededor de 16,50%. Cuando los especuladores oficiales que ocupan el todo-poderoso Consejo de Política Económica del Banco Central bajan la tasa, esta baja en un promedio de 0,25% al mes, cuando baja. Los números de esta economía se tornan materiales cuando vemos que uno de cada dos brasileros es pobre o miserable (ganando menos de US$ 2 dólares al día).
Solamente uno de cada tres hogares tiene servicios básicos (agua o luz) y para controlarnos el sistema intensifica la guerra entre los pobres, alcanzando un número de 600.000 muertos por actos de violencia en los últimos 20 años. O sea, el coloso de América vive una guerra civil no declarada, y todo esto bajo “democracia”.
Lo que hay que aclarar, es que la política externa del gobierno Lula, aún está a la derecha de Kirchner y Chávez por ejemplo, no tiene nada de contestadora, muy al revés. Brasil tuvo el rol de país subimperialista en el siglo XIX, de puntero de las dictaduras en el siglo XX y ahora es el bombero del continente. Brasil incluso puede “salvar” el ALCA bajando los niveles de resistencia a esta propuesta y tornándola más potable para los ojos de los hermanos. Y, con todo y tanto por hacer, nuestro pueblo y clase hoy por hoy no tiene proyecto político. Van a crear un nuevo partido de izquierda (filo-trosco) con la gente que salió del PT el año anterior, y éste va a competir con otro partido trotsquista por la limosna legal de 20% del electorado brasilero. El Movimiento Sin-Tierra, hoy como movimiento social más importante del país, aún está en ofensiva, tiene una postura doble y dudosa frente al gobierno. Sí, la historia se repite otra vez más, y hay gente que piensa que éste es un gobierno en disputa. Estos debates se reproducen a la interna de las bases movilizables, fraccionando las posibilidades de oposición unitaria, no solamente contra el gobierno, sino contra el proyecto neoliberal, ALCA incluído.
Con estas observaciones y comentarios, nosotros anarquistas organizados en la Federación Anarquista Gaúcha (actuando en el estado del Rio Grande do Sul), aliados con las organizaciones estaduales co-hermanas de Rio y San Pablo (FAI y Lucha Libertaria, respectivamente), marcamos nuestra etapa de construcción de un proceso de resistencia desde abajo. Aún con dificultades, este año empieza con huelgas y paros de empleados públicos estaduales y federales, ofensiva de los Sin-Tierra, ofensiva y rebeliones locales de pueblos indígenas, cortes de rutas de pequeños agricultores, algunas ocupaciones urbanas, peleas duras y prolongadas por frentes de trabajo y un reacomodo de las fuerzas populares a partir de la nueva Coordinación de los Movimientos Sociales (bajo hegemonía de las posiciones de la dirigencia Sin-Tierra). Aún mismo de una forma bastante incipiente, es verificada una baja marcada en las tasas de aprobación del gobierno Lula, todavía más a partir de sus políticas sociales y económicas. La farsa del PT no va a durar hasta 2006, y seguramente habrá lucha de clases para rato en 2004 y más todavía en los próximos años. Y, nosotros, con la modestia y dedicación de siempre, desde las Villas y en las calles, estamos ocupando nuestro puesto de lucha.
“A 40 años del golpe militar, honor y gloria a los compañeros que pelearon con todo, luchando desde las entrañas para conquistar el socialismo y la libertad”.
Secretariado de la Federación Anarquista Gaúcha, Porto Alegre, abril de 2004.