Tiempo hace ya desde la gesta obrera en Chicago. El 1º de mayo de 1886 se iniciaba una larga huelga por la reducción de la jornada laboral a 8 horas. Huelga definida y preparada dos años antes. Huelga que tuvo como respuesta de todo el orden capitalista la más brutal represión: varios muertos y heridos en enfrentamientos callejeros, 5 militantes anarquistas condenados a la horca y otros a largas penas de prisión. La saña de un sistema enfermo contra los de abajo, esa es la cruel y real expresión de lo ocurrido en aquellos días, frente a una clase obrera que se levantaba para exigir sus más básicos derechos, para exigir el derecho a la vida y eliminar la esclavitud que significaban las largas jornadas de labor a voluntad del patrón.
Largas y sangrientas fueron aquellas luchas por las 8 horas y otros derechos conquistados. Cada conquista era algo que se le arrancaba a patrones y al Estado, que actuaban en forma articulada contra los trabajadores. Estado que era un buen condensador del poder burgués y se encargaba de reprimir al movimiento obrero.
Ciento veintisiete años nos separan de aquellos sucesos. Un vasto recorrido histórico, con innumerables luchas de nuestra clase y múltiples enseñanzas. ¿Cómo podemos analizar hoy, a la luz de aquellos hechos, la situación de nuestra clase y del movimiento sindical?
Las últimas conquistas del movimiento sindical uruguayo, tales como la Ley de Negociación Colectiva, las libertades sindicales, los convenios colectivos entre otras, parecen caer como regalo del cielo de manos del gobierno, como si fueran una concesión graciosa. Sin embargo, han sido fruto de la larga lucha desplegada desde los años ’90 al menos, con los sindicatos de la actividad privada duramente golpeados por los cierres de fuentes de trabajo, todo el desguace del aparato industrial, los cierres de mutualistas, los despidos masivos en varios centros de trabajo, la caída de la construcción; crisis profunda que generó una gran desocupación y la necesidad de luchar por trabajo y en defensa de las organizaciones de clase.
Sin embargo, desde el gobierno, pero también desde los sectores mayoritarios del movimiento sindical, se dice que todo ha mejorado desde 2005, desde que el Frente Amplio es gobierno. Se desconoce la lucha obrera para conquistar lo ya mencionado, en un discurso que no es desinteresado ni ingenuo, sino que marca una modalidad de operar políticamente de lo que hemos llamado reformismo. Es cierto, reformismo cada vez más desteñido, más lavado, más atado al sistema capitalista, al marco de posibilidades que se desprenden de él, sin cuestionarlo en absoluto. Una pequeña prueba de ello es el adelanto del acto del 1º de Mayo para horas de la mañana, hecho que intenta desmovilizar, hacer del acto algo cómodo y no una jornada de lucha. Desteñir cada vez el significado de la jornada, ese es el objetivo.
Alguno de esos sectores sindicales incluso se atreven a decir que «no hay que luchar más por salarios» como han planteado miembros de la corriente Articulación, haciéndole los mandados al equipo económico para «controlar la inflación». Es denigrante tener que escuchar una opinión tal de alguien que dice ser dirigente sindical. Pero también es indicativo que hay serios problemas en la economía y en la conducción del gobierno y que el mismo no controla ninguna variable de la economía excepto el salario. Es decir, no tiene en sus manos herramienta alguna para distribuir la riqueza -siquiera en forma moderada-. Ya vimos lo ocurrido con el Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales (ICIR), declarado inconstitucional por la inefable Suprema Corte de Justicia.
La burguesía tiene un reaseguro muy fuerte en algunos poderes del Estado, pero también en el gobierno y lamentablemente en aquellos sectores del movimiento sindical que privilegian instancias de gobierno al movimiento popular. Reaseguro necesario para continuar imponiendo el modelo de país histórico- productor de materias primas, un país capitalista dependiente-, pero con el perfil impuesto a partir de los últimos años del Siglo XX: modelo forestal, soja, extranjerización de la tierra y desarrollo de la infraestructura para que el capital trasnacional saquee los recursos del país. En el marco de la estrategia imperialista del ALCA se diseñó el Plan IIRSA, con su política de generación de puertos en el litoral del país concretando la Hidrovía, el proyectado puerto de aguas profundas que permitirá sacar el hierro sin procesar, el puerto maderero en La Paloma a beneficio de tres empresas multinacionales, el desarrollo de proyectos «público-privados» que benefician a los capitales que invierten en ellos; todas inversiones que se realizan sin tomar en cuenta los intereses de la sociedad sino que satisfacen la voracidad del capital en este siglo XXI. Es el saqueo indiscriminado de recursos, el cual es aplaudido por todo el espectro político. ¿Y para el pueblo qué? Trabajo por una zafra, una changa más o menos prolongada y luego a la calle, a la pobreza cotidiana. No hay soluciones de fondo al problema del empleo con estos proyectos. Son pan para hoy y hambre para mañana, más aún cuando son proyectos de saqueo, y de un saqueo que profundiza aún más nuestro grado de país dependiente de las materias primas. No se han dado pasos ciertos en el desarrollo industrial, excepto la llegada de algunas empresas extranjeras que podrían irse cuando se les antoje. ¿Este es el proyecto de país que queremos? ¿O es el proyecto de país acorde a los intereses de la burguesía?
Sin embargo, es desde lo más hondo del campo uruguayo que se alzan voces de protesta, de lucha, reclamando un poco de justicia. Los obreros rurales nucleados en UTAA, OSDOR, SUDORA y los trabajadores nucleados en SOCA han venido dando pelea por el reparto de tierras y mejores salarios y condiciones de trabajo en las zafras y en las plantas industriales. Acampadas en Montevideo, movilizaciones con ocupaciones de tierra o acampadas en Bella Unión, medidas de lucha en los lugares de trabajo son algunos ejemplos de las movilizaciones de estos obreros rurales, uno de los sectores más empobrecidos de nuestro país y productores de una inmensa riqueza que solo un puñado acumula. Y han colocado el tema de la tierra como de vital importancia, replanteando la necesidad de una reforma agraria para los de abajo, para terminar con el latifundio y con la extranjerización de la tierra.
Su llegada a Montevideo no contó con el apoyo de muchos sindicatos lamentablemente. Pero no fue por descuido. Cualquier sindicato que luche y enfrente ciertas políticas es dejado de lado por las orientaciones mayoritarias del movimiento sindical. Incluso es cuestionado. Tomemos otro ejemplo: el conflicto de la educación, llevado adelante fundamentalmente por los docentes de Secundaria, donde viene germinando una concepción de combate, producto del trabajo del clasismo organizado. Conflicto que puso en el centro del debate público las condiciones edilicias en las que estudian nuestros gurises, sobre todo de los barrios periféricos de Montevideo y el interior, y en las que trabajan allí los docentes. Señalaban allí una crisis de infraestructura, la desidia de las autoridades, la falta de voluntad política para atender las necesidades populares. La primer respuesta desde la autoridades, desde el gobierno, fue la represión a estudiantes, padres y docentes del Liceo 70 en el Cerro y La Teja. Represión de la cual muchos sabían de antemano y callaron, y callaron después al no condenarla. Sin embargo la lucha da frutos: se construye un nuevo liceo y en otros comienzan algunas obras, por demás insuficientes pero se camina en dirección a atender los reclamos populares. La lucha paga y deja enseñanzas. Y dirime campos. El reformismo sindical necesitó del apoyo del gobierno, de las autoridades de la enseñanza y de los medios de prensa para estigmatizar la lucha docente. Y cuando la represión vino, callaron. Para esos sectores, es más importante defender un gobierno (que poco y nada hace en estos temas) que la lucha de su clase.
Y aquí tenemos una experiencia interesante de articulación entre la militancia sindical y barrial. El conflicto de la Educación por las condiciones edilicias permitió aglutinar tras un mismo objetivo a los trabajadores de la educación, estudiantes, padres, organizaciones sociales de la zona, vecinos. La represión del liceo 70 fue en respuesta a eso, a esa articulación, a esa unión, para que no germinara, para que no se contagiara a otros barrios. ¿No tenemos allí un buen eje de trabajo, de coordinación en las barriadas populares para luchar por los de derechos de los de abajo? Hay infinidad de temas que desde los sindicatos deben impulsarse en los barrios y viceversa: educación, salud, trabajo, vivienda, porque la solución a las angustiosas necesidades populares es tarea de todos. Vemos la necesidad de caminar, dar pasos concretos en esa articulación de los espacios sindicales y barriales que permitan potenciar las luchas. Ejemplos hay miles: la lucha por los plebiscitos en defensa de las empresas públicas, por la anulación de la ley de impunidad, huelgas y conflictos obreros han sido ejemplos del trabajo conjunto de las organizaciones sociales más variadas. Allí hay un camino, la tarea es continuarlo y ensancharlo.
También se registraron otras importantes luchas en estos últimos meses. Señalemos en primer lugar la lucha por la vida, por eliminar los accidentes mortales en el trabajo, especialmente en la construcción, impulsando una ley de responsabilidad penal para las patronales incumplidoras en seguridad laboral. Son varios los compañeros fallecidos en obras de construcción, uno de los últimos casos tal vez el más notorio fue el accidente de un compañero en Montes del Plata, obra realizada por empresas multinacionales en gran medida, obra vinculada al país de la exportación de materias primas, como decíamos anteriormente. Allí se hace caso omiso de la seguridad de los trabajadores y es una ardua y cotidiana lucha de los sindicatos hacer cumplir dichas normas. También allí las empresas han contratado a miles de extranjeros por salarios de hambre, obreros que vienen escapando de la desocupación europea. Otras luchas se han desarrollado contra cierres de fábricas, despidos y arbitrariedades patronales. Patrones que se fugan con el dinero como en Facerplast y Ferreti, Delne que está casi al borde del cierre, un aparato industrial que se cae a pedazos donde en varias sectores hay cientos de trabajadores en el seguro de paro. ¿Qué perspectiva tenemos los trabajadores por delante?
Si miramos las perspectivas más inmediatas, frente a los próximos Consejos de Salarios, complicada está la situación, porque tanto patronales como gobiernos ponen todo su acento en impedir incrementos salariales, las patronales lloran por la productividad y la baja del dólar, pero nada dijeron mientras amasaron cuantiosas ganancias a partir de 2003 por lo menos, por nombrar esta etapa de crecimiento económico. Incluso en sectores donde dicha expansión se mantiene, como la Bebida, el gobierno «patéo la mesa» y obligó a renegociar un acuerdo ya alcanzado entre obreros y patrones con el objetivo de «mantener controlada la inflación». Fue todo un mensaje para todo el movimiento sindical: estabilidad macroeconómica y garantías para la inversión ante todo. Y es un fuerte espaldarazo a las patronales: el gobierno les dice que los aumentos salariales deben ser del menor monto posible, y así tenemos el conflicto reciente en el sector lácteo. Es de esperar un mayor número de conflictos por similar motivo.
En cuanto a los funcionarios estatales debemos señalar que no se esperan aumentos salariales ni mejoras hasta 2016, ya que la próxima Rendición de Cuentas -y la última de este período de gobierno- no va a incluir sustanciales cambios en dichos rubros. Y eso afecta toda la inversión pública en infraestructura para la sociedad: no habrá sustanciales construcciones de escuelas, liceos, escuelas técnicas para formar al nuevo y joven proletariado, no habrán nuevos hospitales ni mejoras en los existentes, no habrá construcciones de viviendas, gran mal endémico de nuestra sociedad: la vivienda es un bien inaccesible y no existen políticas públicas que corten con la especulación y la construcción suntuaria. No existe política alguna que direccione inversiones hacia las necesidades sociales y el empleo.
Y en ese marco, hay que mirar el mundo alrededor. La crisis económica mundial iniciada en 2008 es por demás aleccionadora. La clase obrera europea viene siendo avasallada en sus conquistas y derechos por el capital. Políticas de ajuste severísimas, tanto o más de las que vivimos por estos lares, despidos masivos incluidos funcionarios públicos, rebajas salariales, recortes de presupuesto de educación y salud, incremento de la pobreza y miseria extrema: ese es el panorama que se vive en Grecia, Chipre, España. Pero también afecta al resto del continente y los obreros franceses y alemanes luchan contra las políticas de reestructura de las empresas. Es el despliegue y voracidad del sistema lo que vemos en Europa. Y eso va a venir para acá; no estamos exentos de que la crisis no repique en América Latina y que el capital venga a saquear los bolsillos de los pobres de nuestro continente. Por lo que debemos prepararnos, organizar mejor nuestras fuerzas para enfrentar esa política de hambre y muerte.
Por lo tanto, tiempos difíciles se avecinan. Tiempos que demandarán un esfuerzo muy grande por organizar a los trabajadores y a las fuerzas del campo popular. Tarea titánica pero no imposible. Y organizar con una intención, con una finalidad, en base a un estilo y una matriz ideológica, a un estilo y modalidad de trabajo. Por ello es necesario que en cada sindicato se formen agrupaciones clasistas, de composición amplia, sumando trabajadores que van realizando sus primeras experiencias de lucha pero sienten o intuyen que no alcanza sólo con estar en el sindicato, que necesitan organizar sus fuerzas con una intención en el terreno de la lucha sindical. El trabajo militante requiere de dichas agrupaciones para fortalecer las experiencias de luchas concretas, para discutir entre militantes pero de allí hacia el conjunto del sindicato en primera instancia. Discusión y orientación, búsqueda de respuestas a los problemas de nuestra clase, búsqueda de apoyo en los momentos más críticos y soluciones colectivas. Una agrupación sindical que oriente en clave clasista al conjunto de un gremio permite acumular las experiencias de lucha allí desplegadas, juntar a esos compañeros que piden espacio en la lucha y en el debate. Sin estas agrupaciones, no habrá orientación clasista y de combate en el movimiento sindical; el espontaneísmo de por sí puede empujar situaciones pero no organiza nada, y si no estamos organizados la línea que se impondrá será la del reformismo o el adaptacionismo más atroz al capitalismo en el medio sindical. Entonces, dichas agrupaciones son el germen de un poder de los trabajadores, permite poder hacer más, genera confianza en las fuerzas propias y un real avance de las fuerzas populares.
Por ello la necesidad de avanzar en la construcción de poder popular, teniendo como horizonte la Revolución Social, único medio y camino que redimirá a la humanidad de tanta injusticia y despojo, único medio para terminar con la opresión y con la sociedad de clases. Para ello se necesita un pueblo fuerte, organizado y en combate. Tomemos como ejemplo de vida y lucha la de aquellos obreros y anarquistas que enfrentaron a este asqueroso sistema, que sólo confiaban en las fuerzas desarrolladas por el movimiento popular. Los Mártires de Chicago caminaban con la certeza de que es necesario construir ese pueblo digno, rebelde y combatiente para conquistar un mundo de igualdad y justicia llamado socialismo libertario. De Spies a Gerardo Gatti, de Fielden a Alberto «Pocho » Mechoso, herencia de lucha anarquista y popular…
¡¡¡SALÚ MÁRTIRES DE CHICAGO!!!
¡¡¡SALÚ 1º DE MAYO!!!
¡¡¡AHORA Y SIEMPRE LOS CAÍDOS EN LA LUCHA DE NUESTRA CLASE DICEN PRESENTE!!!
¡¡¡ARRIBA LOS QUE LUCHAN!!!
¡¡¡LIBERTAD O MUERTE!!!